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lunes, 30 de julio de 2018

El poder de las pequeñas acciones

Parece que anoche te encontré en mis sueños...

 “Recuérdame”. Banda sonora de “Coco”. (Instrumental. Violín: Irazú Reséndiz).


Fuente: “Haz tus sueños realidad” de Rut Nieves.

Muchas veces te repites: “Yo me respeto a mí mismo” y luego, para satisfacer a los demás, haces todo lo que quieren, aunque vaya en contra de tus principios y/o necesidades. De esta manera, estás demostrando con hechos que no te respetas. Eso se llama incoherencia.

Hay un límite entre el respeto a ti mismo y el respeto a los demás. Es sumamente importante aprender a establecer ese límite. Cuando dejas de respetarte a ti mismo por no hacer daño a los demás, estás violando ese límite. Igual que cuando das algo a alguien a costa de hacerte daño a ti. Si no es bueno para ti, no es bueno para el otro.

A veces, para ser coherentes, es necesario aprender a decir “no”, y lo más importante de todo, sin sentirte culpable. Para aprender a decir que no, no tienes más que irte a un parque o a algún sitio donde haya niños. Ellos mejor que nadie saben decir “no, esto es mío”. Aprende a reconocer lo que es tuyo y a respetarte a ti mismo.

Muchas veces has pedido un cambio y, sin embargo, has seguido haciendo exactamente las mismas cosas.

No es suficiente que repitas una y otra vez lo que deseas si no llevas ninguna acción a cabo.

No es necesario dar grandes pasos o hacer grandes acciones para empezar. Es mucho más sencillo de lo que te imaginas. La dificultad es solo una película que se ha montado tu ego para que estés quietecito donde estás ahora mismo. Te sorprendería todo lo que eres capaz de mover en tu vida y a tu alrededor cada vez que avanzas un solo paso.

Si tu mente te dice “no es tan fácil”, tú respóndele: “Gracias, sí que lo es. Todo es mucho más fácil de lo que parece”.

Lo más importante es que, si tu forma habitual de hacer las cosas no funciona, lo hagas de otra forma. Haz lo que nunca habías hecho. La clave del cambio está en introducir pequeños cambios en tu día a día.

Cada vez que detectes un patrón que no te da resultado, prueba otro. No tengas miedo a equivocarte.

Tómatelo como un juego. Vístete de forma diferente, cambia tu camino habitual, pasa por sitios diferentes, ve a cenar a restaurantes diferentes, habla con personas diferentes y de esa forma verás que hay un millón de formas de hacer las cosas diferentes.

Por pequeños que te parezcan los cambios, si mantienes tu actitud en el tiempo, te llevarán a resultados muy diferentes.

Cuando no sepas qué hacer, prueba un camino, y si éste te aleja de lo que quieres, prueba el otro. Lo mejor es escuchar a tu intuición y creer en ella. Ella conoce el camino.

Si algo no funciona en tu vida, simplemente, ¡hazlo diferente! No hay error, todo es aprendizaje. No tienes nada que perder. El único error es permanecer inmóvil por miedo a equivocarse.

“Locura es hacer siempre las mismas cosas y esperar obtener resultados distintos”.
(Frase atribuida, sin pruebas, a Albert Einstein)



viernes, 27 de julio de 2018

Un mundo sin miedo

Cuento para niños y no tan niños

El italiano Gianni Rodari (1920-1980) fue maestro, divulgador de la nueva pedagogía en Italia, periodista y escritor especializado en literatura infantil y juvenil. En 1970 obtuvo el premio internacional Hans Christian Andersen, el más importante en literatura infantil, por el conjunto de su obra.

Su obra “Cuentos para jugar” recopila veinte historias escritas para un programa radiofónico emitido en los años 1969-70. Estos mismos cuentos aparecieron después en la revista infantil italiana “El Corriere dei piccoli”.

Cada cuento tiene tres finales, a escoger. Si el lector no encuentra un final a su gusto, puede inventar, escribir o dibujar su propio final. En las últimas páginas el autor señala cuál es el final que él prefiere.

Para esta entrada he elegido el cuento titulado “Aquellos pobres fantasmas”.


“Aquellos pobres fantasmas” (Gianni Rodari)

En el planeta Bort vivían muchos fantasmas. ¿Vivían? Digamos que iban tirando, que salían adelante. Habitaban, como hacen los fantasmas en todas partes, en algunas grutas, en ciertos castillos en ruinas, en una torre abandonada, en una buhardilla. Al dar la medianoche salían de sus refugios y se paseaban por el planeta Bort, para asustar a los bortianos.

