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domingo, 31 de marzo de 2019

Historia de un sueño (II)

Dedicado a las personas que, tras la muerte de un ser querido, han perdido la alegría de vivir y son asaltadas, a menudo, por episodios de tristeza que no logran controlar. Deseo que superéis vuestro duelo particular y abandonéis la coraza de melancolía que os impide regresar a la vida.


Este cuento está incluido en el libro “50 cuentos para aprender a meditar” de Manuel Fernández Muñoz.

Hace mucho tiempo, una mujer sufrió la pérdida repentina de su marido. Habían estado toda la vida juntos y ella se pasaba todo el día llorando.

Como no consiguió acostumbrarse a su ausencia, un día entró en el templo y, de rodillas, suplicó a Dios que le mostrara dónde estaba su marido: en el cielo, en el infierno o si, sencillamente, había dejado de existir.

Esa misma noche tuvo un sueño. Soñó que un ángel la acompañaba hasta un lugar muy hermoso: un bello jardín donde cientos de globos de colores se elevaban por el cielo. Tan impresionada quedó ante lo que estaba viendo, que quiso saber adónde iban todos esos globos. El ángel, mirándola con dulzura, le dijo: “Viajan hasta Dios. Son las almas de las personas buenas que han dejado ya sus cuerpos humanos”.

En ese momento, la mujer se dio cuenta de que había algunos globos que estaban sujetos a la tierra por un cordel y le preguntó al ángel: “¿Entonces los globos que están sujetos son los de las almas que se han portado mal y no pueden llegar hasta Dios?”.

“¡No!”, respondió el ángel. “Son las almas que están amarradas por el sufrimiento de sus seres queridos, que no las dejan irse. Se quedan atrapadas aquí, sufriendo, porque sus familiares no las han sabido soltar”.

En aquel momento la mujer, comprendiendo lo que el ángel quería decirle, no pudo contener las lágrimas e hizo el firme propósito de aceptar la realidad y de superar el dolor de la pérdida, sabiendo que algún día su marido y ella volverían a reunirse “en la habitación de al lado”. (Así llamaba San Agustín a la otra vida).

Y justo en ese momento, un globo se soltó de su cordel y subió hasta el cielo.

Al ver esto, el ángel sonrió y ella despertó del “sueño”.


martes, 26 de marzo de 2019

Diferentes tipos de cerebros

Fuente: “Resultados extraordinarios” de Bernardo Stamateas.

La inteligencia está en todo el cuerpo humano y cada experiencia que vivimos se desarrolla predominantemente en un área de nuestro organismo, las cuales funcionan como “cerebros”.

Se dice que los seres humanos usamos el 10% de nuestro cerebro, pero es un error: solo aprovechamos la diezmilésima parte. Lo mismo sucede en el plano espiritual.

Un cerebro está en la cabeza, otro está en las entrañas o los intestinos, otro en el corazón y hay un cuarto cerebro, que es el que se encuentra en nuestro espíritu.

Por eso, cada vez que percibimos algo, lo hacemos con los diferentes cerebros y reaccionamos en base a ello. Las funciones que cumple cada uno de ellos son las siguientes:

Cerebro de las entrañas

La frase más común para identificarlo es: “siento un nudo en el estómago”.

Este cerebro se pone en funcionamiento cuando pasas por una experiencia traumática y la somatizas en el estómago.

Este malestar que sientes no es por haber comido, sino que se trata de lo que esa experiencia ha provocado en tu cuerpo. Este cerebro es independiente del cerebro de la cabeza, pero está conectado con él.

Cerebro de la cabeza

Es el que más se utiliza. Habitualmente es conocido como el cerebro racional.

Cerebro del corazón

Es el que nos estimula y nos ayuda a responder ante la vida. Es el que nos impulsa a sobresalir y a ponernos metas. Por eso, las personas que tienen baja estima, no usan el cerebro del corazón.

El cerebro del corazón busca nuevas oportunidades para aprender a crecer y elabora una interpretación de lo que los demás sienten, funcionando como un radar que detecta oportunidades.

Cuando tenemos que tomar una decisión importante en la vida, debemos tener en cuenta qué piensa cada uno de estos tres cerebros.

Cerebro o inteligencia espiritual

Es una inteligencia superior que permite resolver algunos asuntos que no pueden solucionar los otros tres cerebros. Hay muchas personas que no han activado esta inteligencia y, sin embargo, es de aquí, de este lugar, de donde surgirán los límites y las barreras con que uno deberá enfrentarse para alcanzar sus sueños.

No todos los seres humanos usan este cerebro y es solo para algunos privilegiados.


jueves, 21 de marzo de 2019

La corneja

Fuente: “La llave de la paz interior” de Ramiro A. Calle.

