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miércoles, 27 de junio de 2018

Las vacaciones perfectas


Fuente: “365 ideas para cambiar tu vida” de Francesc Miralles.

A finales del siglo XIX, Orison Swett Marden —precursor de los libros de autoayuda— resumía así los doce objetivos de unas genuinas vacaciones.

1. Recobrar la alegría y el optimismo.

2. Incrementar el poder creativo.

3. Retomar fuerzas e ideas para crecer profesionalmente.

4. Liberarse de los miedos y tensiones acumulados.

5. Recuperar la confianza perdida y promover la salud.

6. Destensar y renovar el cuerpo y la mente.

7. Hacer nuevas amistades y reforzar las existentes.

8. Dejar atrás prejuicios, odios y celos que nos condicionan a lo largo del año.

9. Aprender de la naturaleza, de los libros, de la gente.

10. Lograr un perspectiva más amplia del mundo y de nosotros mismos.

11. Abandonar los senderos trillados para abrir nuevas vías e ideas.

12. Volver al trabajo con entusiasmo renovado.

Una buena noticia: todos esos objetivos son alcanzables en unas vacaciones en casa.


viernes, 22 de junio de 2018

Quiero ver a Dios


Fuente: “La culpa es de la vaca. 2ª parte” de Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo.

Dicen que un niño pequeño quería ver a Dios. Como sabía que era un viaje largo y duro, metió en su mochila algunos dulces, refrescos, caramelos y ropa. Al entrar en el parque se encontró, sentada en un banco, a una anciana que estaba contemplando las palomas. Se sentó junto a ella, abrió su mochila y sacó su merienda. El niño le ofreció un pastelito. Ella lo aceptó y le sonrió. Como al niño le agradó su expresión y quería verla sonreír de nuevo, le ofreció un refresco.

Allí estuvieron toda la tarde, comiendo y bebiendo, pero no se dijeron ni una sola palabra. Cuando oscureció, el niño se dio cuenta de lo tarde que era; se levantó, se despidió y le dio un abrazo de despedida. Ella, después de abrazarlo, le regaló la sonrisa más grande y bonita de su vida.

Cuando el niño llegó a su casa, su madre advirtió el gesto inmensamente feliz de su hijo y le preguntó:

—¿Qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?

El niño contestó:

—¡Mami, hoy merendé con Dios! y, ¿sabes?, ¡tiene la sonrisa más hermosa que he visto!

Mientras tanto, la anciana, radiante de felicidad, regresó a su casa y su hijo, sorprendido, le preguntó:

—Mamá, ¿qué hiciste hoy que vienes tan contenta?

Ella respondió:

—¡Comí con Dios en el parque! y, ¿sabes?, ¡es más joven de lo que yo pensaba!

¿Estamos listos para ver en nuestro prójimo más que a una persona?


domingo, 17 de junio de 2018

Envejecer con confianza

A mi padre, mi mentor.

  “You let me walk alone” (“Me dejas caminar solo”). Michael Schulte.


Fuente: “El mejor momento es ahora” de Jack Kornfield.

Cuando me miro en el espejo, aunque mi pelo es ya gris, casi blanco, me veo en buena forma y en plenitud de facultades, pero mentiría si no dijera que percibo, también, que mi cuerpo está, naturalmente, envejeciendo.

No niego el valor de llevar una vida saludable para seguir activa y en forma, pero soy consciente de que el deterioro es y será real e inevitable. No quiero sufrir por ello ni que el miedo me paralice. No deseo perder el tiempo quejándome ni resistiéndome. Quiero aceptarlo con elegancia.

La vida humana es un misterio que tiene fecha de caducidad. Sí o sí, la muerte me llegará, pero quiero envejecer con confianza para poder gozar del día a día y danzar con la vida mientras me sea posible.

Deseo confiar… de la misma manera en que, entregándome al reparador sueño, “muero” cada noche y, a la mañana siguiente, me despierto “renacida” a un nuevo día.

Tengo presente que yo no elijo. Dios decide. Doy gracias al cielo y el poder de la palabra “gracias” neutraliza los venenos de la tristeza, la ira y el desánimo.

Quiero servir al mundo y vivir con amor hasta el final.

