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Una persona con un trastorno narcisista no elige a víctimas frágiles, débiles, ingenuas, vulnerables y fáciles de controlar. Al contrario, siempre quiere a personas con maravillosas cualidades, a las que ni quieren ni valoran, para obtener beneficios de ellas y mejorar su imagen social. El placer de toda persona narcisista es lograr tener bajo su control a alguien talentoso e independiente al que considera un mero “objeto” para su fin.
Las víctimas de una persona narcisista reúnen muchas de las características que se señalan a continuación.
Suelen ser:
- Inteligentes (podrá hacer suyas sus ideas).
- Cariñosas (necesita mucho amor y atención).
- Amables (así no lo enfrentarán a sus defectos ni a sus miedos).
- Comprensivas (para que perdonen sus fallos).
- Generosas (para que no les importe dar más de lo que reciben).
- Responsables (para que asuman la culpa y los errores de la relación).
- Altamente empáticas y rescatadoras (para poder manipularlas con sus cambios de humor).
- Altamente capaces y trabajadoras (para que siempre resuelvan).
- Luchadoras (para que peleen por la relación).
- Muy resilientes con un alto umbral de tolerancia al dolor emocional.
Suelen tener:
- Sólidos valores morales y éticos como la lealtad, el respeto y la honestidad.
- Un alto concepto del amor, la familia y la amistad.
- Algún trauma o vacío emocional (miedo al abandono, a la soledad…) cuyo conocimiento le haga posible controlarlas y crear un vínculo de dependencia.
La persona narcisista siente gran satisfacción cuando sus víctimas caen en sus mentiras y tienen el control de sus vidas. No soporta verlas felices ni que le hagan sombra. Goza y se siente superior cuando las humilla y las ve sufrir. No tolera que sus víctimas opinen, le exijan o critiquen. En realidad, siente envidia de lo que sus víctimas son, de lo que tienen o de lo que proyectan y siente vergüenza de lo que es, rabia por lo que no tuvo y dolor porque nada le llena, pero jamás dejará que nadie lo sepa.
La relación con un narcisista es como una montaña rusa. Al inicio todo es espectacular y casi perfecto. Son personas que nos deslumbran, que saben qué tecla tocar para sorprendernos, para que creamos que las necesitamos generando, así, una dependencia.
Ahora bien, tras ese ascenso llega una caída en picado: la primera decepción, la primera agresión emocional y el primer escalofrío al comprobar cómo es su auténtica personalidad. No es fácil alejarse o romper la relación con un narcisista. Ese viaje de subidas y bajadas agónico proseguirá durante mucho más tiempo.
Todos podemos caer en la trampa de este tipo de personalidad. Todos podemos ser “gacelas” para este tipo de depredadores. A veces, de hecho, basta con nacer en una familia concreta. Los padres y las madres narcisistas son una realidad tristemente común.
Es muy fácil quedar atrapados en la tela de araña de este tipo de perfil, pero lo que ya no es tan sencillo es salir de ella. Recordemos siempre que recuperar la dignidad y el bienestar implica tomar decisiones y alejarnos de lo que no nos conviene. Como “gacelas”, tenemos el poder de saltar y de correr rápido cuando lo necesitamos.
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