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sábado, 28 de marzo de 2020

Réquiem por una generación

Esta entrada es mi homenaje a una generación que, tras la Guerra Civil, construyó España y nos regaló la prosperidad.


 “Ave María”. Giulio Caccini. (Royal Philharmonic Orchestra).

Las personas mayores que, a causa del coronavirus Covid-19, están muriendo solas en residencias y hospitales sin poder despedirse de sus seres queridos, son los niños y niñas de la guerra y de la posguerra que nacieron entre bombas y cartillas de racionamiento. Vinieron al mundo en medio de la Guerra Civil y se van de él en medio de una pandemia.

Sin embargo, nadie muere solo. Cada ser viene acompañado desde su nacimiento hasta su muerte. A veces, en momentos de gran dolor, sufrimiento y soledad, nuestra percepción aumenta y podemos reconocer su presencia. Morir no es necesariamente un asunto triste. La agonía no es como la percibimos... Nadie que haya vivido una experiencia del umbral de la muerte, ha tenido a continuación miedo a morir.

Ojalá que en su viaje encuentren lo que esta vida les negó.

Fuentes: Artículo “La generación que construyó España” de Fernando Sánchez Salinero, entrada ¡Va por ellas! de este blog y “La muerte: un amanecer” de Elisabeth Kübler Ross.

Fueron aquellos hombres y mujeres que nacieron en el horror de una guerra civil y pasaron el hambre atroz de la posguerra. Tuvieron que abandonar la escuela, habiendo tenido apenas tiempo de aprender a leer y escribir, para trabajar y colaborar en el sustento de la familia.

Ocupados como estaban en sobrevivir entre penurias económicas, crecieron sin echar cuentas a una sociedad castrada de derechos y libertades.

Fueron gente que vieron el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les daría un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles. Sabían que el esfuerzo tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de cada familia.

Olvidándose de sí mismos, se dedicaron en cuerpo y alma a la crianza de sus hijos trabajando, con afán e imaginación, para que no les faltara nada esencial y, cuando pudieron vivir un poco mejor, se sacrificaron para que sus hijos estudiaran y tuvieran un futuro mejor, tejiendo, a la vez, una red que mantenía unidos a todos los miembros de la familia.

Son una generación de personas que compraban las cosas que se podían permitir, cuando se lo podían permitir. Que no pedían prestado más que por estricta necesidad, que pagaban sus facturas con celo, que gastaban en ropa y “lujos” lo que la prudencia les dictaba y ahorraban un poco “por si pasaba algo”.

Fueron, sin duda, artífices de un gran cambio social y para ellos la democracia significó libertad y posibilidades de seguir viviendo en armonía y respeto.

Fueron un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Tan sensatos, prudentes y trabajadores fueron, que construyeron casi todas las empresas que hoy conocemos y que dan trabajo a la mayoría de los españoles. Y, por si todo esto fuera poco, ya jubilados, han cuidado de sus nietos y en tiempos de crisis les ayudaron a sobrevivir con sus modestas pensiones.

Desde aquí quiero dar las gracias a toda esa generación que nos regaló un gran país, que, entre todos, nos estamos encargando de arruinar.

Nuestros nietos serán incapaces de imaginar las historias legendarias que les contaremos sobre la prosperidad que crearon la generación de sus bisabuelos. Una generación de héroes de ser cierta la Ley del Contrato.

Descansen en paz.


jueves, 26 de marzo de 2020

Contar hasta diez


Fuente: “No te ahogues en un vaso de agua” de Richard Carlson.

Cuando yo era niña, recuerdo que muchos padres y adultos solían contar hasta diez en voz alta cuando se enfadaban con los niños. Era una estrategia que usaban para tranquilizarse antes de decidir lo que harían a continuación.

Esta estrategia puede mejorarse incorporando el uso de la respiración. Lo único que tienes que hacer es lo siguiente:

Cuando sientas que te estás enfadando, realiza una larga y profunda inspiración, y mientras lo haces, di para ti el número uno. A continuación, relaja todo el cuerpo mientras espiras. Repite el mismo proceso con el número dos, y continúa con los demás hasta el número diez (si estás realmente enfadado, continúa hasta veinticinco).

Lo que estás haciendo es limpiar la mente mediante una versión reducida de un ejercicio de meditación. La combinación de contar y respirar resulta tan relajante que te será casi imposible continuar enfadado cuando acabes.

El incremento de oxígeno en los pulmones y el tiempo transcurrido entre el momento en que te enfades y el instante en que acabes el ejercicio, te permitirá aumentar tu sentido de la perspectiva. Esto contribuirá a que las “cosas grandes” te parezcan “pequeñeces”.

El ejercicio es igualmente eficaz para trabajar el estrés o la frustración.

