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viernes, 29 de septiembre de 2017

Familias tóxicas

Fuente: “Kintsukuroi. El arte de curar heridas emocionales” de Tomás Navarro.

Es posible que seas la persona más afortunada del mundo y tengas una familia maravillosa. Sin embargo, por cada familia feliz hay cientos que son infelices.

Muchas veces, hay familias maravillosas porque tienen que ser maravillosas sí o sí. El deseo de que así sea, es más un deseo que una realidad. Hay mucho autoengaño.

Nacemos donde nacemos. No elegimos a nuestros padres ni nuestro contexto familiar. Nuestros padres y hermanos pueden ser encantadores o ser asesinos en serie. No depende de nosotros lo más mínimo.

Lo ideal, sin ningún tipo de dudas, es que te lleves bien con tu familia, pero a menudo no solo no es posible, sino que el precio que tienes que pagar por conseguirlo es demasiado elevado.

Las relaciones familiares provocan mucho sufrimiento, así como nefastas consecuencias negativas que perduran años y años. No se puede tolerar cualquier cosa por el mero hecho de que quien lo haga sea tu padre, tu madre o tu hermano. No se puede tolerar todo. No se puede tolerar el maltrato físico o psicológico, ni el sufrimiento gratuito.

Yo estoy a favor de la vida familiar, pero solo si es buena para todos los integrantes. Tener un lazo de sangre no implica que haya que sentir un lazo afectivo.

Si no encajas en la familia que tienes, no te sientas mal por ello. Quizás tenéis prioridades, valores o puntos de vista diferentes. Si no puedes convivir con alguien que maltrata a otras personas, que roba, que es machista, homófobo, mentiroso o manipulador, no tienes nada de qué avergonzarte. No te sientas culpable. Ten cuidado con la culpabilidad originada por la propia familia o sus emisarios.

Es posible que no quieras a tu familia. No pasa nada, no se puede querer a quien te hace daño continuamente. No eres un bicho raro. La mayoría de las personas sufren directa o indirectamente por culpa de sus familias. El origen de muchos problemas de salud mental está en la familia.

Posiblemente no te entiendan. No tienes nada que justificar. No tienes por qué dar explicaciones.

Suelta lastre, deja de cargar con lo que te limita. Tu familia no tiene por qué atraparte ni condicionarte. Empieza a escribir tu propio destino.

Esto no significa que haya que renunciar a formar tu propia familia. Precisamente has tenido una gran lección de vida y tú puedes ser el origen de una familia donde reine el respeto y el amor.


sábado, 23 de septiembre de 2017

La frustración de Noé

Fuente: “La culpa es de la vaca. 2ª parte” de Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo.

Aproximándose el año 2050, el Señor bajó a la Tierra y así le habló a Noé:

—Dentro de seis meses haré llover cuarenta días y cuarenta noches hasta que todo tu país sea cubierto por las aguas y los malvados sean destruidos. Solo voy a salvarte a ti, a tu familia y a una pareja de cada especie animal viviente en tu patria. Te ordeno que construyas un arca y reúnas a los animales para que en seis meses estén todos aquí, listos para embarcar.

—Pero, Señor... —intentó argumentar Noé, un humilde carpintero de provincia.

—¡Por favor, Noé, haz lo que te digo! —ordenó el Señor—. ¡En este país la perversión, la corrupción y la injusticia han alcanzado un grado intolerable! Las ansias de poder y de riqueza han hecho olvidar a sus habitantes mis enseñanzas. Han dejado de lado el amor al prójimo y el respeto a sus semejantes. ¡Les voy a dar un castigo ejemplar!

—Haré lo que tú ordenas, Señor —dijo Noé, que era un hombre extraordinariamente recto, bueno y piadoso.

Pasaron seis meses, el cielo se oscureció y el diluvio comenzó. El Señor bajó de nuevo y pudo ver a Noé llorando amargamente en la puerta de su casa. No había construido el arca y solo unos pocos animales vagaban alrededor de su humilde vivienda.