Cierto día una corneja cogió con su pico un buen pedazo de alimento abandonado y remontó el vuelo. De repente, comprobó que un gran número de cornejas la seguían con el ánimo de robarle el trozo de carne. Se sintió gravemente amenazada, tanto que temió, incluso, por su vida.

¿Qué hacer en una situación como esa? Soltó el alimento y siguió remontando el vuelo. Poco después, desde la distancia, contempló cómo todas las cornejas se lanzaban hacia el alimento, se lo disputaban, luchaban brutalmente entre ellas, hallaban la muerte y sus cuerpos se precipitaban al vacío.

Mientras tanto, libre y dichosa, la corneja inteligente partía al encuentro con la libertad total.

Suelta, suelta, suelta. Suelta los apegos, las rencillas, los odios y los rencores... Suelta y vuela.


sábado, 16 de marzo de 2019

Esos locos bajitos

Fuente: “Rompe con tu zona de confort” de Gregory Cajina.

 “Esos locos bajitos”. Joan Manuel Serrat. (Piano: Paco Barron).

Si tienes hijos, sin duda querrás que no les falte de nada, que puedan disponer de la mejor educación y de los mejores cuidados; que disfruten de todo lo que tú no pudiste disfrutar… ¿Acaso no es esto lo mejor para ellos? No necesariamente.

Para los niños y niñas de mi generación, llegar a casa con las rodillas sucias y con sangre seca era la evidencia de que lo habíamos pasado bien en el parque. Nuestra madre nos mandaba a la ducha y la ropa, a lavar. Así de simple. No hacía falta la supervisión de adultos que montaran guardia para prevenir que alguien nos hiciera mal. Este rito corroboraba que habíamos estado experimentando; socializando; lidiando con los otros niños y niñas del barrio; negociando cromos, canicas y chicles; reclamando con asertividad lo que era nuestro; aprendiendo a compartir y, como el dinero no crecía en los árboles, si no teníamos para comprar algo, nos las ingeniábamos para generarlo y ahorrar. Pocos se quedaban en su casa-búnker.

Hoy sobreprotegemos a los pequeños. Un niño se tiene que ensuciar para aprender a integrarse, se tiene que hacer daño para aprender a cuidar de sí mismo, se la tiene que jugar para aprender a arriesgar, a levantarse, sacudirse el polvo y recomponerse.

El otro factor clave para su crecimiento es que se sientan queridos, no rodeados de cosas. La “ausencia estando presente” del padre/madre o tutor adulto (presencia física, pero ausencia mental y emocional) es tan lesiva para el futuro de niño como una agresión… Y esto no hay PlayStation que lo (sub)sane.

En otras palabras: lo que los niños y niñas necesitan es tiempo. El nuestro. Entre otras cosas para ayudarles a que afloren esas virtudes con las que nacen de fábrica. Hemos de descubrir aquello en lo que los niños despuntan y con lo que disfrutan para proporcionarles los recursos para que expriman esos talentos. Dejemos de condenarles a desarrollar solo los talentos más demandados por el mercado (“estudia algo con salida”; “hazte programador, que ganan una pasta”). Inculcándole esas ideas podrá convertirse, tal vez, en un individuo rico de mayor, pero un individuo que antes o después se preguntará: “Pero ¿qué demonios estoy haciendo con mi vida?”.

Nuestro legado a los pequeños debe ser que tengan autonomía para responsabilizarse de las decisiones que la vida, más pronto de lo que quisiéramos, les pondrá sobre la mesa en forma de problemas y retos.

Los hijos no son de nuestra propiedad. Nuestra misión para con ellos, paradójicamente, es que nos abandonen. Que llegue el día en que, si así lo desean, nos inviten a comer a su casa.


lunes, 11 de marzo de 2019

La soledad de los mayores

la ONG “Grandes Amigos” lleva a cabo una campaña de concienciación sobre la soledad no deseada y la exclusión social a la que se enfrentan a diario muchas personas mayores. Para ello, han realizado, con la colaboración altruista de la agencia de publicidad El Ruso de Rocky, el vídeo titulado “Familias hinchables”.

La protagonista es Paquita, una mujer de 85 años, que convive con toda una familia alrededor: su marido Agustín, su hijo y nuera, sus dos nietos y hasta un perro… Una familia de muñecos hinchables, de plástico.

Como Paquita, en España hay casi dos millones de personas mayores que viven y se sienten solas. Este sentimiento de soledad afecta a su calidad de vida, su salud y su dignidad. Estas personas, que ahora envejecen en soledad, pertenecen a una generación que se ha desvivido por nosotros.