Mi corazón confía. Esa es mi libertad.


martes, 12 de junio de 2018

La madre previsora

Fuentes: “Lecturas 3” de I. Canal, T. Serra, R. Vilardell y “El mejor momento es ahora” de Jack Kornfield.

Una madre decidió subir a la montaña con sus hijos. Antes, meditó mucho sobre lo que debía llevarse. Quería tenerlo todo previsto.

Podía llover, por ejemplo, así que debían llevarse los impermeables y zapatos y calcetines de recambio.

También podía suceder que se hiciera pronto de noche, así que la señora cogió una linterna para cada uno.

Se podría dar el caso de que se perdieran y tuvieran que pasar la noche fuera de casa. La mujer se llevó la tienda de campaña y sacos de dormir, un camping-gas, una olla grande y comida para un par de días.

¿Y si se ponían enfermos durante el camino? Era preciso llevarse medicamentos para distintas enfermedades. ¡Ah! ¡Y vendas!

Entonces se le ocurrió que podían tropezar con una zona de niebla. Así pues ató a sus hijos por la cintura con una cuerda bien gorda para que siguiesen sus pasos y nadie se perdiera.

Comenzaron a subir la montaña cargados como mulos. Pero no fueron muy lejos. La mujer pisó una caca de vaca y, como iba tan cargada, resbaló montaña abajo llevándose consigo a sus hijos, que iban atados con la cuerda.

La mujer no había previsto que podía haber un “regalito” de vaca en mitad del camino.

Vivimos en una cultura que fomenta la creencia de que podemos controlarlo todo. Procuramos comer de forma sana, nos pasamos la vida pendientes de las previsiones meteorológicas por si anuncian tormentas y hacemos largas colas en los controles de seguridad de los aeropuertos, pero, en última instancia, nadie puede predecir enfermedades, tornados, accidentes o cuánto tiempo viviremos.


jueves, 7 de junio de 2018

Ajustar cuentas


Fuentes: “Pensamientos cotidianos” de Omraam Mikhaël Aïvanhov y “Si...” de Rudyard Kipling.

A veces, por casualidad, descubrimos que personas en las que confiábamos nos agreden vertiendo a nuestras espaldas comentarios malintencionados o falsas acusaciones y, aunque podamos intuirlo, no sabemos por qué actúan de esta manera.

En el momento en que lo descubrimos sufrimos una gran decepción, consideramos que esas personas no merecen ningún tipo de comprensión y nos invade un deseo de actuar a nivel emocional y ajustar cuentas personales.

Sin embargo, tenemos que actuar con sabiduría y mantener la serenidad y la calma, especialmente si no nos queda más remedio que seguir relacionándonos con esas personas. Hemos de actuar con la suficiente fortaleza para levantar un escudo invisible, no involucrarnos y ni tan siquiera hacerles reproches.

Evidentemente, no olvidaremos lo sucedido ni le restaremos importancia. Ya no podremos fiarnos de esas personas y estaremos vigilantes… No debemos pecar de ingenuos.

Se trata, en definitiva, de conservar la cabeza, aunque muchos a nuestro alrededor la hayan perdido, de no permitir que quien quiera herirnos nos haga una herida, de no buscar más odio que el odio que nos tengan.

...Y seguir adelante.


domingo, 3 de junio de 2018

Guardar silencio

Fuente: “Enquiridión” de Epicteto.

Epicteto (Hierápolis, 50 – Nicópolis, 135) es un filósofo griego de la escuela estoica. El “Enquiridión” es un pequeño manual con consejos éticos estoicos compilado por Flavio Arriano, un alumno de Epicteto, en el año 135.

«Guarda el silencio cuanto te fuere posible. Nunca digas sino lo que absolutamente es necesario, y en ello emplea las menos palabras que pudieres. Cuando se ofrezca la ocasión de hablar, no te pongas a discurrir de los gladiadores, ni de los juegos del circo, ni de los luchadores, ni del comer y beber, ni de todas las demás impertinencias con que la mayor parte del mundo se entretiene. Mas, sobre todo, advierte que en tus discursos no uses de alabanzas ni desprecios, ni hagas comparación de personas.

Cuando estuvieres entre tus amigos, si la conversación fuere poco honesta, haz cuanto pudieres para hacerlos mudar de discurso; mas, si estás entre extraños, no hables palabra».