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jueves, 31 de marzo de 2011

El nuevo “Lagarto” de Jaén

La ciudad de Jaén ya tiene otro lagarto aparte de la famosa escultura del barrio de la Magdalena.

En Jaén, el arte es protagonista en las obras públicas que se llevan a cabo en la ciudad, ya que se están incluyendo en ellas elementos escultóricos y pictóricos que dan un toque de originalidad a las obras y, al mismo tiempo, sirven de promoción a los artistas locales.

Es el caso del “distribuidor norte” recientemente inaugurado. Dos obras de tres artistas jienenses, convierten a esta circunvalación en un espacio, cuanto menos, original. Ambas aluden a la Leyenda del Lagarto de la Magdalena.

Una es la escultura de un dragón situada en la rotonda al final del Bulevar, elaborada por Fernando Lorite y en la que se han empleado 2.500 kilos de hierro con tratamiento de protección y cromado. Da la sensación de ser una figura de papiroflexia con cada uno de sus pliegues.

Se podría decir que la obra de Lorite es el inicio de la Leyenda del Lagarto en la que han centrado su obra los otros dos artistas giennenses: Miguel Ángel Belinchón (Belin), uno de los grafiteros más reconocidos a nivel internacional y José F. Ríos.

Entre ambos, mezclando escultura y grafiti, han plasmado su particular versión de la leyenda sobre un muro de contención de la carretera, utilizando el “spray” del graffiti, hierro, piedra y material de reciclaje.

Esta obra, que mide unos cien metros de largo, ha conseguido que los dos artistas trabajen juntos.

Os recomiendo ver el siguiente vídeo en el que podemos ver cómo José Ríos y Belin hicieron su trabajo.



martes, 29 de marzo de 2011

El club de los portátiles muertos

“El club de los portátiles muertos” es un vídeo que hace referencia a los ordenadores portátiles que se han entregado en España a los alumnos y alumnas de enseñanza obligatoria, a partir del 5º curso de la enseñanza primaria, y a la dotación a los centros educativos de diversas herramientas tecnológicas, como las pizarras digitales.

Se trata de una parodia hecha a partir del fragmento final de la película “El club de los poetas muertos” en versión original, al que, simplemente, se le han puesto “subtítulos”.

El vídeo me lo enviaron ayer por correo electrónico. Me parece genial y con el humor tan necesario en los tiempos que corren, sobre todo en la enseñanza. ¿Alguna vez os he dicho que, para mí, el sexto sentido es el sentido del humor?

Para disfrutarlo más y mejor, lo comparé con el fragmento de la película.

“El club de los poetas muertos” es una película estadounidense dirigida por Peter Weir en 1989 con guion de Tom Schulman. Protagonizada por Robin Williams, narra el encuentro de un profesor de literatura, John Keating, con un grupo de estudiantes durante 1959, en una prestigiosa y conservadora academia. A través de la poesía, el profesor inspira un cambio en las vidas de sus alumnos ya que defiende un nuevo método de ver las cosas y propone vivir intensamente cada minuto de vida: “Tempus Fugit, Carpe Diem” (El tiempo fluye, aprovecha el momento). Esta filosofía choca frontalmente con la doctrina de la escuela.

Keating será acusado del suicidio de uno de sus alumnos que quería ser actor en contra de los deseos de sus padres, por lo que será expulsado de la escuela a pesar del respeto, cariño y apoyo de sus alumnos.

Ganó un Oscar al mejor guion original. En 1991 se publicó una adaptación del guion original, en forma de novela, escrita por Nancy H. Kleinbaum.

Descripción del fragmento final de la película:

Tras el escándalo, el decano Nolan se hace cargo de la clase de literatura a la espera de un profesor nuevo. El profesor Keating entra en el aula para recoger sus cosas. Al salir, Todd, el alumno más tímido del grupo, le pide disculpas por haber firmado el documento que produjo su expulsión y le dice que los alumnos fueron obligados a firmar. Keating le perdona y Nolan lo reprime… Todd se pone en pie encima del pupitre gritando: “Oh, capitán, mi capitán”, como llamaban a su profesor, parafraseando a Walt Withman.

