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lunes, 26 de septiembre de 2016

Hablemos claro

Fuente: ¡Puedo superarme! de Bernardo Stamateas.

En cualquier tipo de relación, es frecuente que supongamos que no es necesario decir lo que queremos porque los demás saben lo que pensamos. Y entonces, porque nos conocen, harán exactamente lo que nosotros esperamos que hagan. Si eso no ocurre, nos sentimos defraudados. Nos preguntamos: “¿Cómo es posible que haya hecho algo así? ¿Por qué dijo eso? Habla como si no me conociera”. Y así, las suposiciones, los juicios y las emociones que derivan de ellos van creando una situación tensa.

También ocurre que cuando oímos algo y no lo entendemos, elaboramos una teoría para asignarle un significado y después la damos por cierta. Todo esto sucede porque no tenemos el valor de preguntar. Si las preguntas nos las hacemos a nosotros mismos y nos las contestamos desde nuestras propias opiniones y emociones, es probable que nos equivoquemos.

No demos nada por sentado. No hagamos interpretaciones. Preguntemos y escuchemos la respuesta.

Si no entiendes algo, no supongas. Lo mejor es preguntar y ser claro al hacerlo.

Si te comunicas con habilidad tus relaciones serán más satisfactorias.


viernes, 23 de septiembre de 2016

Vídeos de la cabecera del blog

En los inicios del blog, en el año 2010, un avatar, animado y con mi voz, representaba virtualmente mi identidad, saludaba y daba la bienvenida a sus visitantes. Entonces podía insertarse gratuitamente en el blog. Al hacer esta entrada, he comprobado que ahora solo pueden hacerlo los suscriptores de pago. Si deseáis verlo en funcionamiento, no os queda más remedio que hacer clic en la foto para seguir el enlace a la página donde se creó.

También os dejo los dos vídeos que, a ambos lados del avatar, formaban parte de la cabecera del blog. El primero de ellos consiste en un saludo muy especial y el segundo “ilustra” la canción “Todo cambia”, interpretada por Mercedes Sosa, a la que considero pieza principal de la banda sonora del blog. Tal vez los recuerden los primeros seguidores.

   

Fuente para el vídeo “Saludo”: “La brújula interior” de Álex Rovira.


miércoles, 21 de septiembre de 2016

Los tres príncipes de Serendip

En la entrada de este blog titulada Serendipias, comenté cómo esta palabra, al parecer, procede del inglés serendipity, un neologismo acuñado por el escritor Horace Walpole (1717-1797) tras la lectura del cuento tradicional persa llamado “Los tres príncipes de Serendip” (Serendip era el antiguo nombre persa de Ceilán, la actual Sri Lanka), en el que sus protagonistas encuentran accidentalmente, sin buscarlas, gracias a su capacidad de observación y a su inteligencia analizadora, las respuestas a problemas que no se habían planteado.

Este relato, del cual he hecho una adaptación, tiene su origen en el libro de poemas “Hasht-Bihist” (Ocho Paraísos) de Amir Khusrow, escritos o compilados hacia 1302, aunque su origen es probablemente anterior.

En el país de Serendip existió, en tiempos antiguos, un rey grande y poderoso llamado Giaffer que tenía tres hijos. Muy preocupado por su educación, la confió a los mejores sabios del reino. Los tres hermanos, dotados de una gran inteligencia y extremadamente ingeniosos, pronto adquirieron los más completos conocimientos en artes y saberes.

El rey, para que siguieran atesorando sabiduría, decidió mandarles a conocer mundo. Los príncipes le obedecieron respetuosamente y partieron de incógnito hacia tierras extranjeras.

Una tarde, caminando rumbo a la ciudad de Kandahar, uno de los príncipes, el mayor, afirmó al ver unas huellas en el camino:

—Por aquí ha pasado un camello tuerto del ojo derecho.

El segundo príncipe, el más sabio, señaló:

—Al camello le falta un diente.

El tercer príncipe, el más joven, añadió:

—El camello está cojo de la pata trasera izquierda.

El hermano mayor siguió diciendo:

—Este camello llevaba a un lado una carga de mantequilla y al otro, una carga de miel.

El segundo hermano bajó de su montura, avanzó unos pasos y afirmó:

—En el camello iba montada una mujer.

El hermano menor continuó:

—Es una mujer que está embarazada…

Al entrar en la ciudad, vieron a un hombre que gritaba enloquecido: habían desaparecido uno de sus camellos y una de sus mujeres.

El mayor de los príncipes se dirigió al mercader:

—¿Era tuerto tu camello del ojo derecho?

—Sí… —dijo intrigado.

—¿Le faltaba algún diente?

