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viernes, 27 de enero de 2023

Establecer límites


Fuente: “Soluciones prácticas” de Bernardo Stamateas.

Nuestra sociedad no respeta los límites. La falta de límites es la razón por la que existe tanto abuso hacia el otro: intolerancia, falta de respeto, atropello, ira, arrebatos, maltratos… La gente no tolera ningún límite y esta es la razón por la que cada vez se van formando más personas con características psicopáticas.

Fijar límites es una de las características de las personas emocionalmente sanas. Los límites son una frontera, una línea invisible y, cuando los establecemos, nos sentimos sanos, seguros y protegidos. Además de volvernos independientes, nos permiten marcar la diferencia entre quiénes somos nosotros y quién es el otro.

Hay varios tipos de límites que tenemos que aprender a establecer:

Límites físicos

Todos tenemos libertad de permitir o no que otra persona actúe sobre nuestro cuerpo. Cualquier persona que no respete nuestro límite físico está cometiendo un abuso.

Límites emocionales

Cuando alguien decide por nosotros o nos hace preguntas que no queremos contestar, nos está invadiendo. Nadie debe tomar decisiones en nuestro lugar. Tenemos derecho a elegir si responderemos o no, es decir, el límite lo marcamos nosotros. Lo mismo ocurre cuando alguien busca controlarnos. No tenemos que permitir que nadie vigile cómo nos vestimos, qué hacemos con nuestra vida, con quién salimos o a qué hora llegamos.

Límites de jerarquías

Si vamos a nuestro trabajo, nuestro jefe no es nuestro amigo. No necesitamos que nuestro jefe nos quiera. Nuestro jefe es simplemente nuestro jefe y las jerarquías laborales hay que respetarlas.

Si la maestra del colegio nos cita para decirnos que nuestro hijo se ha portado mal, no podemos apoyar al niño y no respetar a la maestra.

Debemos entender que, si bien todos somos iguales como personas, en los roles que ejercemos somos diferentes y hay distintos niveles y jerarquías. Es necesario que aprendamos a respetar a las autoridades. En la sociedad actual se han borrado las líneas de jerarquía y necesitamos volver a restablecerlas para que todo funcione en orden y respeto.

Límites externos que nos imponen de fuera

No respetamos los límites que nos imponen desde fuera. Prueba de ello es, por ejemplo, la sorprendente cantidad de infracciones de tráfico que se ven a diario en la ciudad: coches que pasan los semáforos en rojo, motociclistas sin casco, vehículos aparcados donde está prohibido o en rampas para personas discapacitadas…

En la oficina les dan a los empleados un ordenador, pero para su trabajo, no para chatear con los amigos o publicar en las redes sociales.

Si en un lugar hay un cartel que dice “Prohibido comer aquí”, seguro que habrá alguien que comerá de todas formas.

En todos los ambientes se establecen límites, normas que debemos obedecer y respetar.

¿Qué ocurre con los niños pequeños?

Los encargados de fijar los límites de un niño pequeño son sus padres. Un niño no es capaz de decidir qué ropa ponerse para ir a la guardería, tampoco puede elegir su comida. Son los padres los que tienen que ocuparse de estos temas. Con el tiempo, cuando los niños ya son más mayores, se van agregando ciertas razones por las que se les dice que sí y que no.

Establecer los límites de un niño no implica tener un ritual o lograr que tenga un buen comportamiento; el fin es que guarde en su interior estos dos vocablos: “sí” y “no”. Es decir, enseñarle a decirle que “sí” a lo que es positivo y “no” a lo que es negativo para él o ella. Cuando esto no ocurre, los límites serán fijados por otras personas, tales como maestros, policías, jefes.

Hay padres que tienen dificultades para decirles que no a sus hijos y, cuando lo hacen, se sienten culpables. Esto es así porque creen que los están castigando, pero, en realidad, están cumpliendo la función de un jardinero: están podando la planta para ayudarla a que disfrute de un crecimiento sano.