Siempre que te sientas un poco trastornado, ponlo a prueba.


sábado, 21 de marzo de 2020

¿Destino o libre albedrío?


Fuente: “Cincuenta cuentos para meditar y regalar” de Ramiro A. Calle.

Un grupo de aspirantes a monjes discutía acaloradamente sobre si existía o no el destino. No lograban ponerse de acuerdo, y las posturas de unos y otros eran cada vez más radicales. Pasó por allí un sabio y le pidieron que mediara en la discusión. Le expusieron el tema que estaban debatiendo y le preguntaron si para él había destino o libre albedrío.

Tras reflexionar unos instantes, sosegadamente, el sabio dijo:

—Sois como el cuervo y el búho: cada uno queriendo imponer al otro su punto de vista, si bien para el cuervo el día es el día y para el búho lo es la noche. ¿Por qué os extraviáis en actitudes tan radicales, en opiniones tan extremas?

Los aspirantes se sintieron desconcertados y un poco avergonzados.

—Os voy a contar una historia —agregó el sabio—. Había una vez un magnífico zapatero que hacía unos zapatos muy cómodos y bonitos, pero nació en un país donde las personas no tenían pies. Eso es destino. Pero el zapatero no se amilanó, nada de eso. Como era muy creativo y sagaz, utilizó sus facultades para fabricar formidables guantes, puesto que en ese país las personas sí tenían manos. Eso es libre albedrío o voluntad.

El sabio saludó con un pausado gesto de la cabeza y se alejó, pero a pesar de sus acertadas enseñanzas, los aspirantes, frenéticos, siguieron polemizando entre sí, cada vez sosteniendo entre ellos posturas más extremadas.

Hay destino y también libre albedrío. Naces en el curso de un río (un país, una familia, unas circunstancias…), que es el destino, pero dentro de él puedes nadar contracorriente, dejarte llevar por las aguas, decantarte hacia una u otra ribera, sumergirte o nadar en la superficie, y todo ello es libre albedrío.

Toda persona puede cuando menos cambiar sus actitudes internas y mejorar y, como decía un maestro, cuando no sea posible modificar las circunstancias externas, al menos podrá uno cambiar sus modos de reacción y tomar las cosas del modo más provechoso y constructivo.


lunes, 16 de marzo de 2020

Aceptar las cosas tal como son


Fuente: “Intensa-mente” de Sònia Cervantes.

En algunos momentos de nuestra vida no podremos hacer nada más que aceptar las cosas como vienen, intentando ajustar las velas al nuevo rumbo. Enrocarse en situaciones que no tienen solución es un esfuerzo inútil, una pérdida de tiempo y de los recursos personales. Las batallas perdidas de antemano ni son batallas ni se pueden ganar.

Algunas claves para aceptar las cosas tal como son:

Sé realista

De ilusiones también se vive, pero los castillos en el aire no se sustentan en suelo firme y suelen despegarnos de la realidad. Es bueno soñar, imaginar cómo podrían o cómo quisiéramos que fueran las cosas, pero vivir en ese mundo de ensueño nos dificultará aceptar la realidad si esta se aleja mucho del cuento de hadas que nos hemos montado en nuestra mente.

Sueña, pero pisando suelo firme.

Cuanto más te resistas, peor

No se trata de rendirse. Si creemos que podemos hacer algo y está en nuestras manos, hemos de ir a por todas. Se trata de que no perder el tiempo ni esforzarse en negar la realidad o hacer ver que “no ha pasado nada”. Se sufrirá inútilmente y durante más tiempo que si se acepta lo ocurrido y se deja de luchar contra el enfado, decepción o tristeza por lo que está sucediendo.

Si te resistes, te cansas y las cosas siguen igual.

Familiarízate con cambios y despedidas

No es fácil. Los cambios, aunque forman parte del transcurso natural de la vida, implican, a veces, pérdidas dolorosas. Lo que era de una forma, de golpe y porrazo, deja de serlo: te separas de tu pareja, te despiden del trabajo, te diagnostican una enfermedad…

Cuanto antes te familiarices con la nueva situación, antes pondrás en marcha los recursos para hacerle frente o pedirás ayuda.

Reconoce cada una de tus emociones

Acéptalas todas. No busques estar siempre sonriendo y contento. Tener miedo, estar triste, enfadarse o sentir asco y repulsión es en muchas ocasiones más útil que estar plácidamente sonriéndole a la vida. Si es así, disfrútalo; pero el verdadero motor para la acción es mayoritariamente el malestar. Úsalo en beneficio propio.

Deja atrás el pasado

Sí, ya no vas al instituto, ya no tienes veinte años, ya no estás tan flexible, ya tienes arrugas en el contorno de los ojos y más cosas que has dejado atrás para dar la bienvenida a otras nuevas que no tienen que ser ni mejores ni peores, pero seguro que serán distintas. Cuanto más te aferres a tu pasado, más te costará aceptar tu presente.

