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martes, 30 de abril de 2019

Mirar con los ojos de ver

Fuente: “365 citas contigo” de Laura Chica.

Muchas veces dejamos de ver y apreciar lo que tenemos cerca. Hemos de hacer un ejercicio de “mirar para ver” y de “ver para valorar”. Valorar la vida y todo cuanto nos rodea. Parece que, por estar ahí, son para siempre. Pero nada lo es.

Hay muchas personas que tienen vida, pero no viven realmente. Solo están. Hay quien cree que vive, pero vive dormido y camina a ciegas, sin rumbo, sin consciencia.

La vida es un regalo, pero nadie nos enseña a vivir. Vivir es algo que aprendemos durante toda la vida.

Vivimos con la mente en lo que pasó y en lo que puede pasar. Mientras tanto, la vida pasa y nosotros con ella. Si no estás viviendo en el momento presente, no estás viviendo. Vive ahora. No pospongas la vida.

La historia de tu vida te ha traído hasta aquí, pero solo lo que hagas a partir de este momento tiene el poder de acercarte o alejarte de aquello que quieres.

Arriésgate a conseguirlo. Ten la valentía de intentarlo. Las caídas son tus aprendizajes. Los errores, tu experiencia. Los aciertos, tu confianza.

Haz ahora lo que habías dejado para mañana. Siente todo lo que te daba miedo sentir. Vuela cuando tropieces con la misma piedra. Suelta lo que te ata donde no quieres estar. Crea con tu actitud el mejor escenario posible para tu vida.

Ama la vida. Abre los brazos para recibir lo que la vida tiene para ti. Abraza lo que llega, agradece lo que se va. Si te abres a la vida, el universo juega a tu favor.

Siempre estás a tiempo de abrazarla, de disfrutarla, para que cuando tu vida termine puedas decir: he vivido como quería. Así es. Eso es todo.


jueves, 25 de abril de 2019

El gusano de luz sin luz

Cuento para niños y no tan niños

“¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligatoria para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que desde hace tanto tiempo venimos enseñando?”.
José Saramago.“La flor más grande del mundo”.



Fuente: “Cuentos de intriga de la hormiga Miga” de Emili Teixidor.

«Érase una vez una luciérnaga que se quedó sin la luz verdosa que desprendía. La pobre acudió al electricista para que arreglara la avería pues la luciérnaga sin luz no luce ni nada. Pero el electricista le dijo que no podía hacer nada por iluminarla de nuevo ya que no veía enchufes ni cables por ningún lado, que su luz no venía de hilos ni aparatos, que salía de su interior, de su naturaleza.

Entonces la luciérnaga apagada visitó al veterinario, que le dijo que el apagón era debido seguramente al cansancio o a la tristeza, que los seres tristes y cansados se apagan, que lo mejor que podía hacer era consultar con el médico o con el psiquiatra, que es el médico del alma.

El psiquiatra le indicó a la luciérnaga que se tumbara sobre un diván y le pidió que empezara a hablar para sacar de su cerebro todos sus recuerdos: los buenos, los malos y los regulares.

La luciérnaga se pasó hablando mucho tiempo, repartido en varias visitas de una hora, hasta que su interior se quedó vacío. Mientras la paciente iba sacando recuerdos fuera, el psiquiatra estaba atento con un bisturí muy fino para convertirlos en olvidos e incluso borrarlos del todo si sobraban. Así atacaba los malos recuerdos y conservaba en un tarro desinfectado los recuerdos buenos y bellos.

–Recuerda que también te llamas noctiluca, que es un compuesto de noche y luz, y que todos llevamos dentro luz y oscuridad, pero la noche debe ser poquita y la luz mucha para orientarnos en la oscuridad.

