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viernes, 30 de junio de 2023

Nuestras zonas oscuras

Pablo Motos, director y presentador del programa “El Hormiguero” que emite la cadena de televisión española “Antena 3”, hace en su sección “Pasarse de la raya”, el 24 de noviembre de 2021, una reflexión acerca de nuestras zonas oscuras y la ingenuidad de creer que el ser humano es bueno por naturaleza.


Transcripción:

«El otro día me dijo un psicólogo que no se puede ser feliz si no conoces tus zonas oscuras. Así es que me puse a ello y fue demoledor. Fue horrible y no solo para mí. La verdad es que creo que nadie es inocente, aunque se demuestre lo contrario. Nadie.

Vamos de buenos. Nosotros nunca tenemos la culpa de nada. Todos son culpables de todo, menos nosotros: si hay un atasco, la culpa es de los demás que son unos imbéciles que se les ha ocurrido salir a la misma hora que a nosotros. Si los políticos nos roban, la culpa es de los políticos que son unos corruptos y no tuya que lo permites con tu silencio cómplice y tus votos. Si las calles están sucias, la culpa es de la gente que es muy guarra.

La culpa siempre es de la gente. De los otros, que miran para otro lado cuando ven una agresión o un maltrato; que, si pueden engañar a Hacienda, lo intentan; que prefieren hacer reformas en su casa sin factura para ahorrarse unos euros… Los demás ¿eh? Que derrochan el agua, que cogen el coche hasta para ir a la esquina, que tienen las repisas del cuarto de baño a rebosar de aerosoles, que vienen súper cargados de bolsas de plástico del súper y encima no reciclan…

Todos son culpables menos tú, que cuando la cajera se equivoca y te da cinco euros de más te los guardas sin decir ni pío.

Que menos mal que no pensamos en voz alta, que no se nos oye, porque nadie es inocente, aunque se demuestre lo contrario. Menos mal que no se nos oye por fuera lo que le dirías, a veces, a tu jefe o a tu pareja o a tu hijo… Menos mal que nadie nota lo a gusto que te quedarías empotrando a tu compañera o a tu compañero de trabajo. ¡Menudo polvo le pegabas!

Nadie se salvaría si nos pudiesen ver por dentro. Es una ingenuidad creer que el ser humano es bueno por naturaleza. Si eso fuese así, la historia de la humanidad sería distinta ¿no crees?

Hay que aceptarlo: somos funcionalmente malos, nos atrae la maldad y casi siempre que tenemos ocasión, o que no nos vigilan, la preferimos. En lo más profundo de nosotros, casi todos, llegado el caso, somos envidiosos, cotillas, falsos, miserables, traidores, infieles, egoístas, aprovechados, injustos, intolerantes, clasistas, sectarios, corruptos y violentos.

El mundo no está como está por una panda de malvados que nos lleva a la destrucción. Si solo fueran una panda, podríamos con ellos. Lo cierto, aunque lo vamos a seguir manteniendo en secreto, es que, a menudo, nos parecemos mucho a ese que no queremos ser».


viernes, 23 de junio de 2023

Compartir la alegría

La siguiente historia, la cuenta Ayya Khema (1923-1997), monja budista de origen alemán destacada por fundar varios centros para que las mujeres practicaran el budismo. Escribió veinticinco libros e impartió numerosos cursos sobre meditación y budismo.

«Una vez estuve en un pueblecito que tenía una campana junto al templo. Cuando alguien del pueblo tenía buena suerte, iba y tocaba la campana. Si se recogía la cosecha o se casaba la hija, si alguien volvía del hospital o había hecho un buen negocio, si el tejado se había renovado, todo aquello que les alegrase.

Cuando sonaba la campana, todo el mundo salía, miraba al que tocaba y le decían: “Muy bien hecho. Muy bien hecho”.

El que tocaba la campana creaba buen Kamma porque hacía posible que los otros compartieran la alegría. Los otros creaban buen Kamma por compartir la alegría ajena».

Etimológicamente, el término kamma (procedente del pali) o karma (procedente del sánscrito) significa “acción”, pero en el contexto de la enseñanza budista se refiere a una “acción intencionada, producida deliberadamente”. Las acciones pueden ser mentales (pensamientos), verbales (palabras) o físicas (actos).

El kamma o karma es una energía o ley cósmica que se genera a partir de los actos de las personas y establece que nuestras experiencias son efectos de nuestras acciones, es decir, todo lo bueno o malo que hacemos nos traerá consecuencias buenas o malas en esta vida o en las siguientes. En la ley del kamma o karma lo igual atrae lo igual. Por consiguiente, el bien produce bien y el mal produce mal. En definitiva, recogemos en algún sitio o en algún momento lo que sembramos.

