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viernes, 26 de junio de 2020

Un universo lleno de ángeles

“Porque siempre estás cerca de mí, en mi alegría y tristeza. Porque siempre me cuidas, levantando mi espíritu hacia el cielo”.


 “Ángel”. Libera.

Fuente: “Hermón” y “El diario de Eliseo” (Caballo de Troya) de Juan José Benítez.

El reino de Ab-bā (Padre) es un hervidero de vida. Los ángeles existen y en tal cantidad, que no hay medida en la Tierra para sumarlos. Hay miles y miles de tipos. La imaginación del Padre no conoce límites.

Los ángeles son criaturas preciosas creadas por Dios en total perfección. Son seres espirituales. No disponen de cuerpos físicos (no necesitan comer, no se reproducen…). Puro amor. Pura luz. Pura inteligencia. Cuando los veamos, en el “otro lado”, después del dulce sueño de la muerte, quedaremos asombrados.

Son criaturas que cumplen mandatos y misiones especiales. Desarrollan numerosos trabajos. Algunos pueden volar, pero no tienen alas (aunque así los imaginemos los seres humanos). Otros pueden estar en varios sitios a la vez… Van, vienen, llevan mensajes a las moradas más alejadas y, además, algunos ángeles cuidan de los humanos: son los ángeles guardianes.

Toda criatura humana es guardada y vigilada. Nadie queda sin protección, pero el Amor es dinámico y si el ser humano prospera, el Amor prospera… Cuando el ser humano toma la suprema decisión de hacer la voluntad del Padre, desencadena una fuerza arrolladora y magnífica y una pareja de serafines es destinada de inmediato a su custodia y lo acompañará en esta vida y después de la muerte hasta la presencia del Padre … y más allá. Esas deliciosas criaturas son creadas por parejas. Son dos en uno. Dios, al imaginar un ángel, hace realidad una criatura doble… Un solo ángel con dos mentes.

Para aquellos que no han querido o no han podido tomar esa decisión, Ab-bā tiene otros métodos y caminos. El Amor no distingue… Las personas que no tienen la capacidad mental necesaria para tomar tal decisión, son “especialmente” cuidadas por los ángeles.

Los seres humanos nunca seremos ángeles. A medida que progresemos en la carrera hacia el Paraíso nos iremos pareciendo a ellos… Y algún día seremos mucho más que ellos, pues cada ser humano lleva dentro una diminuta fracción , “la chispa divina”, de la esencia del Padre.

Al morir, el ángel guardián —todo luz— acogerá en su interior el alma humana, la transportará y conservará hasta el sublime instante de la resurrección y “la chispa divina” se ocupará de custodiar la memoria (no confundir con la mente física que desaparecerá con el cerebro). Seremos resucitados por los ángeles resucitadores en unas “estancias” especiales. La resurrección consiste en la reunión del alma, la memoria y, por supuesto, “la chispa” que ya caminarán juntas para siempre. Volveremos a la vida, a la verdadera vida, en un mundo distinto que ni siquiera podemos intuir… Ahí comenzamos, ahí arrancamos hacia el Padre.

A veces, por mandato del Padre, un ángel puede convertirse en ser humano. Algunos han bajado y seguirán bajando a este mundo. Aparentemente son seres humanos como los demás. Casi nadie se da cuenta. Suelen ser extraordinariamente generosos y discretos. Llegan en silencio, cumplen su trabajo y se van en silencio...

“La revelación es como la lluvia. En exceso solo trae problemas”.


domingo, 21 de junio de 2020

Valores con mayúsculas: Modestia

“Los presuntuosos se presentan por sí mismos; los hombres de verdadero mérito prefieren ser requeridos”.
Louis de Bonald



Fuente: “Fortalezas humanas 5” de Bernabé Tierno.

Podemos definir la modestia como una actitud humilde y falta de engreimiento en las personas, sobre todo cuando experimentan el éxito y la fama, quedando a salvo del orgullo, de la soberbia, de la ostentación y de la afectación.

Es la modestia quien nos enseña a mantener la sencillez sincera cuando experimentamos un éxito o reconocimiento notable, impidiendo que caigamos en la estupidez de creernos superiores a los demás y convertirnos en seres insoportables.