Esta campaña persigue concienciar y despertar la participación ciudadana. Todos, con pequeñas acciones, podemos cambiar la vida de las personas mayores de nuestro entorno. Prevenir y paliar la soledad y sus efectos es un reto de toda la sociedad.

La solución a la soledad no deseada de las personas mayores pasa por regenerar los lazos afectivos y, para ello, participar en proyectos de voluntariado y de relaciones vecinales es una herramienta muy saludable, tanto para las personas mayores como para quienes realizan el voluntariado.

“Grandes Amigos”, que lleva quince años acompañando a las personas mayores solas, nos invita a sumarnos a sus proyectos de voluntariado y relaciones vecinales y a participar en la recaudación de fondos que permitirá ampliar los programas de acompañamiento.

Música: “Nisu Dominus” Rv 608: “Cum dederit” de Vivaldi (interpretada por Teresa Berganza)

Sin duda, una familia hinchable es una mala solución para nuestros mayores. Tal vez haya una familia de carne y hueso que los visite y los acompañe.

En una sociedad, cada vez más individualista, que va tan deprisa, donde apenas conocemos a nuestros vecinos, tenemos que recuperar la confianza en quienes nos rodean y aprovechar todo lo que las personas mayores nos aportan a la vez que contribuir a que puedan envejecer con dignidad, sintiéndose acompañadas y valoradas.


miércoles, 6 de marzo de 2019

Amor y desencanto

Fuente: “El libro del amor” de Ramiro A. Calle.

Muchas personas tienen necesidad de entronizar al ser querido y cuando éste no está a la altura de las circunstancias o de la imagen proyectada, se vienen abajo y se desencantan. Cuando el amor se sustenta sobre ilusiones, en cuanto fallan las idealizaciones, se desencadenan la tristeza, la frustración, el desencanto e incluso cierto resentimiento incontrolado que conducen al desamor o al desencuentro: el hijo se siente muy mal cuando el padre no cumple las expectativas, el padre se siente decepcionado cuando el hijo no asume la descripción que ha tejido sobre él, los hermanos se sienten dañados porque esperan demasiado de sus hermanos, los amigos se sienten defraudados cuando otros no han procedido como ellos, subjetivamente, pensaban que debían hacerlo.

El amor no debe “inventar” a las otras personas basándose en una infantil admiración y en falsas expectativas. Es signo del amor maduro aprender a ver y aceptar conscientemente a las personas queridas, al margen de proyecciones o esquemas previos. Se trata de contemplar a las otras personas y quererlas como son.

No hemos de sentir a nadie como imprescindible ni querer ser imprescindibles para los otros, pues ambas actitudes conllevan un sentimiento de manipulación y dependencia insana.

Nuestros deseos no tienen por qué ser los de los demás y tampoco podemos exigir que nos demuestren que nos quieren de la manera que se lo imponemos.


viernes, 1 de marzo de 2019

Cuentos egocéntricos

Fuente: “El libro del amor” de Ramiro A. Calle.


El novelista

Un afanado novelista iba dando un paseo cuando se encontró con un amigo. Durante media hora, sin parar, comenzó a hablar de sí mismo, mientras el amigo escuchaba paciente y educadamente. Hablaba y hablaba sobre sus proyectos, sus éxitos, sus viajes, sus ocupaciones y sus circunstancias. De repente, se detuvo un instante. Miró a su amigo a los ojos y le dijo:

—Bueno, basta ya de hablar de mí. Ahora hablemos de ti. ¿Qué te ha parecido mi última novela?


Soy perfecto

Se encuentran dos amigos que no se veían desde hacía mucho tiempo. Uno le pregunta al otro:

—¿Qué tal estás, amigo mío?

El otro responde:

—Mira, antes tenía un defecto y es que me creía el mejor. Ahora, por fortuna lo he superado y soy perfecto.

La persona egocéntrica está obsesionada consigo misma. El que es muy egoísta solo instrumentaliza su vida para el reforzamiento de su ego, apartándose cada vez más de su esencia. Las relaciones con los demás no son verdaderas porque el egoísta utiliza a los otros para reafirmar su ego, exigiendo, sutil o burdamente, halagos, afirmaciones narcisistas y beneplácitos.

Como no podemos gustar a todo el mundo, de la “autoimportancia” surgen la susceptibilidad, los celos, la envidia, el aislacionismo, el apego desmedido y la aversión. ¿Es eso amor a sí mismo? Ni la “egoestima” es autoestima ni la “egorrealización” es autorrealización.

El egocéntrico da vueltas imparablemente alrededor de su personalidad, sin poder aproximarse a lo más genuino y bueno de sí mismo. Además, para mantener su recalcitrante egoísmo, recurre a toda suerte de autoengaños y cae en sentimientos de superioridad o inferioridad y culpa siempre a los otros.