—Era un poco viejo y se había peleado con un camello más joven…

—¿Estaba cojo de la pata izquierda trasera?

—Creo que sí. Se le había clavado la punta de una estaca.

—¿Llevaba una carga de miel y mantequilla?

—Sí, sí… ¡una preciada carga…!

—Y lo montaba una mujer…

—Una de mis esposas…

—Que está embarazada…

—¡Sí, sí…! Decidme: ¿dónde los habéis visto?

—No hemos visto jamás ni a tu camello ni a tu mujer —le dijeron los tres príncipes riéndose alegremente.

El mercader, muy irritado, convencido de que solo los ladrones podían tener toda esa información, denunció a los príncipes, que fueron arrestados y condenados a muerte acusados de robar un camello y de raptar a una mujer.

Poco antes de ser ejecutados, apareció la mujer con el camello gritando que se había perdido y que estaba a punto de dar a luz. Los viajeros fueron puestos en libertad y llevados a la presencia del emir de Kandahar que les preguntó cómo pudieron describir tan exactamente al camello sin haberlo visto. Los tres fueron explicando cómo habían obtenido sus conclusiones.

Dedujeron que el camello estaba tuerto porque habían observado que solo había comido hierba de la parte izquierda de camino, la que daba al monte y estaba más seca, mientras que la hierba de la parte derecha del camino, la más verde porque daba al río, estaba intacta. El camello no veía la hierba del río porque no veía con el ojo derecho.

Le faltaba un diente porque en el suelo, abandonados, había trozos de hierba masticada, que había caído de la boca, del tamaño de un diente de camello.

Estaba cojo porque había huellas de tres patas y señales de que arrastraba la trasera izquierda.

Sabían que llevaba una carga de mantequilla y miel porque a un lado del camino había hormigas atraídas por la mantequilla derretida y al otro, un verdadero enjambre de abejas, moscas y avispas atraídas por algo de miel derramada en ese lado.

Que el camello fuera conducido por una mujer lo dedujeron porque, junto a las señales de las rodillas del camello al inclinarse, vieron unas pequeñas huellas de pies sobre el barro de la orilla del río. Supusieron que la mujer estaba embarazada porque había orinado en un lado de la pendiente y había dejado en el barro las huellas de sus manos porque, debido al peso de su cuerpo, había tenido que apoyarlas en el suelo para poder incorporarse.

El Emir de Kandahar, quedó verdaderamente maravillado por la sagacidad, la inteligencia, la sabiduría de estos tres príncipes y les invitó a que se quedaran como consejeros en su reino.


viernes, 16 de septiembre de 2016

La necesidad de escribir

Fuente: “Un minuto para el absurdo” de Anthony de Mello.

El visitante, un escritor religioso, había acudido al Maestro en busca de unas palabras de sabiduría. Y el Maestro le dijo:

—Unos escriben para ganarse la vida; otros, para comunicar sus ideas o suscitar cuestiones que inquieten a sus lectores; e incluso otros lo hacen para comprender su propia alma.

Pues bien, ninguno de ellos pasará a la posteridad. Este honor está reservado a quienes solo escriben porque, de no hacerlo, reventarían.

Y, tras una breve pausa, añadió:

—Estos últimos son los que dan expresión a lo divino, independientemente de cuál sea el tema sobre el que escriben.


domingo, 11 de septiembre de 2016

Por si tenéis un ratillo

Mañana empieza el curso escolar para los niños y niñas andaluces.

El día 1 de septiembre comenzó para el profesorado. Ese primer día, la jefa de estudios de mi colegio nos entregó el calendario escolar y la programación de las actividades a realizar para preparar el comienzo del nuevo curso.

Entre papel y papel había uno que llamó mi atención por su encabezamiento: “Por si tenéis un ratillo” y me dispuse a leerlo en primer lugar:

«Llega otro curso. A veces, olvidamos los quebraderos de cabeza y los malos momentos del anterior. Otras, nos esforzamos por no olvidarlos y comenzamos cargados con prejuicios negativos. Si tenéis un ratillo, me gustaría que reflexionáramos sobre los siguientes puntos:

- Formamos parte de este colegio. No hablemos mal de él y esforcémonos por mejorarlo.

- No malgastemos nuestra energía y seleccionemos cómo utilizar nuestros esfuerzos.

- No encasillemos a los compañeros/as por su edad, apariencia o ideas. Hay buenos profesionales con muchos disfraces.

- Dejemos que los demás tengan su protagonismo.

- No consideremos las opiniones de los compañeros como ataques personales.

- Todas las cosas pueden enfocarse desde muchos puntos de vista. Cuando expongamos el nuestro, intentemos que nadie se sienta ofendido.