Pero los bortianos no se asustaban. Eran gente progresista y no creían en los fantasmas. Si los veían, les tomaban el pelo, hasta que los hacían huir avergonzados.

Por ejemplo, un fantasma hacía chirriar las cadenas, produciendo un sonido horriblemente triste. En seguida un bortiano le gritaba:

—Eh, fantasma, tus cadenas necesitan un poco de aceite.

Supongamos que otro fantasma agitaba siniestramente su sábana blanca. Y un bortiano, incluso pequeño, le gritaba:

—A otro perro con ese hueso, fantasma, mete esa sábana en la lavadora. Necesita un lavado biológico.

Al terminar la noche los fantasmas se encontraban en sus refugios, cansados, mortificados, con el ánimo más decaído que nunca. Y venían las quejas, los lamentos y gemidos.

—¡Es increíble! ¿Sabéis lo que me ha dicho una señora que tomaba el fresco en un balcón? «Cuidado, que andas retrasado, me ha dicho, tu reloj atrasa. ¿No tenéis un fantasma relojero que os haga las reparaciones?»

—¿Y a mí? Me han dejado una nota en la puerta, sujeta con una chincheta, que decía: «Distinguido señor fantasma, cuando haya terminado su paseo cierre la puerta; la otra noche la dejó abierta y la casa se llenó de gatos vagabundos que se bebieron la leche de nuestro minino».

—Ya no se tiene respeto a los fantasmas.

—Se ha perdido la fe.

—Hay que hacer algo.

—Vamos a ver, ¿qué? Alguno propuso hacer una marcha de protesta. Otro sugirió hacer sonar al mismo tiempo todas las campanas del planeta, con lo que por lo menos no habrían dejado dormir tranquilos a los bortianos.

Por último tomó la palabra el fantasma más viejo y más sabio.

—Señoras y señores —dijo mientras se cosía un desgarrón en la vieja sábana—, queridos amigos, no hay nada que hacer. Ya nunca podremos asustar a los bortianos. Se han acostumbrado a nuestros ruidos, se saben todos nuestros trucos, no les impresionan nuestras procesiones. No, ya no hay nada que hacer... aquí.

—¿Qué quiere decir «aquí»?

—Quiero decir en este planeta. Hay que emigrar, marcharse...

—Claro, para a lo mejor acabar en un planeta habitado únicamente por moscas y mosquitos.

—No señor: conozco el planeta adecuado.

—¡El nombre! ¡El nombre! —Se llama planeta Tierra. ¿Lo veis, allí abajo, ese puntito de luz azul? Es aquél. Sé por una persona segura y digna de confianza que en la Tierra viven millones de niños que con solo oír a los fantasmas esconden la cabeza debajo de las sábanas.

—¡Qué maravilla!

—Pero ¿será verdad?

—Me lo ha dicho —dijo el viejo fantasma— un individuo que nunca dice mentiras.

—¡A votar! ¡A votar! —gritaron de muchos lados.

—¿Qué es lo que hay que votar?

—Quien esté de acuerdo en emigrar al planeta Tierra que agite un borde de su sábana. Esperad que os cuente... uno, dos, tres... cuarenta... cuarenta mil... cuarenta millones... ¿Hay alguno en contra? Uno, dos... Entonces la inmensa mayoría está de acuerdo: nos marchamos.

—¿Se van también los que no están de acuerdo?

—Naturalmente: la minoría debe seguir a la mayoría.

—¿Cuándo nos vamos?

—Mañana, en cuanto oscurezca.

Y la noche siguiente, antes de que asomase alguna luna (el planeta Bort tiene catorce; no se entiende cómo se las arreglan para girar a su alrededor sin chocarse), los fantasmas bortianos se pusieron en fila, agitaron sus sábanas como alas silenciosas... y helos aquí de viaje, en el espacio, como si fueran blancos misiles.

—No nos equivocaremos de camino ¿eh?

—No hay cuidado: el viejo conoce los caminos del cielo como los agujeros de su sábana...

PRIMER FINAL

...En unos minutos, viajando a la velocidad de la luz, los fantasmas llegaron a la Tierra, a la parte que estaba entonces en sombra, en la que apenas acababa de empezar la noche.

