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sábado, 26 de septiembre de 2020

El enfado tóxico

Fuente: “Más gente tóxica” de Bernardo Stamateas.

El enfado es una emoción normal que todos los seres humanos poseemos. Esta emoción suele enviar sangre a las manos, porque el primer impulso que genera es el de pelear, pero también puede llevar sangre a los pies, en el caso de querer huir. No es malo sentir el enfado, pero si no lo utilizamos en el lugar y momento correctos, terminaremos desperdiciando nuestra vida. El enfado se torna patológico o tóxico cuando es muy frecuente, muy intenso, dura mucho tiempo o conduce a la violencia.

¿Conoces alguna persona que está constantemente peleando, que hace de la pelea una forma de vida? Cuando tenemos que entablar trato o una conversación con una persona de este tipo, solemos preguntarnos: “¿Cómo se habrá levantado hoy?” “¿De qué humor estará?” Porque de acuerdo a ello, responderá y se relacionará con los demás. Son personas amargadas que no solo se amargan la vida a sí mismas, sino que entorpecen las relaciones con los demás.

La mayoría de las veces, son personas que reconocen sus límites, pero los viven con impotencia. No tienen recursos para controlar las situaciones y con su enfado, pretenden impedir que el otro reaccione, es decir, silenciarlo. En definitiva, estallan con sus emociones para alejar a los demás. Con su comportamiento, estas personas transmiten el siguiente mensaje: “Aléjate de mí porque sé que tengo límites y, como no los soporto, lo que hago es estallar con mi enfado”. Gritan, discuten y se pelean con quien tengan a mano. Pasan más tiempo discutiendo y peleando que disfrutando de la vida.

Hay personas a las que nunca vemos enfadadas porque se guardan, se “tragan” el enfado. Guardar el enfado dentro de nosotros con el tiempo genera enfermedades. Llegará un momento en que el cuerpo segrega sustancias químicas que literalmente pueden llegar a provocar, por ejemplo, severas úlceras gástricas. Otras personas, al contrario, piensan que es bueno para la salud expresarlo todo y gritar. Esto es falso. La ira que se manifiesta “explotando” se retroalimenta y cuanto más explota uno, más puede enfermar.

Una de las capacidades que tiene el ser humano es la de elegir de qué hablar, cómo hacerlo y de qué manera. Las palabras deben de servir para construir puentes que sirvan para conectar, pero es imposible que se pueda construir un diálogo entre dos personas cuando una de ellas está enfadada. Lo aconsejable es evitar el conflicto sin huir porque si una persona grita y la otra se queda en silencio, la primera puede irritarse ante la pasividad de la segunda, elevará más el tono de voz, lo que hará que, a su vez, la otra responda de un modo más agresivo y así sucesivamente. Lo más aconsejable es pronunciar frases como: “Tal vez tengas razón, pero lo hablaremos después” o “En estos términos no nos vamos a poner de acuerdo”. Se deja así, de esta manera, en suspenso el conflicto para que, en otra ocasión, con más tranquilidad, se pueda resolver.

Cada vez que te enfadas y le gritas a alguien agotas los recursos y solo le dejas al otro, dos alternativas posibles: “obedecer con resentimiento” o “redoblar la apuesta”.

El enfado muchas veces nubla la razón y hace que uno quiera derribar al otro. Cuando dos personas discuten no tienen que buscar quién tiene la razón o quién es el más fuerte, sino sentarse a analizar de qué manera pueden resolver sus diferencias. Hemos de transformar el enfado en energía para resolver el conflicto.

Recuerda que no es recomendable que resuelvas tus diferencias con alguien ni por las redes sociales ni a distancia. Es importante que veas al otro cara a cara y puedas escuchar el tono en el que te transmite su mensaje.

Cuando accedes a la provocación de un peleón tóxico y respondes con agresividad, lo único que logras es pelear una batalla que no es la tuya. Algunas personas luchan por cosas absurdas. No dejes que los demás elijan tus batallas. Hay una sola batalla que debes pelear: la de tus logros, la de tus sueños, la de tu familia, la de tus afectos…

¡Qué bueno sería que pudiéramos construir puentes en lugar de desperdiciar nuestra vida en enfados y peleas tóxicas!


lunes, 21 de septiembre de 2020

Que Dios nos ayude a los docentes

A pesar de la pandemia de la Covid-19, creo que una gran mayoría de personas consideramos que es necesario, no sé si conveniente, que la escuela sea presencial. Evidentemente, no de cualquier manera. Para ello, la escuela debe convertirse en un lugar lo más seguro posible frente al SARS-CoV-2. Se habló, entre otras muchas medidas de higiene, de aumentar las plantillas, de bajar la ratio para respetar la distancia de seguridad y de la creación de grupos-burbuja. Todos los gobernantes, a nivel estatal y autonómico, insisten, una y otra vez, en que la escuela es un lugar seguro. Yo creo que no es así.