Los adolescentes, en plena transición de un yo infantil y dependiente a un yo adulto e independiente, entran en una lucha de poder con sus padres y los desafían para ver quién impone el modelo. Es entonces cuando surge la necesidad de poner límites y negociar…

Para concluir:

Un artista, cuando pinta un cuadro, lo hace en el interior de la tela. Esto significa que la tela es su límite. Pero ese límite no lo limita, sino que lo hace ilimitado, porque activa su creatividad y fuerza interior.

Así deberíamos concebir los límites: como un marco o un espacio para crear y poner en juego nuestras capacidades.


viernes, 20 de enero de 2023

La taza de té


Este cuento está incluido en el libro “El camino de las lágrimas” de Jorge Bucay.

—Gran maestro —dijo el discípulo—, he venido desde muy lejos para aprender de ti. Durante muchos años he estudiado con todos los iluminados y gurús del país y del mundo y todos han dejado mucha sabiduría en mí. Ahora creo que tú eres el único que puede completar mi búsqueda. Enséñame, maestro, todo lo que me falta saber.

Badwin el sabio le dijo que tendría mucho gusto en mostrarle todo lo que sabía, pero que antes de empezar quería invitarlo a un té.

El discípulo se sentó junto al maestro mientras éste se acercaba a una pequeña mesita y tomaba de ella una taza llena de té y una tetera de cobre.

El maestro acercó la taza al alumno y cuando éste la tuvo en sus manos empezó a servir más té en la taza, que no tardó en rebosar y derramarse.

El alumno, con la taza entre las manos, intentó advertir al anfitrión:

—Maestro… maestro.

Badwin, como si no entendiera el reclamo, siguió vertiendo té que, después de llenar la taza y el plato, empezó a caer sobre la alfombra.

—Maestro —gritó ahora el alumno—, deja ya de echar té en mi taza. ¿No puedes ver que ya está llena?

Badwin dejó de echar té y le dijo al discípulo:

—Hasta que no seas capaz de vaciar tu taza no podrás poner más té en ella.

Una taza, solo sirve cuando está vacía. A una taza llena, no hay nada que se pueda agregar. Hay que vaciarse para poder llenarse.

Mi vida se enriquece cada vez que yo lleno la taza, pero también se enriquece cada vez que la vacío porque estoy abriendo la posibilidad de llenarla de nuevo con lo que deseo y voy a poder recorrer mejor el camino que sigue.


viernes, 13 de enero de 2023

El resentimiento



Fuente: Artículo “Cómo superar el resentimiento” de Trinidad Aparicio Pérez y “Saca partido a tu vida” de Mª Jesús Álava Reyes.

El resentimiento es un dolor moral causado por el enojo o la ofensa que una persona o situación nos produjo en el pasado y, como no logramos olvidarlo, volvemos a sentirlo una y otra vez. Este dolor puede llegar a obsesionarnos durante muchos años o, incluso, toda la vida. En algunas ocasiones el resentimiento lo produce un enojo que reprimimos en su momento porque fuimos incapaces de enfrentarnos a la persona que lo provocó o por el temor a las consecuencias.

El resentimiento suele ir acompañado de rencor y hostilidad hacia quienes causaron el daño. Estos últimos sentimientos son más destructivos, pues suelen esconder un deseo de venganza. Quien solo busca venganza, demuestra falta de equilibrio, ausencia de madurez y nula empatía. Un claro ejemplo de lo que estamos diciendo lo constituyen los progenitores que usan a sus hijos para hacer sufrir a su expareja. ¡Nunca merecieron llegar a ser padres o madres!

Es difícil relacionarse con las personas resentidas y rencorosas. Cuando ese sentimiento se instala firmemente, les amarga la vida y hace que se la amarguen a los demás. Buscan cualquier excusa para discutir, agredir o molestar. Las personas resentidas no razonan, piensan que nadie las entiende y que la vida es injusta con ellas. Los sentimientos de envidia y celos son frecuentes en algunas personas resentidas y te atacan si muestras alegría y bienestar.

No podemos dejar que su resentimiento condicione nuestra actitud ante la vida, que nos contagien su negativismo y, aunque intentemos ayudarlas a superar sus frustraciones, tendremos, en algunas ocasiones, que poner distancia emocional.

