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martes, 28 de octubre de 2014

Reprogramar el subconsciente

“Hay que tener fe en uno mismo. Ahí reside el secreto... Sin la absoluta confianza en sí mismo, uno está destinado al fracaso”.
Charles Chaplin



Fuente: “Héroe” de Rhonda Byrne.

Creer en ti mismo quizá sea la cualidad más poderosa que tienes a tu alcance, porque te permitirá superar situaciones difíciles, desafíos y materializar tus sueños.

Naciste teniendo fe en ti mismo y si ahora no crees en ti es porque, sin darte cuenta, a lo largo de la vida, has aceptado ideas sobre ti que otras personas te han impuesto, y las has dado por buenas. Cuando piensas algo y aceptas que es cierto, se genera una creencia.

El subconsciente es como un ordenador con muchos programas diferentes que has ido instalando a lo largo de tu vida mediante tus pensamientos.

El pensamiento es el que ha instalado todos los programas en el subconsciente. Por eso, es el pensamiento y solo el pensamiento, el que puede crear un programa nuevo y desinstalar el anterior.

Incluso después de toda una vida de no creer en ti mismo, basta con un poco de esfuerzo coordinado para empezar a creer en ti mismo. Piensa que puedes hacer lo que te propongas. Recuerda que tienes todo lo necesario para ello. Lo único que necesitas es ir paso a paso.

Cuando empieces a pensar que puedes hacer cualquier cosa, notarás el rechazo del “cortafuegos” del subconsciente, que te dirá que esos pensamientos son mentiras. Si continúas plantando la idea de que puedes hacerlo, al final esos pensamientos se convertirán en una creencia, y habrás cambiado el programa.

El momento más poderoso para reprogramar el subconsciente es cuando te estás quedando dormido por la noche. Cuando te encuentras en ese estado preciso en que estás medio dormido y medio despierto, planta la idea de que puedes hacer y conseguir cualquier cosa que te propongas. El objetivo es que la idea de “creer en ti mismo” sea lo último que piensas antes de dormirte, porque el último pensamiento que tienes antes de dormirte atraviesa el cortafuegos y entra en la mente subconsciente. Y cuando ese pensamiento atraviesa el cortafuegos, el subconsciente lo ha de aceptar sin más.

Cuando el subconsciente tenga instalado el nuevo programa, sea lo que sea, es lo que se manifestará en tu vida.

Creer en ti mismo no significa que no surgirán momentos en que te acechen las dudas, especialmente si estás cansado, desanimado, te encuentras mal, o te falta energía. Recuerda que esos sentimientos son temporales y pasarán. En esos momentos de duda, simplemente hay que concentrarse en el siguiente paso que tienes que dar, porque te será más fácil creer que puedes dar un paso pequeño. En este “viaje” solo se puede ir paso a paso.

Cuando eres feliz, tu fe es firme. Por eso es tan importante perseguir tu felicidad todos los días porque al hacerlo, tu fe se fortalecerá y si alguien tiene fe en ti, aférrate a esa persona, porque es la que necesitas tener al lado. También has de tener en cuenta que experiencias nuevas, si son apropiadas, pueden hacerte recuperar la fe y reconstruir la autoestima.

Cuando decidas perseguir tu sueño, el Universo te apoyará y te proporcionará todas las circunstancias, personas y todo lo que necesites para que se haga realidad.

Cree en tu sueño y cree en ti, porque eres un héroe.


jueves, 23 de octubre de 2014

El cerebro humano prefiere el papel

He de reconocer que he sentido un gran alivio al leer el artículo titulado “¿Por qué el cerebro prefiere el papel?” publicado por el doctor Enrique Majul, director médico de la clínica universitaria Reina Fabiola de Córdoba (Argentina), en la edición digital de La Voz.

En dicho artículo se analiza, a su vez, otro de la reconocida revista norteamericana de divulgación científica “Scientifican American” (la versión española es la revista “Investigación y Ciencia”), que pretende explicar por qué muchos seguimos prefiriendo para leer el papel (libro tradicional, revistas, diarios…) en vez del formato electrónico.

