La noche del 16 de enero, víspera de la festividad de San Antonio Abad, se celebra en Jaén “Las lumbres de San Antón”, una de las fiestas más características del calendario jiennense.
La tradición de la hoguera parece una reminiscencia cristianizada de antiguos ritos paganos. Es posible que estas hogueras tuvieran connotaciones mágicas, que se esperara de ellas ahuyentar las enfermedades y plagas de los animales.
Tradicionalmente, al atardecer se encendían lumbres en todos aquellos lugares en los que había ganado y animales domésticos.
Muchos pueblos de la provincia celebran este ritual de fuego, pero lo más interesante es que en la capital, se ha producido el cambio de fiesta rural a urbana.
De los orígenes de la fiesta tenemos constancia en las Crónicas del Condestable Lucas de Iranzo, en el s. XV, de que en la noche del 16 de enero éste enviaba cuatro hachas de vela que ardían ante el altar del santo toda la noche y el día 17 completo. Al parecer, una cofradía de ballesteros, encargados de la defensa de la ciudad contra los ataques árabes, se mantenía bajo la advocación de San Antón y tenía una capilla en la catedral.
Hay también una relación clara con el ciclo de la cosecha y de las labores del olivar. Para la fiesta, la recolección de la aceituna está acabada y se pasa a la poda del olivo. Precisamente son estos restos de la corta, el ramón, el material básico de la hoguera. A ella se le unen los capachos viejos de esparto, que se usaban en el prensado tradicional, empapados aún en aceite, un excelente combustible, y muebles viejos de los que acaso se cambian una vez que se dispone de dinero al cobrar los jornales de la aceituna.
En Jaén, a todo lo que se echa para alimentar las diversas hogueras se le conoce con el nombre de “tirajitos”, palabra procedente de esterajos o esterajitos que eran los ya mencionados trozos de estera de los capachos de prensar la aceituna, cuando ya se deshacían y eran inservibles por tener la “pleita” pasada a causa de las múltiples moliendas. Finalmente, la palabra tirajitos denomina a todo lo que sobra y su única valía está en arder en la hoguera.
Durante los días previos, los vecinos, y muy especialmente los niños, salían a los campos cercanos a por ramón y buscaban en las casas materiales que sirvieran de combustible.
No eran infrecuentes las reyertas entre las chiquillerías de barrios o calles distintas por la posesión del ramón. Tampoco los hurtos sobre los almacenes de tirajitos de los rivales... Estas situaciones iban creando el ambiente de la fiesta y el interés porque la lumbre de cada uno fuera la mejor, suscitaba sentimientos de pertenencia al grupo más inmediato.
En la hoguera, en lo alto de un mástil, se sitúa un muñeco de trapo, una especie de espantapájaros que se confecciona con ropas viejas y se rellena de paja. En ocasiones la cabeza se confecciona con una calabaza hueca. El muñeco se rellena de mistos roseteros y petardos, que explosionan ruidosamente al prenderse. Representa, tal vez, el triunfo sobre el diablo: la figura del mal que desaparece en un mar de fuego.
Es en San Antón cuando se canta y baila el melenchón, posiblemente el baile más propio de Jaén. A medio camino entre juego y el baile, el melenchón se baila junto o alrededor del fuego.
Lola Torres, que a mediados del siglo XX recogió letras de multitud de melenchones que se han librado así del olvido, describía el baile de la siguiente forma: “toman parte de este juego o baile “mocicos y mocicas” cogidos de la mano. Unas veces en forma de “melenchón”, rodeando la lumbre, y otras en un llanete cerca de ella. En este caso, durante la primera parte, que es la copla, se queda un mozuelo o una muchacha en el centro. En el estribillo elige pareja y entonces ellos dos prendidos de la mano danzan de un lado para otro, llevando el ritmo, mientras los demás, parados, cantan la canción acompañándose de palmadas en las partes o tiempos fuertes del compás”. Las letras eran de tema variado, predominando las de tema amoroso, satírico o irónico. Son letras picantonas y desenfadadas, con un gracejo popular que mueve a la risa.
dedicado a la música tradicional de Jaén y Murcia. Fecha de emisión: 27-08-1977.
En la noche de San Antón es tradicional comer, entre vino y vino y al calor de la hoguera, rosetas o palomitas de maíz. Cualquier tapa sencilla es adecuada para esa noche especialmente de embutidos de la aún reciente matanza. Sin embargo, el plato más característico es la calabaza batatera o el carruécano asado al horno con azúcar y canela.
En las hogueras, los vecinos comparten las vituallas en alguna mesa que se sitúa en una esquina de la plazuela o de la calle. Es frecuente que a los visitantes, los que van de una lumbre a otra, se les ofrezca un vino y una tapa mientras se queda acompañándolos un rato. En la actualidad son más frecuentes las barras, preparadas en la calle por las asociaciones de vecinos, con su plancha para poder degustar alguna tapa caliente y su grifo de cerveza.
Frente a otras celebraciones populares que se han debilitado con el paso del tiempo hasta casi desaparecer, San Antón se ha ido revitalizando y adaptando al paisaje urbano de una ciudad que muta y crece.
A ello ha contribuido, sin duda alguna, la celebración de la Carrera Popular de San Antón, que se disputó por primera vez en el año 1984 y está incluida dentro del calendario de carreras de la Federación Española de Atletismo. Los jiennenses se han identificado con este acontecimiento deportivo y salen a aplaudir a los corredores a lo largo del circuito urbano. Se distribuyen entre los espectadores una especie de luminarias o pequeñas antorchas que dan a la carrera un aspecto singular
El Ayuntamiento organiza además un concurso entre las lumbres de los distintos barrios, lo que procura un incentivo añadido a la celebración.
También es notable cómo los barrios más modernos se han incorporado a esta tradición: cualquier espacio abierto es un lugar apropiado para amontonar el ramón y prender la lumbre en cuanto el sol se va.
Lumbres hay por toda la ciudad, pero las más interesantes coinciden con los barrios más populares: La Magdalena, San Felipe, La Alcantarilla, Santa Isabel, Polígono del Valle, Gran Eje…
Frente a estos síntomas de revitalización, nos encontramos que, por un lado, y en aras de la seguridad, cada vez son menos las hogueras que se celebran en el núcleo urbano y se suelen desplazar hacia solares y zonas algo más despobladas y, por otro lado, van ganando terreno los altavoces de feria, las rumbas y las sevillanas en detrimento de melenchones.
Os dejo con un vídeo que recoge la salida de la Carrera Urbana Internacional “Noche de San Antón” del año pasado (2010).
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- El nuevo “Lagarto” de Jaén
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