Poco a poco se van sumando los que quedan del club de los poetas muertos en un último homenaje a su profesor.

Ahora os dejo con “El club de los portátiles muertos”.

Un colegio, un maestro cesado de su cargo, requisados los ordenadores... ¿Qué será de los pobres alumnos/as sin las nuevas tecnologías? (Ésta es la descripción que “javiermenta” nos ofrece de su vídeo en YouTube)



domingo, 27 de marzo de 2011

Discurso de Mario Moreno, Cantinflas, en la película “Su Excelencia”

El actor mexicano Mario Moreno (1911-1993), alcanzó gran popularidad en los países de habla hispana gracias a Cantinflas, personaje con el que protagonizó multitud de películas.

Charlie Chaplin dijo de él que era “el cómico más grande de todos los tiempos”.

En 1967, Cantinflas protagonizaba la película Su Excelencia dirigida por Miguel M. Delgado, interpretando a un embajador de un país imaginario denominado la República de los Cocos.

En Pepeslavia, poderoso país del bloque oriental, la embajada de la pequeña República de Cocos está a punto de alcanzar una importancia decisiva, ya que en una próxima asamblea que van a celebrar todas las naciones para tratar del futuro del mundo, el voto de la pequeña República podrá decidir el triunfo de uno u otro bloque. En la embajada trabaja el canciller López (Cantinflas), al que todos conocen como “Lopitos” y cuyo cargo es el último de los funcionarios, hasta que un día, por una serie de sucesivos golpes de Estado en su país, alcanza la presidencia el padrino de “Lopitos”, quien inmediatamente nombra a su ahijado embajador en Pepeslavia.

La película contiene un memorable discurso del actor que critica a los gobernantes del mundo y les exhorta a conseguir la paz y la libertad.

El discurso tiene más de cuarenta años, pero, sin quitarle una coma, podría repetirse en cualquier foro político con absoluta y vigente pertinencia.

DISCURSO DE SU EXCELENCIA EL EMBAJADOR, ANTE LA ASAMBLEA INTERNACIONAL

«Me ha tocado en suerte ser último orador, cosa que me da mucho gusto porque, como quien dice, así me los agarro cansados. Sin embargo, sé que a pesar de la insignificancia de mi país que no tiene poderío militar, ni político, ni económico ni mucho menos atómico, todos ustedes esperan con interés mis palabras ya que de mi voto depende el triunfo de los Verdes o de los Colorados.

Señores representantes: Estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se enfrenta ante la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo. La opinión mundial está tan profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables, que se ha dado el singular caso de que un solo voto, el voto de un país débil y pequeño pueda hacer que la balanza se cargue de un lado o se cargue de otro lado. Estamos, como quien dice, en una gran báscula: con un platillo ocupado por los Verdes y con otro platillo ocupado por los Colorados. Y ahora llego yo, que soy de peso pluma como quien dice, y según donde yo me coloque, de ese lado seguirá la balanza.

¡Háganme el favor!… ¿Y no creen ustedes que es mucha responsabilidad para un solo ciudadano? Porque, además, no considero justo que la mitad de la humanidad, sea la que fuere, quede condenada a vivir bajo un régimen político y económico que no es de su agrado, solamente porque un frívolo embajador haya votado, o lo hayan hecho votar, en un sentido o en otro.

Por eso yo, el que les habla, su amigo… yo… no votaré por ninguno de los dos bandos. Y yo no votaré por ninguno de los dos bandos debido a tres razones: Primero, porque, repito que no se sería justo que el sólo voto de un representante, que a lo mejor está enfermo del hígado, decidiera los destinos de cien naciones; segunda, porque estoy convencido de que los procedimientos, repito, recalco, los procedimientos de los Colorados son desastrosos; ¡y tercera!… porque estoy convencido de que los procedimientos de los Verdes tampoco son de lo más bondadoso que digamos. Y si no se callan de plano yo ya no sigo, y se van a quedar con la tentación de saber lo que tenía que decirles.