—Ahora romperemos filas —dijo el viejo fantasma—, cada uno se marcha por su lado y hace lo que le parezca. Antes del alba nos reuniremos en este mismo sitio y discutiremos sobre la situación. ¿De acuerdo? ¡Disolverse! ¡Disolverse!

Los fantasmas se dispersaron por las tinieblas en todas direcciones.

Cuando volvieron a encontrarse no cabían en la sábana de alegría.

—¡Chicos, qué maravilla!

—¡Vaya suerte!

—¡Qué fiesta!

—¡Quién se iba a imaginar encontrar todavía a tanta gente que cree en los fantasmas!

—¡Y no solo los niños. También muchos mayores!

—¡Y tantas personas cultas!

—¡Yo he asustado a un doctor!

—¡Y yo he hecho que a un comendador se le volviera blanco el pelo!

—Por fin hemos encontrado el planeta que nos conviene. Voto que nos quedemos.

—¡Yo también!

—¡Yo también! Y esta vez, en la votación, no hubo ni siquiera una sábana en contra.

SEGUNDO FINAL

...En unos minutos, viajando a la velocidad de la luz, los fantasmas de Bort llegaron a gran distancia de su planeta. Pero en las prisas por irse no se habían dado cuenta de que en la cabeza de la columna se habían colocado... justamente aquellos dos fantasmas que votaron contra el viaje a la Tierra. Por si os interesa saberlo, eran dos oriundos. En otras palabras, eran dos fantasmas de Milán a los que habían hecho salir huyendo de la capital lombarda un grupo de milaneses únicamente armados de tomates podridos. A escondidas habían ido a parar a Bort, entremezclándose con los fantasmas bortianos. No querían ni oír hablar de volver a la Tierra. Pero ¡ay de ellos! si hubieran confesado ser unos clandestinos. Así que le dieron vueltas al asunto. Y dicho y hecho.

Se colocaron en la cabeza de la columna, cuando todos creían que el que indicaba el camino era el viejo y sabio fantasma, quien se había quedado dormido volando con el grupo. Y en vez de dirigirse hacia la Tierra se encaminaron hacia el planeta Picchio, a trescientos millones de miles de kilómetros y siete centímetros de la Tierra. Era un planeta habitado únicamente por un pueblo de ranas miedosísimas. Los fantasmas de Bort se encontraron a gusto, por lo menos durante unos cuantos siglos. Después parece que las ranas de Picchio dejaron de asustarse de los fantasmas.

TERCER FINAL

...En unos minutos, viajando a la velocidad de la luz, se encontraron en el territorio de la Luna y va se preparaban para pasar a la Tierra y poner manos a la obra, cuando vieron que por el espacio se acercaba otro cortejo de fantasmas.

—¡Hola! ¿Quién va?

—¿Y quiénes sois vosotros?

—No vale, nosotros os lo hemos preguntado primero. Contestad.

—Somos fantasmas del planeta Tierra. Nos marchamos porque en la Tierra ya nadie le tiene miedo a los fantasmas.

—¿Y a dónde vais?

—Vamos al planeta Bort, nos han dicho que allí hay mucha guerra que dar.

—¡Pobrecillos! ¿Pero os dais cuenta? Justamente nosotros nos largamos del planeta Bort porque allí los fantasmas ya no tienen nada que hacer.

—¡Cáspita! Con esto no contábamos. ¿Qué hacemos?

—Unámonos y busquemos un mundo de miedosos. Habrá quedado alguno, aunque solo sea uno, en el inmenso espacio...

—Bien, de acuerdo...

Y eso es lo que hicieron. Unieron los dos séquitos y se hundieron en los abismos, refunfuñando de mal humor.

A Gianni Rodari le gusta más el tercer final y piensa que el primero es imposible, pues no cree que en la Tierra queden tantos miedosos... ¿o sí?


domingo, 22 de julio de 2018

Nuestro “Fondo de Recursos Interno”


Fuente: “Nudos mentales” de Bernardo Stamateas.

Todos tenemos un FMI, un “Fondo Monetario Interno”, recursos que ni nosotros sabemos que tenemos y que solo usamos en caso de crisis graves.

En toda dificultad reside siempre una oportunidad, una lección para aprender, para crecer. Cada vez que logramos atravesar una situación difícil y no quedamos atascados en ella, nos fortalecemos y nos transformamos positivamente. A esa capacidad de enfrentar con eficacia situaciones difíciles se la conoce con el nombre de resiliencia.

