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lunes, 27 de febrero de 2023

Los dos halcones del rey


Esta es una versión más, de las muchas que circulan por internet, de este cuento del que desconozco su autor/a.

Un rey recibió como regalo dos crías de halcón que confió a su maestro de cetrería para que las adiestrara.

Al cabo de unos meses el maestro informó al rey de que uno de los halcones volaba con gracia, velocidad y precisión, pero el otro no había volado nunca y se quedaba en su rama observando a su hermano.

El rey convocó a sus mejores curanderos, pero el halcón no parecía estar enfermo. Simplemente se negaba a volar.

Como nadie solucionaba el problema, el monarca ofreció una buena recompensa a quien hiciera volar al halcón.

A los pocos días, el maestro cetrero anunció al rey que el halcón ya volaba y había comenzado su entrenamiento. El rey, sorprendido, fue a verlo y comprobó que el halcón cruzaba el cielo con destreza, aunque tenía, todavía, menos habilidades que su hermano.

El rey quiso saber quién había solucionado el problema y el cetrero le dijo que un campesino. El monarca, que no podía esconder su curiosidad, pidió que lo trajeran a su presencia para saber cómo lo hizo. El campesino, un poco atemorizado ante la presencia del rey, respondió tímidamente:

— Fue fácil majestad, sólo corté la rama y el halcón no tuvo otra opción que volar.

El rey no pudo disimular una sonrisa al ver la sencillez de la solución y le dio la recompensa al campesino.

Vivimos acomodados y limitados en nuestra zona de confort donde todo nos resulta conocido y, aunque tenemos sueños, no estamos dispuestos a correr riesgos y nos conformamos con lo que tenemos convenciéndonos a nosotros mismos de que es nuestra única posibilidad.

No obstante, puede ocurrir que, en algún momento, nos corten “esa rama” que nos esclaviza y no veamos obligados a salir de nuestra zona de confort.

Cuando estamos dispuestos a correr riesgos, se nos abre un mar de oportunidades y sorpresas que nunca hubiéramos imaginado.

Suéltate, confía y vuela.


martes, 21 de febrero de 2023

El Sincericidio


Fuentes: Página web “La mente es maravillosa” y “La vida empieza cada día” de Anne Ugartiburu.

El término “sincericidio”, que no está recogido en la RAE, hace alusión a una sinceridad excesiva que resulta hiriente para la persona que recibe el mensaje. Consiste en decir la verdad sin prudencia, sin límites, sin tener en cuenta lo que siente o desea el otro y, por tanto, le puede ocasionar daños innecesarios.

Las personas “sincericidas” suelen decir verdades de una manera directa, fría y sin tacto, bajo lemas como “yo es que soy sincero, digo lo que pienso” “yo es que soy muy claro”, “yo voy de cara” o “si no le gusta, lo siento, yo solo digo la verdad”.

La terminación –cidio, que proviene del verbo latino caedĕre, significa “matar” y por extensión, “destruir”. El sincericidio destruye, a través de la sinceridad, no solo a las personas que lo padecen, sino a las que lo cometen, pues nadie querrá tener al lado a una máquina de decir verdades hirientes afectando, así, a sus relaciones interpersonales.

Lo que mejor podemos hacer es comunicar aquello que queremos decir, pero con sensibilidad, encontrando el momento y el contexto adecuado o buscando la mejor forma de hacerlo. No se trata de mentir para no herir, sino de transmitir la información de forma adecuada poniendo ciertos filtros a lo que comunicamos, con independencia de que el mensaje que trasmitimos se ampare en la realidad.

Algunas veces habrá que transmitir ciertas verdades con delicadeza, otras habrá que guardarlas hasta que llegue el momento, otras no compartirlas nunca porque no van a servir para nada o va a empeorar la situación y otras habrá que comunicarlas gradualmente, de manera que la persona tenga tiempo de asimilarlas.

Todos, en algún momento, nos hemos comportado con entera sinceridad, pero si la sinceridad sin filtro es un patrón constante de nuestra personalidad, suele esconder conflictos internos profundos como, por ejemplo, creer que no estamos siendo lo suficientemente valorados por los demás y, por eso, utilizamos la verdad desmedida para reafirmar nuestra seguridad lanzándonos a aportar nuestra visión sobre las decisiones o circunstancias ajenas.

Si nadie nos ha pedido que seamos sinceros, hemos de cuidar cómo y a quién le damos opiniones y consejos sobre su vida, porque podemos hacer más mal que bien.

Antes de lanzarnos a la hora de meternos en la intimidad de otra persona, sería prudente preguntar si le gustaría que le diéramos nuestro parecer o le dijéramos lo que pensamos. En caso de duda, siempre será mejor acompañar con nuestra presencia, una mirada amable o un silencio, que nuestras palabras “omnisapientes”.

