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jueves, 29 de agosto de 2019

El portero del prostíbulo

Este cuento está incluido en el Talmud. Esta versión es de Jorge Bucay recogida de su libro “Déjame que te cuente”.

El Talmud es un texto del judaísmo, elaborado entre los siglos III y V, que recoge discusiones rabínicas sobre las leyes judías, tradiciones, costumbres, narraciones y dichos, parábolas, historias y leyendas.

«No había en aquel pueblo un oficio peor visto y peor pagado que el de portero del prostíbulo... Pero ¿qué otra cosa podía hacer aquel hombre?

De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre había sido el portero de ese prostíbulo antes que él, y antes que él, el padre de su padre.

Durante décadas, el prostíbulo había pasado de padres a hijos y la portería también.

Un día, el viejo propietario murió y un joven con inquietudes, creativo y emprendedor, se hizo cargo del prostíbulo. El joven decidió modernizar el negocio.

Modificó las habitaciones y después citó al personal para darles nuevas instrucciones.

Al portero le dijo: “A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, me va a preparar un informe semanal. Allí anotará la cantidad de parejas que entran cada día. A una de cada cinco, les preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por semana, me presentará ese informe con los comentarios que usted crea convenientes”.

El hombre tembló. Nunca le había faltado predisposición para trabajar, pero...

— Me encantaría satisfacerle, señor — balbuceó—, pero yo... no sé leer ni escribir.

—¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar a que usted aprenda a escribir, por lo tanto...

—Pero, señor, usted no me puede despedir. He trabajado en esto toda mi vida, al igual que mi padre y mi abuelo...

No lo dejó terminar.

—Mire, yo lo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le daremos una indemnización, es decir, una cantidad de dinero para que pueda subsistir hasta que encuentre otro trabajo. Así que lo siento. Que tenga suerte.

Y, sin más, dio media vuelta y se fue.

El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a su casa, desocupado por primera vez en su vida. ¿Qué podía hacer?

Entonces recordó que a veces, en el prostíbulo, cuando se rompía una cama o se estropeaba la pata de un armario, se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisional con un martillo y unos clavos. Pensó que esta podía ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo.

Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, y solo encontró unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Tenía que comprar una caja de herramientas completa y, para eso, usaría una parte del dinero que había recibido.

En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no había ninguna ferretería, y que tendría que viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. “¿Qué más da?”, —pensó. Y emprendió la marcha.

A su regreso, llevaba una hermosa y completa caja de herramientas. No había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa; era su vecino.

—Venía a preguntarle si no tendría un martillo que prestarme.

—Mire, sí, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar… Como me he quedado sin empleo...

—Bueno, pero yo se lo devolvería mañana muy temprano.

—Está bien.

A la mañana siguiente, tal como había prometido, el vecino llamó a su puerta.

—Mire, todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?

—No, yo lo necesito para trabajar y, además, la ferretería está a dos días de mula.

—Hagamos un trato —dijo el vecino—. Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos de vuelta, más el precio del martillo. Total, usted está sin trabajo. ¿Qué le parece?

Realmente, esto le daba trabajo durante cuatro días... Aceptó.

A su regreso, otro vecino lo esperaba a la puerta de su casa.

—Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?

—Sí...

—Yo necesito unas herramientas. Estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje y una pequeña ganancia por cada una de ellas. Ya sabe: no todos disponemos de cuatro días para hacer nuestras compras.

El exportero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.

“…No todos disponemos de cuatro días para hacer nuestras compras”, recordaba.

Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara para traer herramientas.

En el siguiente viaje decidió que arriesgaría algo del dinero de la indemnización trayendo más herramientas de las que había vendido. De paso, podría ahorrar tiempo en viajes.

Empezó a correrse la voz por el barrio y muchos vecinos decidieron dejar de viajar para hacer sus compras.

Una vez por semana, el ahora vendedor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes. Pronto se dio cuenta de que si encontraba un lugar donde almacenar las herramientas, podía ahorrar más viajes y ganar más dinero. Así que alquiló un local.

Después amplió la entrada del almacén y unas semanas más tarde añadió un escaparate, de manera que el local se transformó en la primera ferretería del pueblo.

Todos estaban contentos y compraban en su tienda. Ya no tenía que viajar, porque la ferretería del pueblo vecino le enviaba sus pedidos: era un buen cliente.

Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más alejados prefirieron comprar en su ferretería y ahorrar dos días de viaje.