Insisto que hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las ideas son respetables, aunque sean “ideítas” o “ideotas” y aunque no esté de acuerdo con ellas. Lo que piense ese señor, o ese otro señor, o ese señor, o ese de allá de bigotitos que no piensa nada porque ya se nos durmió, eso no impide que todos nosotros seamos muy buenos amigos. Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo tratamos de imponérselo a los demás y si no lo aceptan decimos que son unos tales y unos cuales y al ratito andamos a la greña. ¿Ustedes creen que eso está bien? Tan fácil que sería la existencia si tan solo respetásemos el modo de vivir de cada quien. Hace cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes, pero más grandes de nuestro continente: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Así me gusta… no que me aplaudan, pero sí que reconozcan la sinceridad de mis palabras.

Yo estoy de acuerdo con todo lo que dijo el representante de Salchichonia con humildad, con humildad de albañiles no agremiados debemos de luchar por derribar la barda que nos separa, la barda de la incomprensión, la barda de la mutua desconfianza, la barda del odio, el día en que lo logremos podemos decir que nos volamos la barda. Pero no la barda de las ideas, ¡eso no!, ¡nunca!, el día que pensemos igual y actuemos igual dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas.

Este es el grave error de los Colorados, el querer imponer por la fuerza sus ideas y su sistema político y económico. Hablan de libertades humanas, pero yo les pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios países? Dicen defender los Derechos del Proletariado, pero sus propios obreros no tienen siquiera el derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura universal al alcance de las masas, pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo hace años que oprimen una serie de naciones sin permitirle que se den la forma de gobierno que más les convenga. ¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella lo más sagrado de la dignidad humana que es la libertad de conciencia eliminando o pretendiendo eliminar a Dios por decreto? No, señores representantes, yo no puedo estar con los Colorados, o mejor dicho con su manera de actuar; respeto su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo dar mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la tierra. ¡El que quiera ser Colorado que lo sea, pero que no pretenda teñir a los demás!
¡Un momento, momento jóvenes!, ¡hombre! ¿por qué tan sensitivos? ¡Hombre! ¡Pues si no aguantan nada! ¡No...! ¡Si no he terminado! Tomen asiento. Ya sé que es costumbre de ustedes abandonar estas reuniones en cuanto oyen algo que no es de su agrado, pero no he terminado, tomen asiento, no sean precipitosos… todavía tengo que decir algo de los Verdes, ¿no les es gustaría escucharlo? Siéntense.

Y ahora, mis queridos colegas Verdes, ¿ustedes qué dijeron?: “Ya votó por nosotros”, ¿no?, pues no, jóvenes, y no votaré por ustedes porque ustedes también tienen mucha culpa de lo que pasa en el mundo, ustedes también son medio soberbios, como que si el mundo fueran ustedes y los demás tienen una importancia muy relativa, y aunque hablan de paz, de democracia y de cosas muy bonitas, a veces también pretenden imponer su voluntad por la fuerza, por la fuerza del dinero. Yo estoy de acuerdo con ustedes en que debemos de luchar por el bien colectivo e individual, en combatir la miseria y resolver los tremendos problemas de la vivienda, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy de acuerdo con ustedes es en la forma que ustedes pretenden resolver esos problemas, ustedes también han sucumbido ante el materialismo, se han olvidado de los más bellos valores del espíritu pensando solo en el negocio, poco a poco se han ido convirtiendo en los acreedores de la humanidad y por eso la humanidad los ve con desconfianza.