En esta entrada, voy a hablar de la realidad que yo conozco. Soy tutora de un grupo de cuarto curso de primaria con veinticinco alumnos/as. En el aula, después de muchos ensayos infructuosos, he dispuesto las veinticinco mesas individuales en tres filas de cuatro mesas, dos filas de cinco y, tras cambiar un armario de sitio, he podido colocar tres mesas sueltas delante y detrás de una columna. La distancia entre mesa y mesa es una baldosa de cuarenta centímetros.

En mi grupo entramos, de momento, siete profesores/as. Digo de momento, porque todavía no están asignados, hasta ver las necesidades educativas tras los resultados de la evaluación inicial, los refuerzos educativos. Calculo que, como mínimo, intervendrán en el grupo dos personas más de las que he mencionado. Por lo que a mí se refiere, aparte de las asignaturas de mi curso, tendré que reforzar en otros grupos de mi ciclo y hacer las sustituciones necesarias cuando falte algún compañero/a. Como podéis comprobar, la ratio, la distancia de seguridad en el aula y la creación de un grupo-burbuja son las adecuadas para hacer frente a la pandemia.

No quiero que entendáis que no se ha intentado. Me consta el esfuerzo, casi sobrehumano, del equipo directivo (al borde de un ataque de nervios) y que han visto rechazadas muchas de sus propuestas.

¿Qué ha cambiado, entonces, en mi colegio?

- Antes, la entrada y la salida del colegio se hacían por dos puertas y ahora se hacen por tres y con un orden más riguroso. Los niños y niñas de primaria se movían en el recreo, libremente, por los tres espacios disponibles y ahora cada ciclo tiene asignado un espacio.

- Se ha incrementado la plantilla con dos profesores/as y, como, por falta de espacios, no se pueden realizar desdobles de grupos, si no se producen bajas médicas, se verá incrementado, supongo, el refuerzo pedagógico para los niños y niñas. Hablando de la falta de espacios: hace unos días, pregunté a la dirección del centro por el lugar donde podía dar la clase de Valores que, en mi colegio, es la alternativa a la Religión. Estaba todo ocupado, me dijo, pero en la SUM (Sala de usos múltiples), en la que ya había otro grupo, estaba libre el escenario y podíamos ponernos encima. No estoy bromeando. Tal y como os lo estoy contando y pensé que, en el fondo, era el sitio más adecuado para representar lo que está empezando a parecerse a una tragicomedia.

- Las paredes que antes estaban decoradas, principalmente, con los trabajos realizados para las distintas celebraciones (Día contra la violencia de género, de los derechos del niño, de los derechos humano, de la Constitución, de la paz…), ahora están decoradas con carteles que invitan a guardar la distancia de seguridad (por los pasillos, claro) y los que instruyen sobre cómo lavarse las manos, cómo saludar, cómo toser, etc., etc.

¿Qué ha cambiado en mi aula?

- Todas las ventanas y sus dos puertas están permanentemente abiertas. No sé qué va a ocurrir cuando haga frío. A lo peor terminamos agarrando una pulmonía.

- En la entrada hay un cartelito que indica que el uso de mascarilla es obligatorio. Por cierto, cada niño/a trae de casa su mascarilla y una de repuesto. Lo mismo que el profesorado. En el colegio hay mascarillas, pero son por si hay un olvido, se rompen, se mojan…

Con el uso de las mascarillas, los niños no me oyen a mí y yo a ellos ni los oigo ni los entiendo y no es cuestión de utilizar un micrófono, pues, recordad, las puertas y las ventanas están abiertas. Otro tanto ocurre con el sonido de la pizarra digital si no quieres molestar a los compañeros/as de las aulas vecinas.

- Finalmente, lo más importante: ¡tenemos un bote de gel hidroalcohólico, un bote de desinfectante de superficies (creo que agua con lejía) y un rollo de papel grande!

Este es el panorama.