Un día, se le ocurrió que su amigo, el tornero, podía fabricar para él las cabezas de los martillos. Y después... ¿Por qué no? También las tenazas, las pinzas y los cinceles. Después vinieron los clavos y los tornillos...

Para no alargar demasiado el cuento, te diré que en diez años aquel hombre se convirtió en un millonario fabricante de herramientas, a base de honestidad y trabajo. Y acabó siendo el empresario más poderoso de la región.

Tan poderoso era que, un día, con motivo del inicio del año escolar, decidió donar a su pueblo una escuela. Además de leer y escribir, allí se enseñarían las artes y los oficios más prácticos de la época.

El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de homenaje para su fundador.

A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y abrazándole le dijo: “Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos que nos conceda el honor de poner su firma en la primera página del libro de honor de la escuela”.

—El honor sería para mí —dijo el hombre—. Creo que nada me gustaría más que firmar allí, pero no sé leer ni escribir. Soy analfabeto.

—¿Usted? —dijo el intendente, que no alcanzaba de creerlo— ¿Usted no sabe leer ni escribir? ¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir.

—Yo se lo puedo contestar —respondió el hombre con calma. —Si yo hubiera sabido leer y escribir... ¡sería el portero del prostíbulo!».

Generalmente los cambios son vistos como adversidades, pero estas, a veces, encierran bendiciones. Las crisis están llenas de oportunidades. Cambiar puede ser tu mejor opción.


sábado, 24 de agosto de 2019

Todas las respuestas

 “Endless love” (“Amor sin fin”. Banda sonora de la película “El mito”). Piano.

«—Pero temo que jamás vuelva a verte… —dijo Alicia.
—Oh, mi querida Alicia, en el jardín de la memoria, en el patio de los sueños, es ahí donde nos encontraremos —respondió el Sombrerero.»
Lewis Carrol (“Alicia a través del espejo”)



Fuente: “El poder de confiar en ti” de Curro Cañete.

He tardado muchos años en comprender y aceptar algo que se sabe desde el principio de los tiempos: que lo de fuera es una proyección que nace desde dentro; que todo mi mundo parte de mí: mis experiencias, mis dificultades, mis deseos, mis enfados y mis ganas de vivir; que la transformación verdadera requiere mirar hacia dentro y que, después de iniciar mi viaje interior, mi vida nunca volverá a ser la misma. Evidentemente, seguiré teniendo problemas y tendré que curar nuevas y, tal vez, dolorosas heridas, pero ahora sé que en mi interior podré conectar con mi esencia, mi verdad, mi fuerza, mi guía y mi destino.

Tras la muerte de mis seres queridos, he pensado tanto en la muerte que ya no me asusta. No es que yo quiera morir, pero vivo siendo consciente de que este viaje puede acabar en cualquier momento. No debemos temer a la muerte, pero sí tenerla presente para anclarnos en lo más valioso de nuestra vida, para no desperdiciarla.

Quiero ser feliz y vivir, todo el tiempo posible, mi vida con pasión, con salud y buena energía, ayudándome a mí y a tantas personas como pueda. Para ello, he abandonado la comodidad, pongo los medios y hago lo necesario para que así sea. Cada día, desde que me levanto hasta que me acuesto, tengo la intención de experimentar, de no caer en las garras del desánimo, de crecer, amar y dar lo mejor de mí.

Cuando cierro los ojos y conecto con mi yo más profundo, siento que en mi interior están todos aquellos a los que quise y que ya no están en este mundo y, cuando les planteo dudas y preguntas sobre mí o sobre la vida, llegan hasta mí sus respuestas. A veces como tenues vibraciones y otras como pensamientos que brotan en mí desde las profundidades. Intuyo que las respuestas que llegan hasta mí con más claridad son aquellas que, quizás, ellos olvidaron en su viaje por la tierra...

- “El acto de generosidad más grande que puedes hacer por ti y por los que te rodean es ser feliz. Avanza al ritmo que puedas. Todos somos más capaces de lo que pensamos. Ten paciencia. Acéptate. Levántate cada vez que caigas y empieza de nuevo siempre que sea necesario. No te preocupes por lo que hoy aún no comprendes: ya lo comprenderás en el momento perfecto”.

- “El cielo también está aquí. Nunca olvides lo más importante: vive con amor y alegría cada día”.

- “La vida es un viaje de aprendizaje infinito. Hasta tu último aliento, no des por terminado tu aprendizaje. Mientras avanzas, disfruta del presente. Ayuda a los demás. No juzgues y canta tu canción. Confía. Todo irá bien”.


lunes, 19 de agosto de 2019

Las expectativas


Fuentes: “El libro del amor” de Ramiro A. Calle y “365 citas contigo” de Laura Chica.