Partimos de la base de que el ser humano no nace con circuitos cerebrales dedicados a la lectura ya que la escritura se inventó alrededor de cuatro milenios antes de Cristo. Es en la niñez, cuando nos enseñan a leer y a escribir, cuando el cerebro improvisa nuevos circuitos y para ello, usa parte de otros dedicados al habla, a cuya habilidad se suma la coordinación motora y la visión.

Parece ser que cuando leemos, el cerebro humano, que percibe el texto en su totalidad, construye una representación mental del mismo como si se tratara de una especie de paisaje físico.

Los libros de papel tienen una topografía más evidente que el texto en pantalla. Un libro de papel abierto presenta dos dominios claramente definidos: páginas de izquierda y derecha y un total de ocho esquinas en las que uno se orienta. Al pasar las páginas de un libro de papel se realiza una actividad similar a dejar una huella tras otra por un sendero, hay un ritmo y un registro visible del transcurrir de las hojas. Todas estas características permiten formar un mapa mental, coherente, del texto.

En definitiva, un libro de papel tiene muchos puntos de referencia física que gustan al cerebro, que lo pide inconscientemente.

Por otro lado, muchos trabajos han llegado a la conclusión de que en pantalla se lee más lentamente y, además, se recuerda menos. En cuanto a la comprensión lectora, al comparar alumnos que leyeron en papel con otros que leyeron un texto en versión PDF en la pantalla, se concluyó que éstos obtuvieron calificaciones más bajas y presentaron mayores niveles de estrés y cansancio que las personas que leyeron en papel. Esto ocurre, tal vez, porque la lectura basada en pantallas es mentalmente más exigente e incluso físicamente cansa más que la lectura en papel. La tinta electrónica refleja la luz ambiental al igual que la tinta de un libro de papel, pero las pantallas de ordenadores, teléfonos inteligentes y tabletas hacen brillar la luz directamente en los rostros de las personas y la lectura puede causar fatiga visual, dolores de cabeza y visión borrosa.

Muchas personas aseguran que cuando realmente quieren centrarse en un texto, lo imprimen en papel para una lectura más a fondo.

Las investigaciones más recientes sugieren que la sustitución del papel por pantallas a una edad temprana tiene desventajas. Los niños recuerdan más detalles de las historias que leyeron en el papel pese a que las digitales estaban complementadas con animaciones interactivas, vídeos y juegos, que en realidad desvían la atención lejos de la narrativa e impiden comprender incluso la esencia de las historias.

Tampoco podemos dejar atrás que los aspectos sensoriales de la lectura en papel importan a la gente más de lo que cabría suponer: la sensación de papel y tinta; la opción de suavizar o doblar una página con los dedos, el sonido distintivo de pasar una página, la posibilidad de subrayar, de detenerse y tomar nota, hacen que se elija más el papel. Para compensar este déficit sensorial, muchos diseñadores digitales tratan de hacer que la experiencia de los lectores electrónicos esté tan cerca de la lectura en formato de papel como sea posible, pero de momento, no es lo mismo.

Como decía al principio, aunque pueda parecer una tontería, creo que muchas personas nos hemos sentido aliviadas al leer este artículo. De alguna manera, reconforta saber que no somos unos “dinosaurios” y que la ciencia nos ampara. Algo es algo.


sábado, 18 de octubre de 2014

La termita que devoraba palabras

Esta entrada se la dedico a la memoria de mi madre. Ella apenas me contaba cuentos, pero me narraba antiguas historias familiares que recuerdo, junto al eco de su voz, tal como ella me las relataba. Esas historias me enseñaron a mirar al infinito con los pies en la tierra.


Cuento para niños y no tan niños

Fuente: “Historias de la otra tierra” de Paloma Orozco Amorós.

«Era una termita que devoraba palabras.

Todo el mundo sabe que las termitas poseen una inteligencia enigmática, que rehúyen el aire y que son ciegas de nacimiento. Constituyen un pueblo para el cual no brilla el sol, para el que no florecen las flores y para el que no sonríe un cielo azul. Son seres lúgubres, incomprensibles, destructores subterráneos alejados de todo lo habitado por los demás seres.

Son insectos armados de poderosas mandíbulas, con las cuales perforan y devoran los enseres más variados: muebles, papeles, ropas…

Existen termitas soldados (son más belicosas), termitas viajeras (cuyo espíritu de aventura solo es superado por su insaciable apetito), termitas mordientes (que tienen los dientes más afilados que una sierra), e incluso termitas lucífugas (son distinguidas y se visten siempre de un negro brillante para contemplar el mediodía de Europa).