No puedo entender que, en esta segunda oleada de la pandemia, se estén cerrando parques, se estén limitando de nuevo los aforos y el número de personas que pueden reunirse; que en los bancos, por ejemplo, solo se atiendan a dos o tres personas y se formen largas colas en la calle; que en las distintas administraciones todo haya que resolverlo telemáticamente y solo se pueda acudir a las oficinas, tras días de espera, con cita previa; que un médico te atienda por teléfono… ¡Señores, organícense, utilicen varias entradas, un bote de gel hidroalcohólico, un desinfectante de superficies, un rollo de papel y conseguirán un espacio seguro! Así de fácil. Y encima, con menos aforo que en mi clase y pudiendo guardar la distancia de seguridad.

Que conste que no soy yo de quejarme… A lo largo de mi trayectoria como docente, he trabajado en varios puestos de muy difícil desempeño en los que he pasado mucho miedo y fatigas (Una de estas experiencias la he recogido en la entrada “El Palomar” de este blog). Pero ¿sabéis qué pasa? Que son cincuenta y nueve los próximos años que cumpla y, en mi vida personal, llevo a rajatabla las medidas de seguridad no solo por mí, sino porque en mi casa y en mi familia hay personas de alto riesgo y no me perdonaría que, por mi causa, se contagiaran.

Pero no tengo que preocuparme, ¿verdad? ¡La escuela es un lugar seguro! Tal vez por eso, no se han dignado ni a darse una vuelta por el colegio ningún inspector: ni de educación, ni de sanidad, ni de seguridad en el trabajo.

El asunto es, además, muy triste. Recientemente, algunos sindicatos convocaron una huelga para exigir medidas de seguridad y, supongo, que habréis leído los comentarios que, sobre los docentes, se han hecho en algunos medios de comunicación y en las redes sociales. Nunca esperé que nos aplaudieran, pero una sociedad que desprecia, así, a los maestros de sus hijos, está abocada, como poco, al fracaso.

Y siento impotencia… y siento rabia… y siento pena. Y como a Esmeralda, la protagonista de la película de la factoría Disney “El jorobado de Notre Dame”, solo me queda acogerme a sagrado y elevar a Dios mi oración:

“Que Dios ayude, con su piedad, a los docentes, en su soledad... Toda mi gente, ¿en quién confiará...? Dios nos ayude... o nadie lo hará”.


viernes, 18 de septiembre de 2020

Cuentos honestos

Fuente: “Parábolas para vivir en plenitud” de Antonio Pérez Esclarín.

El emperador y las semillas

Llegó la edad de casarse del joven emperador, y los emisarios reales esparcieron la voz por todo el imperio para que acudieran todas las jóvenes casaderas, para elegir entre ellas a la más bella y más honesta.

Cuando Deisy, la pastora, escuchó el pregón de los emisarios, decidió ir. Estaba segura de que no sería seleccionada, pero al menos tendría la oportunidad de ver al joven emperador y estar junto a él unos minutos.

El día elegido, la plaza se llenó de jóvenes bellísimas, cuyos corazones latían ansiosos con la esperanza de ser la elegida.

Seguido de su séquito, se presentó el joven emperador y le entregó a cada joven una semilla.

–A cada una se le ha entregado la semilla de una flor. Son semillas de flores muy variadas. Siembren y cultiven la semilla y vuelvan aquí dentro de un año. La que consiga las flores más bellas, será la elegida.

Deisy apretó la semilla en su mano y sintió que latía como un pequeño corazón.

La sembró en su maceta predilecta en la que colocó la tierra más fértil, la abonó con el mejor estiércol de sus rebaños, la regó con el agua más pura de las cascadas de la montaña, pidió el consejo de los campesinos más sabios, pero nada. La semilla nunca germinó. Aun así, el día indicado, decidió presentarse con su maceta vacía frente al joven emperador.

La plaza parecía un inmenso jardín con todas las flores maravillosas que llevaban las demás jóvenes. El joven emperador las fue observando una por una con admiración y asombro. Cuando vio la maceta vacía de Deisy, sus ojos se iluminaron y le dijo con cariño:

–Tú eres la elegida para ser mi esposa. Eres bella, pero además tienes una virtud que les falta a las demás: Eres honesta y sincera. A todas les entregué una semilla estéril de la que era imposible cosechar nada.


Hijo de la tribu

Llegó el muchacho a la pubertad y, para ser aceptado como miembro de la tribu, tenía que pasar una serie de pruebas. Humildemente, se presentó ante el Consejo de Ancianos.

