El ajedrez es uno de los juegos más antiguos del mundo. Su origen ha dado lugar a muchos mitos y leyendas.
Existe una interesante historia según la cual, un rey llamado Shihram, aburrido de los juegos de azar superfluos, ordenó a un sabio brahmán llamado Sissa inventar un juego de ingenio digno de su realeza. Esta leyenda ubica el origen del ajedrez en la India, hacia el siglo V de nuestra era.
Sissa aprovechó para darle una lección de humildad al rey, demostrándole que todos los habitantes de su reino, aun los más pequeños, son importantes.
El brahmán le presentó un tablero cuadrado, dividido en sesenta y cuatro casillas, la mitad negras y la mitad blancas. Sobre dicho tablero se colocaban dos conjuntos de piezas, unas blancas y otras negras, cada una a un lado del tablero. Las piezas eran las mismas para ambos bandos y se regían por estrictas reglas de movimiento.
Cada bando contaba con ocho peones, dos torres, dos caballos, dos elefantes de guerra (alfiles), un consejero (reina) y un rajah (rey). El jugador que diese muerte al rey rival, ganaría la partida.
Conforme le enseñaba las reglas del juego, le demostró que era imposible derrotar a los ejércitos enemigos sin el total apoyo de su séquito. Cada pieza en el ajedrez y cada soldado de su ejército debían armonizar sus fuerzas para la victoria final, siempre protegiendo la vida del rey, la pieza más vulnerable del juego.
El rey Shirham, que comprendió la alegoría, se maravilló del nuevo juego y le ofreció la recompensa que considerase adecuada. Sissa no solicitó oro ni diamantes sino la siguiente cantidad de trigo: un grano de trigo para la primera casilla del tablero, dos granos para la segunda casilla, cuatro granos para la tercera, ocho granos para la cuarta, dieciséis granos para la quinta y así, siempre el doble, hasta alcanzar la casilla sesenta y cuatro.
Al monarca le pareció muy modesta esta extraña petición y ordenó a sus tesoreros que fueran por el trigo. Sin embargo, al hacer los cálculos necesarios se dieron cuenta de la fabulosa cantidad de granos de trigo que debían conseguir: dieciocho trillones, cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones, setenta y tres mil setecientos nueve millones, quinientos cincuenta y un mil, seiscientos quince granos de trigo.
Todo el trigo de la India no era suficiente para recompensar a Sissa.
El rey no pudo cumplir su compromiso y así Sissa le dio una segunda lección, en esta ocasión de prudencia y sagacidad.
- Los granjeros a los que se les daban bien los números
- Usar la imaginación
- Usar la imaginación (II)
- Usar la imaginación (III)
- Usar la imaginación (IV)