—¿Dónde está el arca, Noé? —preguntó Dios.

—Perdóname, Señor —suplicó el pobre hombre—, hice lo que pude, pero encontré grandes dificultades:

Para construir el arca tuve que gestionar un permiso, conseguir que me aprobaran los planos del proyecto y pagar impuestos altísimos. Después me exigieron que el arca tuviera un sistema de seguridad contra incendios y diferentes vías de evacuación, lo que solo pude arreglar sobornando a un funcionario.

Algunos vecinos se quejaron de que estaba trabajando en una zona residencial y perdí mucho tiempo para conseguir la autorización, pues en el Ayuntamiento pretendían una contribución para la campaña de reelección del alcalde. Pero el principal problema lo tuve para conseguir la madera, pues en la Delegación de Medio Ambiente no entendían que se trataba de una emergencia y me dijeron que, según un decreto en el que no se contempla la construcción de arcas, solo había madera disponible para las embarcaciones de mar.

Luego apareció el sindicato que, apoyado por el Ministerio del Trabajo, me exigía dar empleo a sus carpinteros afiliados. Mientras tanto, comencé a buscar a los animales de cada especie y, como no eran para el zoológico, el Ministerio de Agricultura me obliga a rellenar infinidad de formularios y pagar unos impuestos imposibles de afrontar. El Ministerio de Obras públicas, por su parte, me exigió un plano de la zona que se inundaría y cuando les envié un mapa del país, me iniciaron un proceso por desacato.

Por último, El Ministerio de Hacienda consiguió una orden judicial para que la policía entrara en mi casa en busca de facturas para una inspección tributaria y me desbarataron lo poco que había logrado avanzar en la construcción del arca.

Noé acabó su relato y el Señor no dijo nada. Puso su brazo afectuosamente sobre el hombro de Noé y al cabo de unos instantes la lluvia cesó. El cielo comenzó a despejarse. Apareció un sol brillante y un bello arco iris se desplegó sobre el firmamento.

—Señor, ¿significa esto que no vas a destruir a mi país? —preguntó Noé con los ojos esperanzados, aunque todavía llorosos.

—No, Noé —respondió Dios con una mirada comprensiva—, no es necesario: alguien ya se está ocupando de hacerlo...


domingo, 17 de septiembre de 2017

¿El casamiento baja del cielo?

Fuente: “Al sur de la razón” de Juan José Benítez.

En todas las culturas, el matrimonio siempre ha sido un pacto entre dos partes. Es decir, un arreglo humano que tiene como consecuencia la procreación y, sobre todo, la mutua ayuda. Lo ideal es que nazca del amor, pero no es el requisito básico y como cualquier otro negocio, el matrimonio también falla.

Como a otras muchas cosas, el ser humano ha añadido al matrimonio una supuesta divinidad. Somos nosotros quienes pretendemos que Dios se mezcle en los asuntos domésticos, bendiciendo o condenando nuestros éxitos o fracasos. Él, sin embargo, jamás toma partido. Él no condiciona. Él no juzga. Somos nosotros quienes nos empeñamos en mantener vivo lo que puede morir.

Alguien, intencionadamente, nos hizo creer que el matrimonio tiene un carácter sagrado y, en consecuencia, indisoluble.


lunes, 11 de septiembre de 2017

Buscar reconocimiento

Fuente: “Resultados extraordinarios” de Bernardo Stamateas.

Mucha gente, cuando hace las cosas, siempre está esperando la felicitación, que se le diga que lo ha hecho estupendamente o que se le dé las gracias.

Tu motivación nunca debe ser buscar el reconocimiento.

Si te mueves por reconocimiento vivirás siempre frustrado, porque cuando el reconocimiento es la única motivación, la autoestima siempre estará en manos de los demás y dependiendo de cómo los otros reconozcan tu trabajo, así te sentirás. Los otros tendrán la llave de tu estado de ánimo.

Cuando el reconocimiento está en tus manos, eres libre de la opinión de los demás.