Resiliencia es la capacidad de hacer las cosas bien a pesar de las condiciones adversas, es salir fortalecido de la prueba, es resistir a la presión y los obstáculos, es estar preparado para momentos difíciles.

Un diamante tiene la misma composición química que el grafito. Con la aplicación de temperaturas extremas (aproximadamente 1.100 ºC) y una presión equivalente a miles de veces la atmósfera de la Tierra, el grafito termina convirtiéndose en diamante. Del mismo modo, todas las opresiones, luchas, crisis y problemas que tengamos que enfrentar en la vida terminarán convirtiéndonos en unas personas más fuertes, más resistentes a las adversidades.

Para poder soportar las crisis, es necesario que construyamos nuestra vida con madurez, como el hombre sensato que edificó su casa sobre roca para que cuando las lluvias, los torrentes y los vientos la sacudieran, no se derrumbase (Mateo 7, 24-27).

Antes de que un avión despegue hay que presurizarlo, es decir, aplicarle presión interior para que la exterior no lo aplaste. Cada mañana, al levantarnos, tenemos que levantar el vuelo bien presurizados.

Para aumentar la resiliencia es imprescindible trabajar en nuestra autoestima. Es importante que tengamos en mente que lo peor que nos puede suceder es pensar mal de nosotros mismos. Debemos tener una afirmación interior, una confianza de mente y espíritu, una seguridad inquebrantable en nosotros mismos, y también una valoración positiva de los otros.


martes, 17 de julio de 2018

Conocer antes de juzgar


Fuente: “La respuesta” de Mario Alonso Puig.

Para conocer el mundo de otra persona y descubrir aquello que se encuentra bajo las apariencias, es importante que no juzguemos. Sin embargo, la mayoría de las veces asumimos cosas que, en realidad, no conocemos y emitimos juicios rápidos e incluso prejuzgamos.

Para conocer, para no quedarnos en la superficie de las cosas, no debemos juzgar sino preguntar para penetrar en la realidad de las cosas y descubrir la verdad que en ellas se encierra.

Si cuando preguntamos tenemos una clara disposición a escuchar y entender, será más fácil que la otra persona confíe y se abra. Solo así podremos conocer la manera en que la otra persona está viviendo su experiencia, profundizar en nuestro análisis y llegar a una conclusión.


jueves, 12 de julio de 2018

La gaviota y el cormorán

A veces, leyendo con los niños y niñas en el colegio, “tropiezo” con cuentos y poemas que por su sencillez y frescura consiguen “alcanzarme”. Yo los defino como cuentos y poemas para niños y no tan niños. Es el caso de este poema “La mouette et le Cormoran” de Frédéric Quoniam-Barré que nos habla del amor entre seres diferentes, del deseo de cambiar para agradar a los demás y ser amado, de la aceptación de los otros tal y como son.


—Ella no me puede querer
—suspiraba el cormarán—.
Ella es blanca, yo soy negro,
huirá apenas la intente mirar.
¡Y nunca le podré gustar!

—Él no me puede querer
—suspiraba la gaviota—.
Él es negro, yo soy blanca,
huirá apenas lo intente mirar.
¡Y nunca le podré gustar!

Así se lamentaban con pena
el cormorán y la gaviota,
enamorados como dos locos
y tristes como las piedras.

—Ya está, tengo una idea
—se dijo la pobre gaviota—,
Me pintaré toda de negro,
y conseguiré ser como él,
y por siempre me querrá.

—Ya está tengo una idea
—se dijo el pobre cormorán—.
Me pintaré todo de blanco,
y conseguiré ser como ella,
y por siempre me querrá.

Así pues se decidieron
el cormorán y la gaviota,
enamorados como dos locos
y tristes como las piedras.

“No he de tener ningún miedo
—pensó la osada gaviota—.
¡Soy más negra que la noche!
Le confesaré todo mi amor
y acabará mi sinsabor.”
“No he de tener ningún miedo
—pensó valiente el cormorán—.
¡Soy más blanco que la espuma!
Le confesaré todo mi amor
y acabará mi sinsabor.”

Cara a cara se encontraron
el cormorán y la gaviota,
enamorados como dos locos
y tristes como las piedras.

—Pero, ¿seguro que es él?
—se preguntó inquieta la gaviota—.
¿Se habrá pintado de blanco?
Lo reconozco por la mirada.
Sin duda, me quiere gustar.