El resentimiento no daña a la persona contra la cual se mantiene esta emoción, sino que es un veneno que produce un profundo daño en la persona que lo alberga en su interior. No podemos quedarnos atrapados recordando continuamente a aquellos que tanto sufrimiento nos causaron o aquellas circunstancias o hechos que nos produjeron tanto dolor. Debemos aprender a superar el sufrimiento. Para conseguirlo, es muy importante admitir que existe en nosotros y, una vez reconocido, tener el firme propósito de liberarnos de él.

Hemos de considerar que, tal vez, estemos padeciendo por un acontecimiento u ofensa que el otro ya ni recuerda. Es preciso que analicemos con objetividad lo ocurrido, pues muchas veces exageramos lo sucedido, imaginamos actitudes y hechos que no corresponden con lo que en un principio pudimos pensar o, quizás, la persona que nos ofendió y nos hizo daño estaba muy mal internamente, tenía un afán de protagonismo, una enorme ignorancia, ausencia de sensibilidad o una tremenda soledad...

El perdón nos libera de la pesada carga en la que se puede convertir el resentimiento. Aceptar lo que pasó, aunque no estemos de acuerdo con lo que sucedió, y dejar de lado los pensamientos negativos que nos causaron dolor es la mejor solución para superarlo. Pasa página y vive el presente libre de las cadenas del resentimiento y del sufrimiento.


viernes, 6 de enero de 2023

Mejorar la comunicación


Fuente: “Soluciones prácticas” de Bernardo Stamateas.

La buena comunicación trae eficacia y buena salud a nuestra vida. De hecho, muchas de las enfermedades tienen un componente emocional y una de las causas principales son las emociones guardadas, es decir, lo que sentimos, pero no decimos.

Es importante aprender a comunicarnos porque muchos problemas en las relaciones interpersonales son, en realidad, problemas de comunicación.

Entre las dificultades más comunes podemos destacar:

Confundir lo verbal con lo no verbal

Cuando hablamos, los hacemos en dos niveles: verbal, es decir, las palabras, y no verbal, donde intervienen las señales que enviamos con el cuerpo. Si yo digo: “Estoy abierto a lo que me sugieran”, pero me cruzo de brazos, mi cuerpo está contradiciendo el mensaje.

Si, por ejemplo, una mujer le dice a su marido: “Vamos al cine” y él le dice que sí, pero hace un gesto que ella interpreta como una señal de desgana, ella dice: “Está bien, no vamos al cine” y entonces él se queja de que había dicho que sí.

Cuando “leemos” un mensaje no verbal que no coincide con el verbal, es muy probable que surjan conflictos.

Suponer

Las suposiciones son otra gran dificultad: “Yo ya sé lo que me va a decir antes de que lo diga” y, como ya lo sé, reacciono antes de que el otro se exprese o no respondo a lo que el otro dijo sino a lo que yo imagino.

Tener narcisismo negativo

Otro gran problema de comunicación se produce por el llamado narcisismo negativo que consiste en proyectar en el otro algún problema que, en realidad, tenemos nosotros y, entonces, interpretamos todo lo que alguien nos dice como un “ataque” personal.

No ser sincero

La falsedad es una fuente de conflictos.

Descalificar

Descalificar es hacer un comentario que menoscabe o desmerezca a alguien. Hay personas que dicen: “Todo eso que has hecho no sirve para nada” o “En eso te equivocas” o encuentran algún defecto a los logros de los demás.

¿Cómo podemos comunicarnos mejor?

Preguntando más

Preguntar más y afirmar menos, mejora muchísimo la comunicación. Si le hablas a alguien y tiene el ceño fruncido e interpretas que lo aburres, pregúntale más: “¿Estás cansado? ¿Está enfadado? ¿Te duele algo?”.

Es muy conveniente que, en nuestras conversaciones, utilicemos fórmulas como: “A ver si te he entendido bien…” o “¿Lo que me estás queriendo decir es…?”.

Hablando amablemente

Cuando nos expresamos con amabilidad, creamos una atmósfera para el diálogo. Pero cuando hablamos con enfado, gritos, descalificando, sermoneando, criticando, quejándonos, demandando o etiquetando, surgen los conflictos.

Aprendamos a comunicarnos y a desarrollar fortalezas a través de estos dos hábitos saludables: ser específicos al hablar y decir “lo siento” cuando corresponda.