Pero ninguna tenía la rara habilidad de comer palabras, porque el trabajo principal de nuestra termita de cabeza gris y alta frente era destruir comiendo y construir con la comida. Se alimentaba de las palabras que devoraba y edificaba con ella frases que encajaban unas con otras, hasta que conseguían levantar una obra lingüística de medidas arquitectónicas perfectas.

Así iba dejando construcciones desperdigadas por el bosque. Si te sentabas al pie de un árbol, de pronto tenías al lado una de esas curiosas obras y, si la observabas con atención, podías incluso entenderla.

Como nunca veías a ese microscópico ser, tenías que tener mucho cuidado cuando lanzabas tus palabras, porque la termita podía estar justo ante ti y tragárselas todas una tras otra. Las roía hasta hacerlas comestibles. Más tarde, cuando las había digerido, las volvía a componer en su interior hasta que lograba darles sentido y las ponía en relación con otras para formar frases, que devolvía al exterior.

Una vez vi una construcción que se llamaba Memoria. Estaba compuesta por un montón de palabras: figuraban allí la palabra “dolor”, la palabra “nostalgia” y la palabra “invocar”. También había extraños términos como “evocación”, “recuerdo” y “resucitar”.

Yo siempre había creído que la memoria era lo que nos hacía acordarnos de la tabla de multiplicar, pero está claro que para la termita era lo que nos permite regresar a algo que tuvimos y que recobramos del pasado gracias al recuerdo.

Entonces volví atrás en el tiempo y pensé en mi infancia, en las horas de colegio, en el olor de los libros recién comprados, en los bocadillos de media tarde, en los cuentos antes de dormirme… Sin apenas darme cuenta pronuncié en alto la palabra Madre. La termita la devoró en cuestión de segundos, y casi al instante formó a mis pies una construcción cuya base fundamental era “pastel de chocolate”.

Me acordé entonces de cada cumpleaños cumplido, y de mi madre haciendo ese pastel mientras susurraba una canción que hablaba de que alguien no tenía edad para amar.

Una lágrima resbaló al suelo porque mi madre ya no estaba conmigo. Hacía tiempo que había emprendido viaje a ese otro mundo detenido donde la vida es una corriente de aire entre las ventanas abiertas del infinito.

Cuando me iba, la termita aún finalizó otra obra: Eternidad. Comprendí que, del mismo modo que se alimentaba de palabras y con estas formaba frases, también se nutría bebiendo lágrimas con las que edificaba sentimientos».


lunes, 13 de octubre de 2014

Cualidades del amor

Fuente: “Una llamada al amor” de Anthony de Mello.

Contempla con asombro la bondad absoluta de la rosa, de la lámpara, del árbol, porque en ellos tienes la imagen de lo que sucede con el amor…

La primera cualidad del amor es su carácter indiscriminado.

Fíjate en una rosa: ¿puede acaso decir la rosa: “Voy a ofrecer mi fragancia a las buenas personas y negársela a las malas”? ¿Puedes imaginar una lámpara que niegue sus rayos a un individuo perverso que trate de caminar por su luz? Observa cómo el árbol ofrece indiscriminadamente su sombra a todos, buenos y malos, jóvenes y viejos, altos y bajos, hombres y animales… incluso a quien pretende cortarlo y echarlo abajo.

La segunda cualidad del amor es su gratuidad.

Al igual que el árbol, la rosa o la lámpara, el amor da sin pedir nada a cambio. ¡Cómo despreciamos al hombre que se casa con una mujer, no por las cualidades que ésta pueda tener, sino por el dinero que aporta como dote! De ese hombre decimos que no ama a la mujer, sino el beneficio económico que ésta le procura. Pero ¿acaso nuestro amor se diferencia algo de ese hombre cuando buscamos compañía de quienes nos resultan emocionalmente gratificantes y evitamos la de quienes no lo son o cuando nos sentimos positivamente inclinados hacia quienes nos dan lo que deseamos y responden a nuestras expectativas, mientras abrigamos sentimientos negativos o mera indiferencia hacia quienes no son así?