—Pero, ¿seguro que es ella?
—se preguntó inquieto el cormorán—.
¿Se habrá pintado de negro?
La reconozco por la mirada.
Sin duda, me quiere gustar.

Así pues se zambulleron
el cormorán y la gaviota
quitándose el raro disfraz
para poderse abrazar,
ella blanca y él tan negro,
enamorados como muy pocos
¡y felices… como dos locos!

Frédéric Quoniam-Barré

sábado, 7 de julio de 2018

Un encuentro nada casual

  “Wonderfull life” (“Maravillosa vida”). Black.


Fuentes: “Palabras Caballo” de Juan Miguel Fernández- Balboa, “La respuesta” de Mario Alonso Puig y “Resultados extraordinarios” de Bernardo Stamateas.

Supongo que si has encontrado este blog es porque buscas claves para entenderte mejor a ti mismo. Sea lo que fuere que estás buscando, no es casualidad. Créeme cuando te digo que, si no lo hubieses encontrado, tarde o temprano él te habría encontrado a ti, porque tú tienes la intención de encontrar respuestas concretas a ciertos aspectos de tu vida y esa intención te guía a hacer y encontrar lo que necesitas.

Sé también que la lectura de alguna de sus entradas, por una razón que desconoces, te ha podido impactar y que algo en tu interior, una intuición, te dice que eso es así, que es verdad.

Tal día como hoy, hace ocho años, comencé este blog que he intentado fuera profundo, pero entretenido. En él tejo mis sueños, ilusiones, preocupaciones y luchas internas. En él hablo de cosas que he aprendido y vivido a lo largo de los años y que creo pueden ser de valor para otras personas a las que, estoy segura, jamás conoceré.

Nunca se me ocurriría decir a nadie como tiene que vivir su vida. Me daría por satisfecha si alguna vez hubiera ayudado a alguien, emocional o psicológicamente, en un momento difícil de su vida descubriéndole nuevas posibilidades.

En muchas ocasiones he reconocido que, haciendo las entradas del blog, yo soy la primera que aprendo y mejoro.

Algunos pensarán, tal vez, que son tonterías, pero ¿quién es nadie para juzgar como tonto algo que es importante para mí?

Ojalá volvamos a encontrarnos aquí el año que viene.



lunes, 2 de julio de 2018

El empleo de sarcasmos


Fuente: “Deja de quejarte y libérate” de Brenda Barnaby .

Podemos definir sarcasmo como una burla, una ironía mordaz con la que se ofende, ridiculiza, humilla o insulta a alguien o a algo. También puede tratarse de un dicho irónico, amargo y pesimista que encierra una queja.

El sarcasmo, más evidente que la ironía, supone un mensaje oculto que manifiesta lo contrario de lo que decimos. Se trata de una acción agresiva que, aunque en principio no la entendamos por las palabras que contiene, podemos detectarla a través del lenguaje corporal: un tono socarrón, la expresión del rostro, una sonrisa extraña…

Nunca debemos confundir el humor de alguien con una postura sarcástica. Muchos tienen la costumbre de querer impresionar con bromas, pero no para agredir sino para llamar la atención.

Una persona que abusa del sarcasmo, no hace otra cosa que manifestar una posición desencantada ante la vida, y esa frustración no genera un clima de encuentro y alegría, sino de decepción y tristeza.

Esa burla malintencionada maltrata y, por lo tanto, si somos quien la proferimos, deberemos cambiar este modo de comunicarnos o, mejor dicho, incomunicarnos con la gente, porque el daño que se ocasiona con ella muchas veces puede aislarnos.

Ahora bien, cuando somos el blanco de sarcasmos podemos adoptar ciertas actitudes:

Antes de responder, es necesario tomarnos un tiempo para pensar qué nos quiere decir la persona y si vale la pena responderle.

Hay que resistir la tentación de devolver un comentario hiriente con la misma malicia; en tal caso es mejor retirarse educadamente. Debemos tener presente que la persona que degrada o insulta, primero lo hace consigo misma, por lo cual, antes de responder la agresión, es mejor tener compasión.

Jamás tenemos que descender al nivel del atacante, pues no nos hará sentir mejor, por el contrario, esa reacción influirá negativamente en nosotros.

Responder a quien creemos que nos agredió, parafraseando lo que dijo, es una excelente forma de que el otro reconsidere lo dicho.

Nadie está exento del uso de sarcasmos.