Un hombre que vivía en un pueblo del interior de la India y nunca había tenido ocasión de contemplar el mar, había instalado con fijeza una idea en su mente: no podía morir sin ver el mar. Para ahorrar algún dinero y poder viajar hasta la costa, tomó otro trabajo además del suyo habitual. Ahorraba todo lo que podía y suspiraba por que llegase el día de estar ante el mar. Fantaseaba sobre lo maravilloso que debía ser el mar e imaginaba muchas cosas respecto a sus cualidades. Fueron años difíciles.

Por fin consiguió ahorrar lo suficiente para hacer el viaje. Tomó un tren que le llevó hasta las cercanías del mar. Se sentía entusiasmado y gozoso. Llegó hasta la playa y observó el fantástico espectáculo. ¡Qué olas tan mansas! ¡Qué agua tan bella! Se acercó hasta la orilla, cogió un poco de agua con la mano y se la llevó a los labios para degustarla. Entonces, desencantado y abatido, pensó: “¡Qué pena que sepa tan mal con lo hermosa que es!”.

Y se sintió muy desilusionado.

Cuando creemos que la vida nos ha fallado, es porque teníamos otro plan. Es justo ese plan imaginario lo que nos ha fallado, no la vida.

Nos hace daño lo que esperamos que pase y no pasa, no lo que pasa. Nos hace daño lo que esperamos que nos diga alguien y no nos dice, no lo que nos dice. Nos hace daño lo que esperamos de la vida, no la vida.

No aceptamos que la realidad tenga un curso diferente a lo que habíamos pensado o imaginado porque el cerebro da por cierto lo que pensamos con tanta fuerza, que a veces cuesta aceptar que la vida traiga algo diferente.

La vida es como es, no como queremos que sea. Los acontecimientos no piensan. Cada uno de nosotros da un significado diferente a lo que acontece y elige cómo deja que le influya lo que pasa cuando no le gusta que pase porque no lo esperaba. Darnos cuenta de que está funcionando el mecanismo basado en la expectativa, nos ayudará a reconducir la forma de mirar y vivir lo que pasa.

Hemos de mirar lo que está pasado, lo que es, no lo que quisiéramos que fuera, abrir nuestras expectativas a la realidad y abrazar el ahora. Quizá es diferente a lo que esperábamos, pero es lo que es.

Cada persona crea su vida a su manera, con lo que quiere, con lo que siente, con lo que es, con lo que se permite ser...


miércoles, 14 de agosto de 2019

Usar la imaginación (III)

Ir de víctima no convence a nadie (ni siquiera a ti mismo).


Este cuento está incluido en el libro “Rompe con tu zona de confort” de Gregory Cajina.

«En la Segunda Guerra Mundial, un soldado fue enviado al frente en pleno invierno. Sus condiciones eran penosas: apenas tenía acceso a alimento o a una ropa adecuada mientras balas y obuses se rifaban su vida cada día, tarde y noche.

Sin embargo, él aguantaba jornada tras jornada el envite gracias a los recuerdos de su novia, que lo esperaba en su país, y cuya foto portaba en un bolsillo del uniforme. Cada noche, si podía, el soldado miraba esa foto, cubierta ya de mugre y barro, y soñaba con el día en que regresaría de vuelta a sus brazos. Esa mujer era la razón que lo mantenía vivo.

Una mañana, llegó el correo con una breve carta de su novia. En ella, sin circunloquios, le decía que lo dejaba, que había hallado el amor en brazos de otro hombre y que, por favor, le devolviera la foto que le dio antes de partir al frente.

El soldado, herido en el alma, hizo lo que cualquier persona con resolución y dignidad hubiese hecho: habló con los compañeros de la unidad a quienes también había abandonado sus novias y les pidió que le dieran todas las fotos que ya no querían guardar de aquellas mujeres.

Consiguió recopilar quince o veinte fotos, las metió en un sobre y en un trozo de papel escribió rápidamente: “Ahora no recuerdo quién eres. Por favor quédate con la foto en la que aparezcas tú y devuélveme las demás”».

Solo hay verdugo si hay víctima.

Solo es víctima quien cree que lo es.


viernes, 9 de agosto de 2019

Poner palabras al sentido del humor

“Todos los botiquines de urgencias deben incluir una dosis de humor”.


Fuente: “Somos lo que hablamos” de Luis Rojas Marcos.