Cuando la luciérnaga no tuvo más que decir, el médico le ordenó descansar unos días y alimentarse solo con los buenos recuerdos y las alegrías del tarro desinfectado. Así, lentamente, animada por las raciones de felicidad pasada, la luciérnaga recobró el contento y volvió a encenderse de nuevo. Se iluminó otra vez como antes del bajón, y desde entonces procuró almacenar todas las alegrías que encontraba y mostrarse siempre risueña, no fuera a apagarse de nuevo y convertirse en uno de esos seres que van por el mundo tan apagados que casi dan miedo. Quizá porque no saben que llevan una luz dentro o porque no saben cómo hay que alimentarla para que se encienda».


sábado, 20 de abril de 2019

Regreso a Ítaca

En los poemas homéricos, Odiseo o Ulises es el rey de la legendaria isla Ítaca donde vivía feliz junto a su mujer, Penélope, y su hijo, Telémaco, y de donde partió para participar en la guerra de Troya. El tema central de la “Odisea” lo constituye el regreso de Ulises a su patria, a su hogar.

El poeta griego Constantino Cavafis (1863- 1933) , una de las figuras literarias más importantes del siglo XX, en su poema “Ítaca” nos recuerda que el viaje es más importante que el destino y que, aunque nunca debemos olvidar la meta, hemos de disfrutar del camino y aprender en él.

“Ataque de los lestrigones”
ilustración de “Historias épicas griegas adaptadas para los jóvenes” de J. C. Andrä (1902)

 “Ítaca” de Constantino Cavafis. Recita: Pepe Mediavilla. Música: “Blue Planet” de Terry Devine-King.
«Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón.
Seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo,
que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues, con placer y alegría,
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas».

“Antología poética” de Constantino Cavafis. Alianza Editorial. Madrid, 1999. Edición y traducción: Pedro Bádenas de la Peña.

Una bella metáfora del breve tránsito por la vida en la que, sin duda, el camino es lo más importante. El camino del héroe. El camino de vuelta a casa.


lunes, 15 de abril de 2019

Simplificar la vida

Fuente: “Rompe con tu zona de confort” de Gregory Cajina.

Simplifica tu vida todo lo que sea posible y cuando la hayas simplificado todo lo posible, simplifícala más aún.

Elimina todas aquellas cosas, tareas, compromisos que absorben tu tiempo, tu dinero, tu energía y no te reportan nada. La vida ya nos arroja suficientes razones, retos, obstáculos, metas, para tenernos entretenidos un buen rato. No la saturemos más con lo superfluo.

Tacha de tu agenda aquellas actividades que no te añaden ningún valor, pero que haces por hábito, por pereza en cambiar, por la aparente intranquilidad que pueda suponer que, de repente, tengas horas para estar solo contigo mismo. Es vital permitirte periódicamente ese tiempo para dar un paso atrás y ver el cuadro completo de sus actos desde la distancia. Ese es el único modo que nos permite volver a acercarnos posteriormente y continuar puliendo los detalles del paisaje de nuestra existencia.

Despide y deséales lo mejor a las personas que te roban tu ánimo, tus horas, tu energía, tu claridad de mente, tu motivación. Libera más espacio y tiempo para personas valiosas.

El intercambio personal otorga mutuos aprendizajes, vivencias, experiencias, sabiduría… Dales a los demás el tiempo que estimes debas darle, pero recuerda quedarte con tiempo para ti. Tiempo solamente tuyo. Posiblemente ese es el activo más valioso de tu vida.


miércoles, 10 de abril de 2019

La sombra de la sospecha

Este cuento está incluido en “El libro del amor” de Ramiro A. Calle.

Cierto día, un leñador, al prepararse para salir a trabajar, no encontraba su hacha. Buscó por todas partes en vano. Trató de recordar dónde la había dejado el día anterior. Únicamente recordó que el niño del vecino le estuvo observando mientras él partía leña en el patio. Se le ocurrió que el hacha podía haberla robado el muchachito. Mientras seguía buscando infructuosamente en las habitaciones, crecía su sospecha. Cuando removió en vano los trastos de había en el patio, se sintió seguro de su conjetura.

—Sí, seguro que ha sido él —se dijo—. Me estuvo observando hasta que terminé el trabajo.

Incluso pudo imaginarse cómo entró el niño sigilosamente en su patio y se llevó el hacha corriendo. Justo en ese instante, el presunto ladrón se asomó por la tapia que separaba los dos patios, preguntándole:

—¿Va a cortar leña otra vez?