–Ve a la selva, solo y sin armas –le dijeron–. No regreses hasta que veas y seas visto por un león, una serpiente y un elefante. Mientras estés en la selva, no podrás comer ni beber nada. Si regresas sin pasar la prueba, te seguiremos todos tratando como a un niño y no podrás ser guerrero ni tener una familia.

No le costó mucho encontrar al león y la serpiente. Se acercó a ellos con sigilo y no tuvo la menor duda de que ellos también le habían visto. Pero por ningún sitio aparecía un elefante. Por varios días y noches anduvo y desanduvo todos los caminos de la selva y la sabana buscando en vano a un elefante. Su estómago crujía de hambre y sus labios resecos eran una herida de sed. Pero desechó las invitaciones de las torrenteras y de los jugosos frutos que le invitaban a quebrar la prueba.

Cuando ya no podía más y estaba a punto de desfallecer, decidió regresar al poblado. Volvía derrotado, con un dolor inmenso que le pesaba en el pecho más que el hambre y la fatiga.

–Lo intenté con todas mis fuerzas, les juro que lo hice, pero no conseguí ver ningún elefante –les dijo a los ancianos con voz entrecortada.

Entonces, ellos le abrazaron emocionados.

–Desde este momento, eres uno más de nosotros, un verdadero miembro de la tribu. Era imposible que pudieras ver un elefante porque previamente los habíamos espantado muy lejos de nuestra comarca. Para nosotros, más importante que ser valiente, es decir siempre la verdad.

Hoy no es importante decir la verdad, sino llamar la atención. La persona honesta, de principios sólidos, se percibe como alguien peligroso e intolerante.

Vivimos tiempos de un total relativismo ético, en los que se impone la moral acomodaticia del TODO VALE y del SOLO VALE (si me produce ganancia, bienestar, beneficio, poder…).

Si mintiendo y engañando logro mis objetivos, está bien. El fin justifica los medios. Se valoran las apariencias, los envoltorios, las riquezas, sin importar el modo en que han sido obtenidas. La corrupción se ha transformado en una forma aceptada de vida. La virtud ya no consiste en no robar, sino en saber robar sin dejar huellas.

Nada mejor para encubrir las irresponsabilidades y las mentiras que culpar a otro. El ladrón, el corrupto y el mentiroso rasgan sus vestiduras y se presentan como víctimas acusadas injustamente y utilizan todo su poder para castigar al que se atreve a acusarles. El cinismo se presenta como una virtud fundamental.

Escasean las personas capaces de responsabilizarse, es decir, de responder por sus actos sin importar las consecuencias.

En este contexto, se hace más necesaria que nunca una profunda educación ética, de modo que las personas puedan asumir sus responsabilidades, afianzar sus vidas sobre los valores esenciales y contribuir con su conducta a la gestación de un mundo mejor.


domingo, 13 de septiembre de 2020

Vive según tus propios valores


Fuente: “El poder de confiar en ti” de Curro Cañete.

Los valores personales son el motor que nos impulsa a hacer lo que hacemos. Son las cosas que realmente nos mueven, nos importan, nos interesan. Vienen a ser nuestras verdaderas prioridades. En cada acto de tu vida se esconde un valor.

Conocer los propios valores es esencial para entenderse a sí mismo y a los demás. Una vez que entendemos que cada persona tiene los suyos, nos resulta más fácil comprenderla.

Tus hábitos son los que definen tus valores actuales. Tus valores tiran de ti y consumen tu tiempo. Cuando un valor te beneficia es genial mantenerlo, pero, cuando te perjudica, te conviene cambiarlo. Por ejemplo: si estás todo el día jugando a la videoconsola, incluso por encima de tu pareja, lo reconozcas o no, ese es uno de tus valores. Los valores pueden cambiar si te lo propones. Si quieres que esto deje de ser así, debes proponértelo de forma consciente. Coloca a tu pareja por encima de la videoconsola en tu lista de valores y actúa de modo que llegue a estarlo realmente (por ejemplo, dedicándole más tiempo). Hemos de fijar acciones concretas que respalden a los valores que quieres en tu vida.

Tus valores también son actividades que te atraen, que quieres que estén en tu vida. Sin embargo, en ocasiones, hacemos actividades que no nos gustan porque detrás de ellas se esconden valores como “el qué dirán”, el sacrificio o el compromiso.