La modestia es una actitud, un valor, una virtud que nos permite mantener una idea exacta de nosotros mismos, de nuestras posibilidades y merecimientos. Es signo de higiene mental y espiritual, de madurez y de inteligencia. Las personas modestas no necesitan adornos ni artificios, para ser y sentirse “ellas mismas”.

La modestia, es lo contrario al exhibicionismo ostentoso que tiene como fin la propia vanagloria. Las personas vanidosas, inmodestas, hablan siempre “sentando cátedra” y crean constantemente conflictos entre las personas, porque, por su egocentrismo, no dejan espacio alguno a los demás. Ya lo dice el refrán: “Dime de qué te alabas y te diré de lo que careces”. Así como la sencillez es prueba evidente de superioridad, el orgullo y la vanagloria comportan casi siempre una compensación del complejo de inferioridad.

¿Cómo son las personas modestas?

- Cuando estamos ante la grandeza y la sencillez de una persona modesta, siempre estamos a su altura, sea cual sea nuestro currículo, nivel social o condición. Sentimos cómo nos eleva hacia sí o se baja hacia nosotros.

- Las personas modestas hablan poco de sí mismas y de sus méritos. No exigen honores. Son siempre los demás los que se encargan de reconocer su mérito.

- Viven hacia dentro. Andan ocupados en “ser”, no tienen tiempo que perder en aparentar y, por eso, no entienden a quienes viven de cara a la galería.

- La modestia es un sello de grandeza interior. La sencillez que la acompaña confiere a las personas un encanto especial y hace que desborden armonía interior lo mismo a los treinta, que a los sesenta, que a los ochenta años. No es circunstancial ni tiene fecha de caducidad.

- La modestia no es mojigatería ni falsa humildad. Las personas modestas no niegan las propias virtudes y cualidades si verdaderamente piensan que las tienen.

- Las personas que se ocultan tras una falsa modestia son hipócritas y están llenas de soberbia. Son “aguas mansas”, “mosquitas muertas”, parecen unos “benditos”, pero no tardan en convertirse en seres implacables y al cambiar de ambiente sufren una tremenda transformación y se pasan justo al polo opuesto. No son de fiar…

- Ser una persona modesta es ser sencilla y llanamente humano, sincero y humilde, mostrando con la misma franqueza las virtudes y cualidades que los defectos y miserias.

- Nada confiere mayor dignidad y grandeza a quien está en la cumbre, a quien las circunstancias le han colocado en el candelero, que la modestia, la sencillez y la facilidad para descender hacia los demás hasta sentirse en igualdad de condiciones y hermanado con los más humildes.


miércoles, 17 de junio de 2020

Gracias


 “Gracias”. Tamara.

Mi padre trabajaba muchas horas al día para poder sacar a su familia adelante. Por su profesión, era maestro confitero, los días de fiesta, cuando la gente consume más dulces de todo tipo, eran los que más trabajo tenía. Tened en cuenta que, antes, estos productos eran totalmente artesanales, sin conservantes, y no se sometían al proceso de congelación.

Era poco el tiempo que podía dedicar a sus hijos. Por eso, entre mis mejores recuerdos están aquellos momentos en los que, con apenas cinco años, jugaba a ser peluquera y se convertía en mi mejor “cliente”. Con una paciencia infinita se dejaba sobar y peinar el pelo, una y otra vez, para delante, para atrás, con la raya de un lado o del otro... Por entonces, yo esperaba, cada tarde, sentada en un escalón, dos casas más abajo de la mía, su regreso del trabajo y, aunque me moviera el “dudoso desinterés” por las golosinas que me traía, la “estampa” era, sin lugar a dudas, sumamente tierna.

En realidad, pudimos tener una relación más estrecha, tras su jubilación, los últimos veinte años de su vida. Entonces, igual que cuando era niña, disfrutaba viendo cómo, en ocasiones, cuando recibía la visita de sus nietos, se ausentaba del cuarto de estar y regresaba disfrazado, hecho un fantoche, para “asustarlos” y provocar sus risas.