El leñador le miró con profundo resentimiento, tratando de interpretar el doble sentido del pequeño diablo.

—Sí. Ojalá pudiera cortar también las manos de ese ladronzuelo.

Al oír estas palabras, el chico desapareció asustado tras la tapia, de lo cual dedujo el leñador que aquél se había sentido aludido.

Desde ese momento, el dueño del hacha siempre observaba el comportamiento del niño. Le parecía que su sigilosa manera de andar, su huidiza mirada y su titubeante voz revelaban, indudablemente, su culpabilidad y su condición de ladrón. La sospecha creció, se consolidó y se convirtió en una categórica certeza. ¡Ha sido él! Conforme iba transcurriendo el tiempo, el hombre veía al niño cada vez más como un ladrón, percibiendo en su comportamiento indicios de que había hurtado el hacha.

Pero un buen día, por pura casualidad, descubrió su hacha en el sitio menos pensado, aunque era el más lógico: dentro del montón de leña cortada. Se acordó repentinamente de que la había dejado allí olvidada. A partir de ese momento, el niño le pareció totalmente distinto. Ni en su forma de andar, ni en su mirada, ni en su voz encontraba nada raro. Era un niño simpático, sincero y completamente normal en su conducta.

El recelo, la desconfianza y las sospechas infundadas son obstáculos que frustran la capacidad de amar. Todos tendemos a ver lo que queremos o tememos ver. Hay que desplegar confianza en los demás y no dejar que nuestro corazón se enturbie o indisponga con resquemores que nos roban la paz interior y nos distancian de los seres queridos.


viernes, 5 de abril de 2019

Sobre los milagros

Fuente: “365 semillas de conciencia para una vida plena” de Daniel Ramos Autó.

❂ “El milagro, según la aceptación estricta de esta palabra, significa una cosa admirable; pero, en ese caso, todo es admirable. El orden prodigioso de la naturaleza, la rotación de cien millones de globos alrededor de un millón de soles, la actividad de la luz, la vida de los animales, son milagros perpetuos”.

Voltaire (1694-1778). Escritor y filósofo francés de la Ilustración.

❂ “Me gusta ir solo por caminos rurales, rodeado de arrozales y maleza, muy atento al apoyar el pie en el suelo, consciente de que lo que piso es la maravillosa tierra. En momentos así la existencia es una realidad milagrosa y misteriosa. A la gente se suele parecer un milagro caminar sobre el agua, pero a mí me parece que el auténtico milagro es […] caminar sobre la tierra. Participamos a diario en un milagro que ni siquiera reconocemos: un cielo azul, nubes blancas, hojas verdes, los ojos negros y curiosos de un niño…Y nuestros propios ojos. Todo es un milagro”.

Thich Nhat Hanh (1926). Maestro zen, monje budista y activista por la paz.

❂ “A mí me parece que los milagros, más que en caras, voces o poderes curativos que se acercan de repente desde muy lejos, se basan en un afinamiento de nuestras percepciones que hace que por unos instantes nuestros ojos puedan ver, y nuestros oídos captar, lo que siempre tenemos a nuestro alrededor”.

Willa Cather (1873-1947). Escritora estadounidense ganadora del premio Pulitzer en 1922.

❂ “Los milagros son comparables a las piedras: están por todas partes ofreciendo su belleza y casi nadie les concede valor. Vivimos en una realidad donde abundan los prodigios, pero ellos son vistos solamente por quienes ha desarrollado su percepción. Sin esa sensibilidad todo se hace banal, al acontecimiento maravilloso se le llama casualidad, se avanza por el mundo sin esa llave que es la gratitud. Cuando sucede lo extraordinario se le ve como un fenómeno natural, del que, como parásitos, podemos usufructuar para los otros. Si no se está unido no se capta el portento. Los milagros nadie los hace ni provoca, se descubren. Cuando aquel que se cría ciego se quita los anteojos oscuros, ve la luz. Esta oscuridad es la cárcel racional.

Alejandro Jodorowsky (1929). Polifacético artista chileno: escritor, filósofo, dramaturgo, actor, poeta, director de cine, guionista de cómics, mimo, psicomago, psicoterapeuta…