En la historia que nos ocupa en esta entrada, tanto los que tocaban la campana como los que se alegraban al oírla, al compartir la alegría, creaban un kamma o karma generador de situaciones favorables y afortunadas.


sábado, 17 de junio de 2023

Todavía estás a tiempo

Gracias por estirar cada vez más tu corazón y estar siempre cerca.


«Al final de la vida todo se enciende, todo se comprende, todo se perdona, todo se espera… El final de la vida es luz. Una luz nueva y prometedora. Estamos más cerca del “regreso” a nuestra verdadera casa. ¡Alegraos!... Al final de la vida, el alma se ha llenado... ¡No temáis!... Es el momento de recoger».
“Belén. Caballo de Troya 12” de Juan José Benítez


 “Evening Tide” (“Marea de la tarde”) de Jon George. (Piano: Michael Coughenour).

Fuente: “La muerte y el duelo a través de los cuentos” de Carmen Moreno Lorite.

Para las civilizaciones primitivas, en constante contacto con el milagro de la transformación, la muerte era simplemente un paso más en el largo camino del universo y acostumbraban a enterrar a sus muertos en posición fetal. “Nace a una nueva vida, así que vamos a colocarlo en la misma posición que estaba cuando vino a este mundo”, comentaban.

Poco a poco, el mundo fue perdiendo esa suave visión de la muerte. Pero no importa lo que pensamos o en qué creamos, todos moriremos algún día. Los viejos indios norteamericanos, usaban la muerte como una consejera y se preguntaban “Ya que voy a morir, ¿qué debo hacer ahora?”.

Muchas personas que han estado a punto de morir, ya sea por un accidente o por una grave enfermedad, suelen cambiar radicalmente su forma de vida una vez restablecidas. Aseguran que superar una situación cercana a la muerte equivale a nacer de nuevo y que no merece la pena vivir una vida que no les satisface.

Lejos de parecer un tópico, a la hora de hacer balance una gran parte de la población mundial no está satisfecha con la vida que ha llevado. Según parece, los motivos suelen ser siempre los mismos. Bonnie Ware, una mujer que durante muchos años ha trabajado en una unidad de cuidados paliativos atendiendo a enfermos terminales, en su libro titulado “Regrets of the dying” (Los lamentos de los moribundos) recoge los cinco motivos más comunes de arrepentimiento de aquellos que están a punto de morir y que se ha encontrado a lo largo de su vida:

“Desearía haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí”.

“Desearía no haber trabajado tan duro y haber pasado más tiempo con mi familia”.

“Desearía haber tenido el coraje para expresar mis sentimientos”.

“Desearía haberme mantenido en contacto con mis amigos”.

“Desearía haberme permitido ser más feliz”.

Para quienes están en su lecho de muerte, hacer balance puede resultar un ejercicio muy frustrante. Para todos los que todavía estamos a tiempo de cambiar nuestras vidas puede ser una buena forma de corregir lo necesario para que, llegado el momento –que además no sabemos cuándo sucederá–, podamos morir satisfechos con nuestra existencia.

Tomar conciencia de nuestra muerte y de la muerte de las personas a las que queremos, nos puede ayudar muchísimo a vivir más plenamente, con coherencia, paz interior, alegría y agradecimiento por estar vivos.

❂❂❂

El pasado día 6 de junio, en el programa “El Hormiguero” de la cadena española de televisión “Antena 3”, presentado y dirigido por Pablo Motos, se emitió el siguiente vídeo de un experimento sociológico que dejó a todos reflexionando sobre una pregunta: ¿demuestras cuánto quieres a tus padres?



lunes, 12 de junio de 2023

El bambú japonés

La paciencia es el abono secreto del éxito.


Fuente: “Cuentos para quererte mejor” de Álex Rovira y Francesc Miralles.

Un naturalista europeo llegó a un lejano territorio de Oriente para estudiar las plantas y animales de aquellos rincones. Después de cruzar un precioso bosque de pinos, llegó a un claro donde un anciano miraba plácidamente la tierra plana y sin vida.

El viajero dominaba varios idiomas de la zona, así que tras saludar al viejo empezaron a charlar en japonés:

—Es curioso que, en una tierra tan fértil, en este terreno no crezca nada —comentó el naturalista, tras sentarse a su lado.

—Eso no es cierto… —dijo el viejo—. Yo mismo planté las semillas de lo que será un bosquecillo de bambú. Desde entonces me ocupo de abonar y regar la tierra.

—Pues aún no ha brotado nada… ¿Cuánto hace que plantó las semillas?

—Siete años.