No busques el reconocimiento de los otros y estarás libre de la gente; es lo mejor que te puede pasar.


martes, 5 de septiembre de 2017

La necesaria autoridad

Fuente: “Tu fuerza interior” de Bernardo Stamateas.

El 16 de junio de este año en la entrada titulada “Estaré aquí mismo…”, hablando de mis alumnos/as, comentaba la importancia de que las familias entiendan que la educación de sus hijos e hijas es una tarea compartida y depositen en mí su confianza y la autoridad necesaria para educarlos. Pero ¿qué es la autoridad? En contra de lo que todo el mundo cree, no es dar órdenes, sino tomar decisiones.

Si una madre le dice a su hijo: “Avisa a tu hermana de que salimos a las once y dile que esté lista para esa hora”, él seguramente le va a dar órdenes a la hermana para que se dé prisa, pero este chico no está ejerciendo autoridad; la que ejerció autoridad es la madre que decidió qué debía hacer cada uno.

La autoridad consiste en el ejercicio de la capacidad de decidir. Cada vez que vamos al médico y nos prescribe una medicación, el profesional ejerce autoridad porque decide qué es lo mejor para sus pacientes.

Los niños pequeños no deciden. Somos los padres los que decidimos qué comen, cómo se visten, cuál es el ritmo de la casa, etc. Cada vez que decidimos marcamos un camino a seguir. Cuando dices a un hijo: “Primero tienes que estudiar y después puedes ir a jugar”, estás marcando, decidiendo, mostrando un rumbo, transmitiendo un valor.

Se hace uso de la autoridad para lograr algo. La razón por la que tomamos decisiones sobre nuestros hijos y por la que ejercemos nuestra autoridad es para que ellos liberen su potencial, aprendan a volar y a ser libres. Esa es la diferencia con el autoritarismo, que ejerce maltrato para que el otro no vuele, para que no libere su potencial, para lastimarlo.

Hoy muchos chicos crecen en hogares donde nadie ejerce autoridad. Los hijos que crecen en una casa donde los padres no toman decisiones, lo hacen con inseguridad y temor. Algunos de estos padres piensan que si la ejercen serán tan autoritarios como lo fueron sus propios padres, pero autoridad no es autoritarismo, sino ayudarles a asumir responsabilidades y a crecer.

Imaginemos un niño que comienza a asistir a la escuela. Al principio, los padres le decimos: “Vamos a ver qué tarea tienes que hacer…”, incluso podemos hacerla juntos. Luego, a medida que va avanzando y aprendiendo, le seguimos recordando que tiene tarea. Hasta que llega el momento en que ya la hace solo. Vamos tomando menos decisiones a medida que nuestros hijos crecen en responsabilidad.

Cuando un profesor/a que tiene un grupo de niños/as a su cargo, no toma decisiones (no ejerce autoridad), tarde o temprano sufrirá las consecuencias, porque dará órdenes ambiguas. El profesor/a podrá trabajar mucho, pero los niños y niñas no entenderán sus órdenes y harán lo que quieran o puedan y su trabajo no tendrá un resultado efectivo.

Es fundamental sentarse a determinar qué queremos y qué no queremos. Cuando un profesor/a ve claramente y es responsable (si no hay responsabilidad, tampoco hay autoridad), puede tomar las mejores decisiones, los alumnos/as tendrán órdenes claras e indicaciones específicas y se facilitará el camino para que todo salga bien.

¿Cómo transmitir a nuestros alumnos una decisión que se expresa en forma de orden? Las órdenes tienen que transmitir motivación. Necesitamos dar indicaciones bajo la visión de la meta a alcanzar. “Este es el objetivo, hacia allí nos dirigimos y lo vamos a lograr”. Cuando un niño entiende para qué hace lo que hace, todo resultará más fácil. No es bueno usar el temor, porque el que obedece bajo temor lo hace sintiéndose resentido, frustrado, enojado… y, tarde o temprano, pasará factura.