A él le gustaba contarnos sus viajes, correrías y anécdotas de juventud y hablarnos de sus amigos, todos grandes, y de las personas, todas importantes, que había conocido. Invariablemente, terminaba diciendo: “De eso han pasado ya, por lo menos, veinte años… (breve silencio) o más…” o “de eso han pasado ya, por lo menos, cuarenta años… (silencio algo más largo) o más…”. Siempre tuve la sospecha de que mi padre tenía la memoria fragmentada en lo que, por entonces, me parecían “largos” ciclos de veinte años. Ahora sé, a golpe de vida, que no de tango, que veinte años no son nada… Hoy hace veinte años que murió.


Fuentes: “Amor” de Álex Rovira y “Cuentos para reparar alas rotas” de Nekane González y Virginia Gonzalo.

A mi padre

Tengo tres maneras de amarte: el respeto, la admiración y el profundo afecto que siento por ti. Los tres me llevan a redescubrirte cada día.

El gran vínculo de afecto, ya elegido, que me une a ti, te ha convertido en un espejo excelente en el que mirarme porque me devuelve el reflejo de mi interior: de mis pensamientos, de mis sentimientos, de mis actitudes y de mis conductas. Tú eres el que, cada día, me hace aprender y mejorar.

Antes de poder mirarme en tu espejo, necesité tiempo para reflexionar, porque el amor no solo tiene que ser sentido, debe ser reflexionado. Estimulé mi memoria para no idealizar nuestra relación. Te recuerdo tal como eras. No quise quitarte un solo defecto ni añadirte ninguna virtud y no olvidé nada de lo que me hizo daño, pero usé el hilo que cose cualquier herida emocional: el agradecimiento.

Puse en la cuenta del amor los pros y los contras que fuiste en mi vida. Tu alegría, humor, sencillez, naturalidad, franqueza, simpatía, sensibilidad, delicadeza, lealtad, honradez, honestidad, generosidad… volcaron la balanza y te convertiste, así, en mi inspiración, primero, y en mi maestro después.

Hoy quiero “acariciarte” con una de las formas más bonitas que conozco: agradeciendo y valorando todo lo que has contribuido a ser quien soy.

Tengo que darte las gracias por estar cerca de mí.

Gracias por acompañarme en mi viaje.

Gracias por amarme.

Gracias por decirme que me amabas.

Gracias por valorarme.

Gracias por creer en mí.

Gracias, por tanto.

Gracias siempre.


sábado, 13 de junio de 2020

Educar en responsabilidad


Fuente: “Más gente tóxica” de Bernardo Stamateas.

Un niño pequeño va corriendo por la casa, se golpea con la esquina de la mesa y decimos:

—Mesa mala, mesa tonta, ¡pobrecito mi niño! e incluso, en ocasiones, golpeamos con la mano a la mesa como reprimenda.

Estamos cometiendo un error, pues le estamos enseñado al niño desde que da sus primeros pasos a culpar a los demás de lo que le ocurre por algo que él hace.

Cuando el niño crezca dirá: “Jefe malo, esposa mala, chás, chás, chás”.

Lo correcto sería decirle al niño:

—Cariño, no corras en la casa porque hay muebles y puedes golpearte y hacerte daño.

De esta manera estamos poniendo el foco en la responsabilidad.

Todos dijimos alguna vez “mesa mala”... ¡y así nos fue!


martes, 9 de junio de 2020

Las astucias de una vieja

Fuente: “Cuentos populares de Argentina” Recopilación de Susana Itzcovich.


Cuento tradicional argentino

Cierto matrimonio anciano y muy pobre vivía en el campo. Un día, el marido salió de casa en busca de leña y, al internarse en el bosque, encontró una carga de plata en medio de los matorrales. Dejó la leña y, lleno de gozo, cargó en su burro el hallazgo. Al llegar, le comunicó a su mujer su buena suerte y la vieja, que no era lerda, le dijo:

–Cállate, viejo. No eres el primero que halla plata y no andes contándolo.

Así, bajaron la carga y la escondieron dentro de la casa. Al día siguiente, muy temprano, la mujer llamó al viejo y le dijo:

–Levántate y ven a peinarte para ir a la escuela, viejo.