El naturalista miró al anciano con lástima. Convencido de que estaba mal de la cabeza, se despidió con una suave reverencia y prosiguió su camino.

Tras mes y medio de exploración, llegó el momento de emprender el viaje de regreso a casa. Y lo hizo por los mismos caminos que le habían llevado de forma segura a lo largo de su aventura.

Al pasar junto al claro en el bosque antes de los pinares, se sorprendió doblemente. En primer lugar, porque el viejo seguía allí. Pero aún más porque en el terreno había crecido un bosque de altos y esbeltos bambús que escalaban en dirección al cielo.

—Pero… —dijo el naturalista—. ¡Esto es magia! ¿Cómo ha sucedido?

—Cuando plantas bambú japonés —explicó el anciano, contento de volver a verle—, en los primeros meses no notas nada. De hecho, no brota nada de la semilla durante los primeros siete años. Por eso, el cultivador ignorante puede llegar a pensar que ha comprado semillas muertas. Pero entonces…, al llegar al séptimo año, en solo seis semanas el bambú sale de la tierra y crece hasta una altura de treinta metros o más.

—¿Y solo tarda seis semanas en crecer? —preguntó el viajero.

—¡No! El bambú dedica siete años a crear secretamente bajo tierra las raíces que luego le permitirán sostenerse. Cuando ya está preparado, entonces se desarrolla como lo ves ahora.

Al igual que el anciano del cuento no lograría que el bambú creciera antes gritándole que lo haga, en la vida no solo hay que sembrar para cosechar. También hay que saber esperar a que las cosas maduren.

Las prisas no solo «son malas consejeras», como dice el proverbio, sino que además nos crean muchos problemas:

• Nos hacen estar nerviosos y enfadarnos más fácilmente con los demás.

• Buscando soluciones rápidas, podemos hacer una chapuza y estropearlo todo.

• El impaciente abandona a menudo cuando las cosas están a punto de suceder.

• Querer forzar el ritmo de los acontecimientos nos hace vivir con ansiedad. Es imposible hacer crecer al rosal tirando de sus hojas. Es mucho mejor detenerse a contemplar cómo día a día va surgiendo y va expresándose la belleza que lleva en sí.


martes, 6 de junio de 2023

Cambiar los pensamientos


Fuente: “El poder de confiar en ti” de Curro Cañete.

La mente es nuestra mejor y más potente herramienta si la utilizamos de forma apropiada. Es un poderoso instrumento a nuestro servicio. De lo contrario, puede hacernos la vida imposible. Puede hacernos la vida agradable o destruirnos poco a poco, puede elevarnos por encima de nuestros problemas o conseguir que nos arrastremos por el suelo, puede ayudarnos a alcanzar nuestros deseos o alejarnos de todo lo que nos importa en la vida.

El problema es que nuestra mente subconsciente tiene grabadas a fuego creencias nefastas que generan pensamientos automáticos que, a su vez, nos obligan a actuar de una manera determinada: “las cosas siempre me salen mal”, “nunca tengo suerte con los hombres o con las mujeres”, “la gente no es buena...”. Estas creencias son el filtro de nuestra realidad y eso es lo que vemos en nuestra vida. Si no entrenamos nuestra mente, nos resultará muy difícil ser feliz porque a la mente no le importa lo más mínimo nuestra felicidad. Solo le importa la supervivencia.

En ocasiones puede parecernos que carecemos del poder de elegir lo que pensamos, pero no es así. Te pondré un ejemplo: muchas veces, alguien nos ha dicho algo positivo sobre nosotros o sobre nuestra vida y nos hemos negado a aceptar este pensamiento. Lo mismo que nos negamos a aceptar un pensamiento positivo, podemos negarnos a aceptar un pensamiento negativo.

Los pensamientos se pueden sustituir. Podemos cambiar uno que nos perjudica y nos lastra por otro que nos de tranquilidad y nos sirva para avanzar con fuerza.

Somos nosotros quienes tenemos que decidir qué pensar, los que podemos cambiar lo que pensamos sobre los demás, sobre nuestras experiencias y sobre nosotros mismos.

La clave está en entrenar nuestro cerebro para que piense en lo que queremos que suceda y no tanto en lo que ocurrió o puede ocurrir. De hecho, hay personas que “viven” muchas desgracias, que en realidad no suceden, porque su mente inventa fantasías catastróficas.

Si cambias tus patrones de pensamiento comenzarás a crear la realidad que deseas. Si creas a diario una mente en paz, tienes paz en tu vida. Si tú decides no hacerte daño, nadie podrá hacértelo.

En la medida en que queramos, todos tenemos el poder de mejorar nuestra vida hasta transformarla por completo.