Los valores fundamentales, los que dan sentido a tu vida, están relacionados con tu ser, con tu esencia y tu felicidad. Conviene que los tengas muy en cuenta para no alejarte demasiado de ellos. Para una persona pueden ser la paz interior y la familia; para otra, viajar y su carrera artística; para una tercera, la salud, los hijos y la naturaleza, etc.

Los valores fundamentales suelen permanecer, pero también pueden cambiar en diferentes etapas de la vida. Cuando los tienes presentes y vives conforme a ellos y los expresas, sientes plenitud. Si tu vida no está alineada con tus valores, pierdes la armonía.

Los valores temporales son aquellos a los que, por algún motivo, interesa darles prioridad en un momento determinado, aunque no sean importantes para ti. Quizá ahora tienen preferencia porque te ayudan a conseguir algo que te permitirá, más adelante, estar en armonía con tus valores fundamentales. Por ejemplo: un opositor que está estudiando muy duro para obtener una plaza debería colocar “estudiar” como uno de sus más altos valores temporales, para que su mente se mantenga enfocada en ese objetivo.

Es conveniente hacer una lista, por orden de importancia, con los siete valores fundamentales que quieres que presidan tu vida, con los que puedas crear la vida que quieres, los que inspiran tu yo más profundo. Esos son los valores que necesitas cultivar y trabajar hasta que sean una realidad para ti.

Haz otra lista con tus siete valores temporales, es decir, aquellos que te interesan para conseguir lo que te hayas propuesto en este momento de tu vida. Por ejemplo: si quieres ponerte en forma, pon en un puesto alto “ejercicio físico”, pues será un valor a tener muy en cuenta para poder integrar ese hábito.

Tal vez los valores de esta segunda lista, no sean tan importantes como los anteriores, pero sí lo son en este momento y, de hecho, son los que te pueden llevar a hacer realidad esos otros valores más profundos.

Ambas listas de valores, y su orden en tu lista vital, deben ser el resultado de una elección consciente. Ten siempre presente tus valores para que tomes decisiones coherentes con ellos, así estarás caminado hacia la vida que quieres y no en dirección contraria. Cuando dudes entre tomar una decisión u otra, solo tienes que consultar estas listas y ver cuál de las dos opciones está en consonancia con tus valores más altos. Si, por ejemplo, unos de tus valores principales son “ayudar” y la “generosidad”, cada vez que ayudas a alguien, eres amable, escuchas a quien necesita desahogarse…, es decir, actúas en coherencia con esos valores, te será más fácil hacerlo e integrarás esos valores en tu vida.


martes, 8 de septiembre de 2020

Sobre el esfuerzo


Fuente: “365 ideas para una vida plena” de Mario Alonso Puig.

🔅 “No solo la inteligencia, la memoria y la imaginación son importantes, también lo es el esfuerzo que uno ponga y la persistencia ante la dificultad. Con frecuencia se valora en exceso el talento de las personas y se minusvalora la determinación, la persistencia y la paciencia a la hora de hacer realidad un sueño”.

🔅 “Desarrolla tu carácter para hacerte fuerte ante la dificultad. Tu fuerza es la que va a impedir que formes parte de esa manada asustada que corre a lo loco cuando se presenta un peligro o una situación de riesgo”.

🔅 “Si quieres superarte sé consciente de que dicho objetivo ha de convertirse en un compromiso diario y que, además, vas a encontrar dentro y fuera de ti muchos obstáculos para que dicha superación tenga lugar. Recuerda siempre que no fracasarás en tu empeño si tu determinación por triunfar es lo suficientemente grande”.

🔅 “El esfuerzo por superarte tiene más impacto a tu alrededor del que te imaginas. Si no lo haces por ti, hazlo por los seres queridos. Ellos notarán la manera en la que estás engrandeciendo sus vidas”.

🔅 “Cuando salgas de tu zona de confort te sentirás peor, pero paradójicamente estarás mejor. Cuando uno penetra en esa zona llamada de hundimiento, la tendencia natural es a desconfiar y a volver a la zona de confort. Si sigues adelante con ilusión y confianza, a pesar de tus miedos, entrarás en la zona de descubrimiento. Es entonces cuando habrás dado un paso importante en la mejora de tu vida y en tu capacidad de contribuir para que otros puedan también mejorar las suyas”.

🔅 “Si no te enfrentas a los desafíos no podrás crecer. Si no asumes riesgos no podrás mejorar. Si no afrontas tus miedos no descubrirás tu verdadero y enorme potencial”.