La tercera cualidad del amor es su falta absoluta de auto-consciencia, su espontaneidad.

El amor disfruta de tal modo amando que no tiene la menor consciencia de sí mismo. La lámpara brilla sin pensar si beneficia o no a alguien. La rosa difunde su fragancia simplemente porque no puede hacer otra cosa, independientemente de que haya o deje de haber alguien que disfrute de ella; lo mismo ocurre con el árbol que ofrece su sombra. Por tanto, no tienen consciencia de poseer mérito alguno o de hacer bien. La luz, la fragancia y la sombra no se producen porque haya alguien cerca, ni desaparecen cuando no hay nadie, sino que, al igual que el amor, existen con independencia de las personas.

Y la cuarta y última cualidad del amor es su libertad.

Fíjate cómo la rosa, el árbol y la lámpara te dejan completamente libre. El árbol no va a hacer el menor esfuerzo por arrastrarte hacia su sombra cuando corras el riesgo de sufrir una insolación y la lámpara no va a ensanchar su haz de luz para que no tropieces en la oscuridad.

Piensa en la coacción a la que tú mismo te sometes cuando, para comprar el amor y aprobación de los demás o, simplemente, para no perderles, tratas de responder a sus expectativas. “Libertad” no es más que otra palabra para referirse al amor y en el mismo momento en que entran en juego la coacción, el control o el conflicto, muere la natural capacidad de amar.


miércoles, 8 de octubre de 2014

La casa de los mil perros

Se dice que hace tiempo en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Cierto día, un perro logró meterse en dicha casa por un agujero de una de sus puertas. Una vez dentro, el perro subió las viejas escaleras de madera y llegó a una habitación en la cual, para su sorpresa, había mil perros que lo observaban tan fijamente como él los observaba a ellos.

El perro comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas y los otros mil perros hicieron lo mismo. Después, el perro sonrió y ladró alegremente a uno de ellos y se quedó maravillado al ver que los mil perros también le sonreían y ladraban alegremente con él.

Cuando salió de la habitación, el perro se quedó pensando: “¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir a menudo!”.

Tiempo después, otro perro entró en el mismo sitio, pero, a diferencia del anterior, al ver a los otros mil perros se sintió amenazado, pues lo estaban mirando de forma agresiva.

Empezó a gruñir y a ladrar e inmediatamente vio cómo los mil perros le gruñían y ladraban a él también. Cuando este perro salió de la habitación pensó: “¡Qué lugar tan horrible! ¡Nunca más volveré!”.

En la fachada de la casa había un letrero que decía: “La casa de los mil espejos”.

Los otros son un espejo y cuando nos enfadamos con ellos es porque reflejan aspectos de nosotros mismos que no nos gustan.


viernes, 3 de octubre de 2014

La verdadera personalidad

Fuente: “El alma del hombre bajo el socialismo” de Oscar Wilde.

«Una persona con verdadera personalidad se desarrolla natural y simplemente, como crece una flor o un árbol.

No está en discordia. Nunca argumenta ni disputa. No tiene que demostrar cosas.

Lo sabe todo y, sin embargo, no se preocupa por el conocimiento. Tiene sabiduría.

Su valor no se mide con cosas materiales. No tiene nada y sin embargo, tiene todo y aunque se le saque, siempre le quedará, tan rico es.

No está siempre entrometiéndose con los demás, o pidiéndoles que sean como él. Los ama por ser diferentes. Y si bien no se entromete en la vida de los demás, los ayuda a todos, de la misma forma que una cosa hermosa nos ayuda, por ser lo que es».

“El alma del hombre bajo el socialismo” es un ensayo, publicado en 1891, en el que Oscar Wilde expone su credo sobre el individualismo y su particular visión del socialismo.

Para Oscar Wilde, el ser humano llega a su perfección, no a través de lo que tiene, ni aún a través de lo que hace, sino exclusivamente por lo que es. Según Wilde, el mensaje de Cristo fue el siguiente: “Tienes una magnífica personalidad. Desarróllala. Sé tú mismo”. Por esta razón, Jesús no permitía ningún tipo de reclamo (reclamos de las posesiones materiales, de la vida familiar...) sobre la personalidad. El hombre encontrará dentro de sí y no fuera, lo que realmente es y lo que realmente quiere.