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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Secretos del corazón

“Cuando repaso lo vivido se me aparece como una serie de secuencias de una película. Lo que no se comparte no deja huella ni nostalgia”.
“La memoria selecciona, archiva la versión de los hechos dada por buena y rechaza otras versiones posibles”.
Josefina R. Aldecoa



 “Sonido de un Ángel”. BlackDawn.

A finales de los 60, las niñas en Jaén todavía jugábamos en la calle a la comba. Mi canción favorita para saltar era “El dieciocho de julio...” hasta que un día mi tía Elena me contó que la protagonista de la historia era mi tía abuela Isabel.

Era una niña y fue fascinante: una vieja historia familiar con tragedia y romance incluidos.

Ella me contó todo lo que sé, ella guardaba las fotos que conservo como un tesoro y con ella visité la tumba de Isabel.

Quise averiguar y pregunté. Nadie sabía mucho más. Mis abuelos Carmen y Nicolás habían muerto y en vida apenas hablaron de lo ocurrido.

No sería difícil investigar más detalles sobre el caso acudiendo a los archivos judiciales y penitenciarios, pero lo que hoy realmente me importa es que desgraciadamente, después de un siglo, la historia de Isabel es la historia de demasiadas mujeres.

UNA HISTORIA DE VIOLENCIA DE GÉNERO DE HACE UN SIGLO

Hace más de un siglo, hacia 1906, Isabel fue asesinada por su novio, Antonio, a los 18 años de edad.

Un 18 de julio, muy de mañana, Isabel fue al granero a coger jabón para ir a lavar al río. Ante su tardanza, Miguel, su hermano menor, fue a buscarla y la encontró en dicho granero, sobre un gran charco de sangre, muerta a puñaladas.

Lavadero Fuente de la Peña (Jaén)

No cabían dudas sobre el autor del crimen: su novio la había amenazado en público, días antes, en un baile popular.

La Guardia Civil capturó en su huida a Antonio que en un principio negó los hechos.

Hábilmente los guardias mintieron y le dijeron que Isabel no había muerto y había confirmado el nombre de su agresor. Fue entonces cuando Antonio confesó su culpabilidad.

La premeditación fue evidente: un afilador declaró que el día anterior al crimen, Antonio le encargó afilar un cuchillo de grandes dimensiones y le pidió que hiciera un buen trabajo porque lo utilizaría “para matar a una mujer”.

El motivo fueron los celos: “la maté porque la quise tanto, que no quiero que otro la quiera...”.

Los hechos produjeron gran impacto social en la ciudad de Jaén y sus alrededores; tanto, que el pueblo los incluyó en su tradición oral en forma de romance cantado, sobre todo, en los juegos de corro infantiles.

UN ROMANCE TRISTE PARA ISABEL

Un dieciocho de julio,
señores les voy a contar
que un novio mató a su novia
porque no quería bailar.

Como era tan bonita,
le tiraban los sombreros.
El novio le tiró el suyo
y no quiso recogerlo.

A la salida del baile
me la tienes que pagar,
te he de cortar la cabeza
y la mano principal.

A otro día de mañana,
Antonio se levantó.
Se fue a casa de su novia
a aprovechar la ocasión…

Al subir las escaleras,
ella se estaba peinando.
—Retírate de aquí Antonio,
mira que viene mi hermano.

Se desleía de la capa,
ha tirado de un puñal y
en cada lado del pecho
le da una puñalá.

A la una de la tarde
va el padre a merendar.
—Hija mía de mi alma
¿quién ha sido el criminal?

Ha sido mi novio Antonio
que me vino a matar.

Llamaron al criminal
para ver si la conocía.
—¿No queréis que la conozca
si ha sido la prenda mía?

La maté porque la quise
para que otro no la quiera.
Mujer que yo quiero tanto,
no quiero que otro la quiera.

Cuentan que, en aquel baile, Nicolás, marido de Carmen, la hermana mayor de Isabel, ante la actitud y amenazas de Antonio, cogió a su mujer y a su cuñada y se marcharon de la fiesta para evitar un altercado.

La hermana mayor de Isabel, Carmen, de 21 años, tenía una niña pequeña, de meses, a la que, apadrinada por Antonio e Isabel, le habían puesto de nombre María Antonia. Tras el asesinato de Isabel, fue llamada Elena y poca gente supo de su verdadero nombre.

Cumplida su condena, Antonio volvió a Jaén. Desahuciado y enfermo, nadie le daba trabajo hasta que un hombre, llamado Juan María Pancorbo, lo empleó para que guardase sus campos a cambio de techo y comida.

Calle Bernabé Soriano (Jaén)

Carmen, ya una mujer madura, con ocho hijos, tuvo que padecer la angustia y ansiedad que le provocaban los encuentros fortuitos por la calle con el asesino de su hermana.

... Y tuvo que aprender a aceptar el hecho de que su hijo Juan se enamorara y casara con Mariana, una de las hijas de Juan María Pancorbo.


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