- La palabra “ayúdame” es mágica y una forma de reconocer y validar al otro.

- No somos perfectos: perdona y perdónate los errores.

- No esperemos ninguna recompensa o halago por la labor bien realizada.

- Hagamos lo que debamos hacer sin crear obligaciones en los otros.

- Comparte todo lo bueno que sepas.

- Seamos siempre respetuosos, incluso cuando no lo sean con nosotros.

- Estemos siempre dispuestos para ser útiles.

- Utilicemos una buena dosis de humor, paciencia y humildad.

Y, sobre todo, no os olvidéis de ser felices».

Ahí queda eso.

“Pa” qué vamos a decir “na” si ya está “to” dicho.

Ea, pues con estas buenas vibraciones empezamos mañana.

Mis mejores deseos para el nuevo curso a todos los profesionales de la enseñanza. ¡Que la suerte nos acompañe!


jueves, 8 de septiembre de 2016

Alexitimia o analfabetismo emocional

Fuente: “Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz” de Walter Riso.

Cuando una persona ha reducido ostensiblemente su capacidad de sentir y expresar emociones, por miedo al qué dirán, a sufrir o a excederse (reprimiéndolas, negándolas, ignorándolas o tratando de enfriarlas), decimos que tal persona sufre de alexitimia.

La alexitimia es un trastorno psicológico y/o neurológico que implica, entre otras cosas, analfabetismo emocional, es decir: la incapacidad de leer, procesar y manifestar las emociones.

En la sociedad aparentemente libre en que nos movemos, existe un número considerable de prescripciones sobre la manera en que expresamos nuestras emociones, aunque éstas sean inofensivas.

Es verdad que algunas emociones son negativas y potencialmente peligrosas (ira, envidia, venganza…) y que, para mantener una convivencia pacífica y respetuosa, son necesarias ciertas restricciones y aprender a gestionarlas. Sin embargo, hemos metido todas las emociones en el mismo saco y la educación afectiva ha exagerado, sin duda, la importancia de controlar y restringir lo que sentimos fomentando el “retardo emocional” en vez de la “inteligencia emocional”.

Existe la idea, quizás se lo debamos a Aristóteles, de que detrás de la “moderación emocional” existe una persona virtuosa. No siempre es así y, en ocasiones, encontramos individuos encapsulados, tristemente inhibidos e incapaces de leer las emociones propias y ajenas.

Anular, coartar o disimular indiscriminadamente las emociones, para sentir “apropiadamente”, para ser modelos de cordura, hará que nuestro sistema biológico y psicológico se desorganice. Las emociones no procesadas correctamente quedan almacenadas en una memoria afectiva y van minando el sistema inmunológico, generan insomnio, contracturas musculares y desorden conductual, entre otras muchas alteraciones. Rechazarlas o excluirlas no nos hacen mejor, sino incompletos.

No estamos diciendo que debamos andar por la vida como locos expresándolo todo y diciendo cualquier cosa que sintamos, pero mantener bajo censura los sentimientos y hacer de la “prudencia emocional” una especie de religión, hará que perdamos contacto con una parte importante de nosotros mismos. Seremos muy sensatos, juiciosos, maduros, reflexivos, sesudos, ponderados, frugales, contenidos y, además, terriblemente aburridos y amargados.

Mantenernos alejados de los sentimientos es caer en el adormecimiento fisiológico, perder vivacidad y la intensidad de los sentidos. Las emociones saludables nos mantienen vivos y activos. Intentar eliminarlas por decreto o por algún anhelo desmesurado de alcanzar un “perfecto dominio de sí mismo” haría de nosotros lo más parecido a un zombi, eso sí, altamente pulido y distinguido.


lunes, 5 de septiembre de 2016

Biografía

Gabriel Celaya (1911-1991), poeta español de la generación literaria de la posguerra, es uno de los más destacados representantes de la que se denominó “poesía comprometida” o poesía social. Celaya, que había estudiado en Madrid Ingeniería industrial, escribió el poema titulado “Biografía” que, para esta entrada, he recogido de su antología poética “Itinerario poético” (1975).

No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.

¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.

Desde la niñez nos van marcando el camino e inculcando qué debemos hacer y qué no. Lo que está bien y lo que no.

En la casa, en la escuela, en el trabajo… y casi siempre las indicaciones van unidas a amenazas si el comportamiento no es adecuado.

Una sucesión de órdenes, hasta en las cosas más íntimas, que agobian y nos hacen sentir enjaulados, sin libertad de decisión y actuación. De tal manera, que “no respirar” puede convertirse en un alivio para, por fin, acabar con las ataduras y dejar de obedecer.

Para empezar, para seguir, para vivir… y para descansar: morir.