Echarle un poco de sal a nuestro lenguaje, tanto social como privado, o infundir una dosis de humor y ocurrencia a nuestras palabras son herramientas muy sanas y eficaces para conectarnos con nuestros semejantes y también para proteger nuestro equilibrio emocional en tiempos de crisis.

La función del humor es ayudarnos a percibir la comicidad en nosotros mismos y en las circunstancias confusas o adversas. Ejerce un efecto calmante a la hora de explicarnos situaciones incoherentes o compartirlas con los demás. De hecho, la perspectiva humorística constituye una estrategia para defendernos de la tensión emocional, del miedo y de la ansiedad. Las personas que explican los malos momentos en un lenguaje jocoso los toleran mejor. No cabe duda de que el sentido del humor fomenta las relaciones beneficiosas entre las personas en muchas circunstancias difíciles.

El humor toma a menudo la forma de chistes, esas historias breves, ocurrentes y graciosas que se cuentan para provocar sorpresa y risa en quienes las escuchan. Suelen ser juegos de palabras o conceptos con connotaciones cómicas, con argumentos de doble sentido y una cierta dosis de incoherencia.

Cada cultura tiene su estilo de humor o comicidad, por lo que chistes que se consideran graciosos en una sociedad no lo son en otra. Estos chascarrillos tienen una función social y buscan conectar a la persona que los cuenta con su audiencia provocando hilaridad y risa, ese fruto saludable del sentido del humor.

El beneficio principal del lenguaje del buen humor es que nos alegra la vida y, de paso, también la alarga. Científicamente está demostrado que el sentido del humor ayuda a las personas a afrontar mejor las enfermedades crónicas y, por consiguiente, incrementa su esperanza de vida.

La alegría y la risa se conectan en ambas direcciones: del mismo modo que la alegría produce la risa, la risa también produce en nosotros emociones alegres. De ahí la risoterapia, una práctica muy antigua que busca producir beneficios emocionales por medio de la risa y aprovecha, además, su poder contagioso.


domingo, 4 de agosto de 2019

Mariposas (III)


Significado del símbolo Ѱ (Psi)

Hace unos días visité una exposición de instrumentos musicales. En realidad, eran dos en una: “Instrumentos sagrados: La voz del ritual” y “El bestiario sonoro: El ser humano, los animales y la música”.

Al pasar por la vitrina del laghouto, instrumento de cuerda pulsada de origen griego, llamó mi atención que la leyenda explicativa llevara por título “El laghouto y la mariposa”.

Comprobé, con agrado, que el instrumento estaba decorado con una preciosa mariposa de nácar incrustada. Lo que para mí supuso una sorpresa, aparentemente sin sentido, fue que, tras una brevísima explicación sobre el origen, historia y características del instrumento, se expusiera el origen del nombre “Psicología” y del empleo de la letra Psi (Ψ) del alfabeto griego para representarla. Digo “aparentemente” porque a estas alturas, nada me parece casualidad. Nada. Por eso, he decidido hacer esta entrada.

El símbolo Ψ, dibujo estilizado de una mariposa con las alas desplegadas, aparece a partir de la unión de la letra Psi con la palabra griega “Psique”, que originalmente significó “mariposa” y más tarde pasó a utilizarse con el significado de “soplo de brisa”, “aliento”, “ánimo” y, finalmente, “alma” o “mente”.

Los griegos creían que cuando moría una persona y exhalaba su último aliento, el alma abandonaba el cuerpo volando en forma de mariposa, quizá porque este insecto representa perfectamente el proceso de metamorfosis.

El símbolo es, además, fonéticamente, una onomatopeya, es decir, imita el sonido que una persona produce al expirar. Sería, por tanto, el sonido que hace el alma al escaparse del cuerpo.

Antiguamente, al alma se le atribuía la capacidad de pensar y sentir y la psicología era considerada la ciencia que estudiaba el alma. Hoy en día, la palabra alma se utiliza en un sentido filosófico y/o religioso.

En la mitología griega el alma humana es representada por Psique, hija del rey de Anatolia, que terminará casándose con el dios Eros y siendo una diosa inmortal. Este proceso de transformación o cambio puede compararse con el proceso de metamorfosis de la mariposa. Por eso, a Psique se la representa como una adolescente con alas de mariposa.

Para muchos, la psicología, al igual que la mariposa, representa bienestar, tranquilidad, dicha, aliento, valor, ánimo, avance, crecimiento, cambio, transformación, equilibrio… Es increíble lo mucho que un símbolo puede representar y expresar. Mucho más que las palabras.


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- La mariposa azul
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- Mariposas (II)
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