«Luchar por la estimación de las personas que han decidido no querernos es una batalla perdida de antemano que nos desgasta inútilmente.
El poeta latino Horacio lo explica de una manera muy sencilla: "A la gente triste le disgusta la feliz, tanto como la feliz aborrece la triste; los que son rápidos de pensamiento se ponen nerviosos con los calmados, así como los desocupados no pueden soportar a los que siempre están ocupados".
No todo el mundo puede estar de nuestra parte, lo cual tampoco significa que tengamos adversarios. Simplemente hay personas con las que no podemos converger porque no hay un terreno común para la complicidad.
Si queremos forzar la situación con acercamientos obstinados, entonces tal vez sí que despertemos la hostilidad de los demás, especialmente si aparentamos lo que no somos en un intento desesperado por agradar.
Es mucho más efectivo mostrarnos de manera franca y asumir con naturalidad tanto el reconocimiento como la indiferencia o la desaprobación.
No nos elogiará todo el mundo, pero al menos gozaremos del placer de ser nosotros mismos».
- ¿A quién le importa?
- Aprender a decir “no”
- La aprobación de los demás
- La opinión ajena
- La paja en el ojo ajeno