–Pero mujer ¿es que estás loca? ¡Ni cuando era niño fui a la escuela! –contestó sorprendido el viejo.

–Vaya, que lo mando yo. Y no me rezongue más.

Acostumbrado a los mandatos de la vieja, el hombre obedeció.

En la ausencia del viejo, la mujer se puso a preparar bollos, merengues y buñuelos; pero cuando el marido volvió, no le dijo de esto ni una sola palabra. Llegada la noche, los dos viejos se acostaron, pero al rato y con un pretexto, la vieja se levantó. Desparramó por el patio todas sus pastas y volvió a acostarse.

A la mañana siguiente, hizo que el viejo se levantara muy temprano y le pidió que hiciera el fuego. Cuando el viejo salió al patio, se sorprendió:

–¡Vieja! ¡Corre, que han llovido buñuelos y otros dulces!

–Cállate, viejo. No es la primera vez y no hace falta ir contándolo.

Los recogieron, comieron, y guardaron el resto.

Al rato, llegaron a la casa de los viejos dos caballeros, buscando la carga de plata. La vieja, que era muy astuta, contestó:

–Nosotros no hemos hallado nada.

Pero el inocente viejo dijo:

–Sí, vieja, hemos hallado.

–Mientes, viejo embustero, no hemos hallado nada.

–Sí, vieja. Ayer mismo, cuando fui a la escuela.

–¡Mientes viejo!

–¡Mientes vieja! Fue antes de que llovieran buñuelos.

–¡Mientes viejo!

Los caballeros presenciaron la pelea, se dieron la vuelta y se fueron diciendo:

–¡Este viejo está loco! ¿En qué años habrá ido a la escuela, y en qué años habrán llovido buñuelos?

Y así, gracias a las astucias de la vieja, pudieron quedarse con la carga de plata.


jueves, 4 de junio de 2020

Las “personas-medicina”


Fuente: “Aprendiz de sabio” de Bernabé Tierno.

Hay “personas-medicina” que polarizan toda la bondad, las energías y las buenas vibraciones de su entorno y hasta nos "curan" de las dolencias psíquicas, como levantar el ánimo, sentir más ganas de vivir y superar depresiones de carácter leve.

El mejor euforizante y antidepresivo es la compañía de otras personas positivas, alegres y cordiales, que nos ayuden a cortar la cadena de pensamientos y sentimientos negativos que nos asfixia y a sentirnos alegres y libres de temores y de falta de confianza en nosotros mismos.

No hace falta el refrendo de ninguna investigación estadounidense para afirmar con rotundidad que pasar al menos una o dos horas al día con un buen amigo, compañero de trabajo o familiar afectuoso, cordial, acogedor y tan euforizante que irradia energía positiva por todos los poros de su ser es completamente saludable. Contagia su fuerza interior, su positivismo y su salud psíquica y su simple presencia todo lo transforma y optimiza.

En el polo opuesto se encuentran las “personas-enfermedad”, estresadas, malhumoradas, pesimistas, quejicas, de funestos presagios, que se enfadan por todo, resentidas, vengativas… Si no las evitas, no tardarás en sentirte enfermo, de mal humor y enfadado por todo sin motivos.

Este mundo está lleno de personas que esperan algún acontecimiento verdaderamente extraordinario para reír y sentirse felices y así les va, porque a la mayoría les llega la muerte sin apenas haber reído y disfrutado de las pequeñas cosas de cada día, que curiosamente son “las grandes cosas”.

Podemos tener pocas cosas, pocas cualidades y aptitudes, tan solo lo suficiente para vivir e “ir tirando”, pocos amigos y hasta poca salud, pero si tenemos alegría, nuestra fuerza interior será la de un gigante del espíritu… y podremos con todo.

El aprendiz de sabio se entrena a diario para convertirse en persona-medicina para contagiar, con su actitud, de buenas vibraciones a quienes les rodean y frecuenta, si es posible a diario, el contacto con personas optimistas, tonificantes, divertidas, ocurrentes, sensatas y con ganas de vivir…

Un amigo fiel es una defensa poderosa y un tesoro, y si además es muy positivo, alegre y optimista también es el mejor médico del alma.