La verdad es un arma muy poderosa que transmitida con empatía, inteligencia social y motivada por la buena intención, siempre será productiva.


miércoles, 15 de febrero de 2023

¿Existe Dios?


Este cuento está incluido en el libro “La muerte y el duelo a través de los cuentos” de Carmen Moreno Lorite.

–¿Existe Dios? –le preguntó a Buda una persona que se le acercó por la mañana.

–Sí –respondió Buda.

Después de comer, se acercó otro hombre.

–¿Existe Dios? –quiso saber.

–No, no existe –dijo Buda.

Al final de la tarde, un tercer hombre hizo la misma pregunta.

–¿Existe Dios?

–Tendrás que decidirlo tú mismo –respondió Buda.

–Maestro, ¡qué absurdo! –dijo uno de sus discípulos–. ¿Cómo puedes dar respuestas diferentes a la misma pregunta?

–Porque son personas diferentes –respondió el Iluminado– y cada una de ellas se acercará a Dios a su manera: a través de la certeza, de la negación y de la duda.


jueves, 9 de febrero de 2023

Solo tienes que esperar

Hoy celebro mi vida. Doy gracias al buen Dios por todo lo que me ha dado y por haberme permitido cumplir un año más.


  “Dos oruguitas” (B.S.O. “Encanto”). Sebastián Yatra.

Fuente: “Cuentos afilados en noches extrañas y otras puñaladas” de Bebi Fernández. (Título original del cuento: “Tú solo espera”.

«Puedes pasar mucho tiempo en el suelo por el simple hecho de que sientes miedo al intentar salir de él. Piensas que, al alzar el vuelo, la lluvia te mojará las alas y acabará con ellas o crees que cualquier viento te llevará por delante. A veces, incluso, te da miedo volar por lo que puedan pensar aquellos que te miran y que, a tu lado –una sencilla y delicada mariposa–, resultan gigantes que podrían aplastarte con un solo golpe de su puño. A veces el miedo a caer nos impide volar.

Pero la cuestión no es tanto qué pasará cuando vueles, sino por qué lo haces, qué quieres encontrar; a qué nuevo lugar quieres ir; qué significa para ti abrir las alas. Ese paso que tanto tiempo te ha costado y tanto miedo te ha dado no depende de que el exterior sea seguro, sino de que tu interior esté preparado.

Una vez lo sepas, sentirás cuál es el viento propicio sin duda alguna. Sabrás que es la hora sin mirar ningún reloj.

Así son los viajes de la vida. No ocurrirá un milagro sin tu impulso. Ni tampoco te impulsarás solo porque lo desees.

No puedes elegir el momento perfecto para volar. Es el momento el que te dice que tus alas ya están listas».


viernes, 3 de febrero de 2023

La vital curiosidad


Fuente: “Fortalece tu carácter” de Javier Urra y “Soluciones prácticas” de Bernardo Stamateas.

Los niños son divertidos por naturaleza porque son curiosos, tienen ganas de aprender, de saber, de explorar el mundo, de conocerlo y, por eso, preguntan, se interesan y observan. Cuando se es adulto y se alcanza la madurez, es importante mantener la curiosidad y la ilusión vital infantil. Decirle a alguien que es como un niño es un gran piropo, pues supone ser flexible, no partir de presupuestos cerrados, absorber, experimentar y jugar.

Si nos distraemos o nos damos un gustito, conseguiremos salir del aburrimiento, pero sólo momentáneamente. Una persona curiosa, con ganas de aprender e investigar, nunca se aburrirá.

Ser curioso no tiene nada que ver con ser cotilla. La curiosidad nos lleva a aprender y hacer que lo que no es, comience a crearse y luego a funcionar.

Es seguro que nunca podremos saberlo todo, pero sí que podremos interesarnos por muchos, diversos y enriquecedores aspectos que la vida nos propicia.

La vida, hasta el último minuto, nos permite curiosear, aprender, indagar e ilusionarnos. Para eso, hay que tener los ojos muy abiertos, prestar atención y gustar de las sorpresas, lo oculto, de todo lo que no esperamos, es decir, ser como un niño que disfruta de la vida desde el presente, en cada detalle, en cada momento.

La curiosidad nos mantiene el cerebro y la mente activos, consigue que el aburrimiento deje de existir y puede enriquecer a los que nos rodean. Es, en definitiva, un gran acicate para nuestra existencia.

Se envejece cuando se pierde la ilusión, cuando se cree estar de vuelta, cuando uno ya solo espera la muerte.