🔅 “Seguramente a quien más admiras por sus logros ha trabajado muy duro y durante mucho tiempo para llegar a dominar algo de una forma tan extraordinaria. No creas que su vida fue fácil, sino que supo elegir una y otra vez lo que valía la pena en lugar de lo que era más sencillo”.

🔅 “No creas en el mito que dice que los grandes éxitos se consiguen sin constante esfuerzo y sin un verdadero compromiso. Los triunfadores han tenido que hacer frente a la derrota una y otra vez antes de alcanzar los logros por los que ahora se les reconoce”.

🔅 “Abraza la cultura de la dedicación y el compromiso y presta menos atención a la gratificación inmediata y sin esfuerzo. Saber retrasar la gratificación y buscar hacer las cosas de manera excelente momento a momento es uno de los ingredientes fundamentales para triunfar en la vida”.

🔅 “Todo el mundo quiere experimentar las mieles del éxito, pero muy pocos son los que están dispuestos a pagar el precio que hay que pagar para poder disfrutar de ellas”.

🔅 “Pensar en atajos fáciles, rápidos y sin esfuerzo no es sino un atractivo y seductor espejismo que carece de realismo, aunque algunos lo intenten vender con el mayor de los descaros”.

🔅 “Para que una idea transformadora despliegue sus alas no basta con que creas en su potencial y quieras de verdad hacerla realidad. Hay muchas personas que tienen buenas ideas, pero son muy pocas las que consiguen llevarlas a cabo. Solo quien se pone en marcha contra viento y marea es capaz de construir poco a poco esos peldaños que antes o después le llevarán a ver lo que antes solo existía en su imaginación”.

🔅 “Cuando la oportunidad llame a tu puerta, será demasiado tarde para que empieces a prepararte. Por eso, esfuérzate para seguir entrenándote, mejorando y evolucionando cada día. Así, cuando la ocasión de nuevo aparezca en tu camino, estarás preparado para aprovecharla”.

🔅 “Para que tus sueños se hagan realidad es necesario que mantengas una determinación constante para conseguirlos. A muchas de las personas a las que se les resiste el éxito no es por falta de talento, sino por falta de fuerza de voluntad y de carácter. No han desarrollado esa capacidad de ser inasequibles al desaliento y de levantarse una y otra vez por dura que resulte cada caída”.

🔅 “Cuando vemos a alguien triunfar, consideramos que ha tenido mucha suerte en lugar de pensar que la suerte la ha generado gracias a sus esfuerzo y dedicación. Siempre es más fácil envidiar que admirar. Siempre es más fácil juzgar que preguntar para aprender y mejorar”.

🔅 “Las personas tendemos a la inercia, al mínimo esfuerzo y a creer que lo que uno ha ganado con tanto trabajo se mantiene por sí solo. Si quieres desarrollar un nuevo hábito, no basta con que te deshagas del viejo y lo sustituyas por el nuevo, sino que también has de entrenarlo hasta el final de tus días”.


jueves, 3 de septiembre de 2020

El camino despejado


Fuente: “Escúchate” de Prem Rawat.

Casi todas las mañanas, cuando voy a trabajar, me cruzo con un hombre con discapacidad visual que camina con un bastón. Lo observo y no me parece que muestre ninguna preocupación por los obstáculos de su alrededor.

No le distrae ni el ruido del tráfico, ni las mujeres que hablan en la puerta de una tienda, ni la música procedente de un coche aparcado, ni el ladrido de un perro al otro lado de la calle.

Usa el bastón para determinar una zona despejada suficiente para seguir moviéndose con seguridad y se mueve, así, con decisión. Él sabe dónde se encuentra y solo presta atención al camino que tiene libre por delante para continuar y si se topa con un obstáculo, tantea en busca del camino despejado que le rodea.

Yo continúo mi camino y pienso en las veces que voy por la vida distraída con lo sucede a mi alrededor, dejando que absorba toda mi atención, en lugar de centrarme en dónde me encuentro y adónde quiero ir.

¡Cuántas veces nos paraliza pensar en todos los obstáculos que tenemos ante nosotros y no vemos la sencillez del camino despejado que tenemos delante! ¡Cuántas veces cuando nos encontramos con un obstáculo seguimos chocando contra él!

Los obstáculos no desaparecerán de nuestro camino por arte de magia, pero sé, por experiencia, que, si recorremos el camino interior que lleva al propio conocimiento, ese que permite conectar con la paz interior, brotarán la claridad y la resiliencia que pueden ayudarnos a ver el camino despejado para seguir adelante y tomar buenas decisiones.