Fuente: “Más gente tóxica” de Bernardo Stamateas.
En nuestra vida cotidiana no podemos evitar encontrarnos con personas problemáticas. Personas autoritarias y descalificadoras, quejosas, envidiosas, arrogantes, irascibles, mentirosas… Son personas “tóxicas” que nos producen malestar. Algunas, pueden arruinarnos la vida, destruir nuestros sueños o alejarnos de nuestras metas. Es importante reconocerlas para protegernos de ellas y ponerles límites.
Todos los seres humanos tenemos rasgos tóxicos. Entonces, ¿cómo diferenciar a una persona equilibrada de una “tóxica”?
Una persona equilibrada es capaz de percibir en sí misma rasgos tóxicos que trata de eliminar. Las personas tóxicas no los reconocen y, por tanto, no tratan de eliminarlos, viven culpando a los demás y robando su energía. Las personas “tóxicas” son adictos emocionales que para sentirse bien necesitan hacer sentir mal al otro. Son los que van en dirección contraria por la calle y dicen: “¡Qué mal conducen estos idiotas!”.
Imaginemos que la personalidad es una pizza. Cada porción de esta pizza es una manera de reaccionar y funcionar. Una porción, por ejemplo, puede ser la desconfianza; otra, la indiferencia; otra, el miedo; el narcisismo; el histrionismo… Cada una de estas porciones enriquece nuestra personalidad.
¿Es normal tener miedo? Sí. ¿Es bueno tener miedos? Es útil ante situaciones de peligro y frente a una amenaza. Se trata de una emoción primitiva del cerebro que tarda 125 milésimas de segundo en reaccionar. En menos de lo que dura un parpadeo el cuerpo puede reaccionar de dos maneras: activa las piernas para huir o las manos para pelear. Este es el mecanismo del estrés: huir o luchar. Nuestra vida se desequilibra cuando continuamente vivimos con miedo, pensando que absolutamente todo es una amenaza.
¿Está bien ser histriónico? Sí, porque el histriónico llama la atención. Por ejemplo, un profesor tiene que ser histriónico para captar la atención de los alumnos. También es bueno tener una personalidad algo histriónica cuando, por ejemplo, jugamos con nuestros hijos.
¿Está bien tener un rasgo psicopático como la indiferencia? Sí, porque si nos afecta todo lo que ocurre, enfermamos. La indiferencia es un mecanismo de defensa sano que todos poseemos y que sirve para protegernos. Por ejemplo: veo la televisión y tomo distancia de las noticias.
¿Es normal ser algo obsesivo? Claro que hay que serlo. La obsesión nos centra en los detalles, y todos sabemos que en ciertas ocasiones es importante observar los detalles. Por ejemplo, para una persona que se encarga de hacer balances o informes contables es imprescindible tener en cuenta los detalles y ser obsesivo a fin de hacer correctamente su trabajo.
¿Está bien ser narcisista? Sí; un poco sí, porque Narciso dice: “Yo puedo alcanzar mi meta”; “lo voy a lograr”; “creo en mí”; “me va a ir bien”. Todos necesitamos una buena dosis de autoconfianza.
Si todo es normal, ¿dónde está el problema?
Una personalidad sana mantiene los rasgos en equilibrio. El problema se plantea cuando uno de esos rasgos no crece o crece demasiado.
Volviendo al símil de la pizza, si tenemos dos o más porciones de lo mismo, esa manera de reaccionar se vuelve nuestro “estilo predominante” y no nos permite funcionar de manera equilibrada.
Tomemos como ejemplo el narcisismo. La persona puede tener un narcisismo sano en parámetros normales. Tiene confianza en sí misma, tiene autocrítica y puede reconocer su valor y el de los demás. Sin embargo, muchas personas piensan que lo saben todo y que son mejores que el resto de los mortales. El narcisismo las ha embriagado y desequilibrado.
En algún momento de nuestra vida a todos nos va creciendo demasiado algún rasgo al que nos acostumbramos y nos resulta más fácil utilizar, y es precisamente ahí donde debemos estar atentos. Algunos rasgos de nuestra personalidad pueden ser recursos que nos sirvan para determinado momento de la vida, pero es importante volver a equilibrarlos.