Pasa página sin olvidar lo escrito, pero enfócate en los nuevos capítulos de tu vida.


miércoles, 11 de marzo de 2020

Saborear la vida (II)


Fuente: “Un minuto para el absurdo” de Anthony de Mello.

Al regreso de un viaje, el Maestro habló de una experiencia que, a su manera de ver, constituía una parábola sobre la vida:

Al parecer, durante un breve alto en el camino, entró a almorzar en un moderno restaurante, en cuyo mostrador se veían deliciosas sopas, tentadores pollos al curry y toda clase de platos apetitosos.

Pidió que le sirvieran una sopa.

—¿Viene usted en el autobús? —le preguntó la robusta camarera.

El Maestro asintió con la cabeza.

—No hay sopa.

—¿Y pollo al curry con arroz hervido? —preguntó el Maestro desconcertado.

—Si viene usted en el autobús, tampoco hay pollo al curry. Puede usted tomar bocadillos. Me he pasado la mañana preparando esa comida, y solo tiene usted diez minutos para comerla. No voy a permitir que coma usted una comida que no va a tener tiempo de saborear.


viernes, 6 de marzo de 2020

Renunciar a las explicaciones


Fuente: “El poder de confiar en ti” de Curro Cañete.

Para algunas personas las explicaciones son como una droga y viven enganchadas a ellas. Cuando se les da una explicación que les sirve, se calman y si no, les domina la ira.

Las personas no siempre dan explicaciones. Algunas veces, mienten porque tienen miedo de herir los sentimientos del otro o de que se enfade si le dicen lo que piensan o se comportan como son realmente. Otras veces, dan explicaciones que el otro no entiende o guardan silencio porque ya están hartas de explicar lo que el otro no entiende…, pero la mayoría de las veces, aunque quisieran, no pueden dar explicaciones porque ignoran los motivos de sus actos ya que, a menudo, esas razones son inconscientes.

Es muy limitador pretender comprenderlo todo. Nunca podremos entender todas las cosas. Podemos pedir explicaciones, pero debemos seguir adelante si nos las niegan.

No necesitamos explicaciones para ser felices y mantener nuestra paz. Tu paz es más importante que las explicaciones. Mira hacia ti, mira hacia tu camino y te sentirás bien, aunque el otro no actúe del modo en que tu mente te indica que tiene que actuar.

Dar tanta importancia a las explicaciones como para entregar tu felicidad a cambio, no merece la pena. De hecho, resulta muy liberador cuando logras darte cuenta de que no las necesitas para sentirte bien.

Cuesta mucho trabajo integrar esta idea en la mente, pero cuando se decide renunciar a las explicaciones, te quitas un gran peso de encima. ¡Se puede ser feliz sin tener que entender las cosas!

Acepta las cosas tal y como son, aunque no las comprendas, y mantendrás tu paz.


domingo, 1 de marzo de 2020

El “interés” de cambiar al otro


Fuente: “Un minuto para el absurdo” de Anthony de Mello.

Siempre que intentes hacer cambiar a otra persona —dijo el Maestro—, pregúntate lo siguiente: ¿Quién va a beneficiarse de este cambio: mi orgullo, mi placer o mi interés?

Y contó la siguiente historia:

Un hombre estaba a punto de arrojarse por un puente cuando, de pronto, un policía corrió hacia él y le dijo:

—¡No, por favor, no lo haga! ¿Por qué va a arrojarse al agua un hombre joven como usted, que ni siquiera ha vivido?

—¡Porque estoy harto de la vida!

—Escúcheme, por favor: si usted se arroja al agua, yo tendré que saltar para salvarlo. El agua está helada y yo acabo de pasar una neumonía. ¿Sabe usted lo que eso significa? Sencillamente, que moriré. Tengo mujer y cuatro hijos… ¿Podría usted vivir con semejante peso en su conciencia? Claro que no. Así que escúcheme: sea bueno, arrepiéntase, y Dios le perdonará. Vuelva a su casa y, en la intimidad de su hogar, ¡ahórquese si lo desea!

A los discípulos que confiaban ingenuamente en que no había nada que no pudieran lograr si se ponían a ello con decisión, el Maestro solía decirles:

—Las mejores cosas de la vida no pueden lograrse por la fuerza. Puedes obligar a comer, pero no puedes obligar a sentir hambre; puedes obligar a alguien a acostarse, pero no puedes obligarle a dormir; puedes obligar a que te elogien, pero no puedes obligar a sentir admiración; puedes obligar a que te cuenten un secreto, pero no puedes obligar a inspirar confianza; puedes obligar a que te sirvan, pero no puedes obligar a que te amen.