El día de la inauguración de la Asamblea, el señor embajador de Lobaronia dijo que el remedio para todos nuestros males estaba en tener automóviles, refrigeradores, aparatos de televisión; … y yo me pregunto: ¿para qué queremos automóviles si todavía andamos descalzos?, ¿para qué queremos refrigeradores si no tenemos alimentos que meter dentro de ellos?, ¿para qué queremos tanques y armamentos si no tenemos suficientes escuelas para nuestros hijos?

Debemos de pugnar porque el hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado por su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber que tiene de superarse y de hacer del mundo una morada de paz y de tranquilidad cada vez más digna de la especie humana y de sus altos destinos. Pero esta aspiración no será posible si no hay abundancia para todos, bienestar común, felicidad colectiva y justicia social. Es verdad que está en manos de ustedes, de los países poderosos de la tierra, ¡Verdes y Colorados!, el ayudarnos a nosotros los débiles, pero no con dádivas ni con préstamos, ni con alianzas militares.

Ayúdennos pagando un precio más justo, más equitativo por nuestras materias primas, ayúdennos compartiendo con nosotros sus notables adelantos en la ciencia, en la técnica… pero no para fabricar bombas sino para acabar con el hambre y con la miseria. Ayúdennos respetando nuestras costumbres, nuestras creencias, nuestra dignidad como seres humanos y nuestra personalidad como naciones por pequeños y débiles que seamos; practiquen la tolerancia y la verdadera fraternidad que nosotros sabremos corresponderles, pero dejen ya de tratarnos como simples peones de ajedrez en el tablero de la política internacional. Reconózcannos como lo que somos, no solamente como clientes o como ratones de laboratorios, sino como seres humanos que sentimos, que sufrimos, que lloramos.

Señores representantes, hay otra razón más por la que no puedo dar mi voto: hace exactamente veinticuatro horas que presenté mi renuncia como embajador de mi país, espero me sea aceptada. Consecuentemente no les he hablado a ustedes como Excelencia sino como un simple ciudadano, como un hombre libre, como un hombre cualquiera pero que, sin embargo, cree interpretar el máximo anhelo de todos los hombres de la tierra, el anhelo de vivir en paz, el anhelo de ser libres, el anhelo delegar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos un mundo mejor en el que reine la buena voluntad y la concordia. Y qué fácil sería, señores, lograr ese mundo mejor en que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos, ricos y pobres pudiésemos vivir como hermanos. Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos, si tan solo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras, que hace dos mil años, dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoraciones: “Amaos… amaos los unos a los otros”, pero, desgraciadamente, ustedes entendieron mal, confundieron los términos, ¿y qué es lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: “Armaos los unos contra los otros”. He dicho».


viernes, 25 de marzo de 2011

Cómo formar un delincuente

Emilio Calatayud Pérez

Emilio Calatayud Pérez (Ciudad Real, 1955) es un magistrado español, juez de menores de Granada, conocido por sus sentencias curiosas, ejemplares y basadas en la educación más que en el mero castigo. Ejemplos de ellas pueden ser:

- Impartir 100 horas de clases de informática a estudiantes por haber “craqueado” varias empresas granadinas provocando daños por 2000 €.

- 100 horas de servicio a la comunidad, patrullando junto a un policía local, por haber conducido temerariamente y sin permiso.

- 50 horas dibujando un cómic de 15 páginas contando la causa por la que le condenaban y un par de visitas a la planta de traumatología de Granada, por conducir un ciclomotor sin seguro.

- Visitar durante un día entero a parapléjicos, hablar con ellos y sus familias para elaborar una redacción, por conducir borracho.

- Trabajar con los bomberos por haber quemado papeleras.

En 2007 publica el libro “Reflexiones de un juez de menores” en el que incluye un “Decálogo para formar un delincuente”.

1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.

4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.

5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.

7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.

8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.

9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.

10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.


miércoles, 23 de marzo de 2011

Minusvalías humanas

“Debilidades humanas” es el título de una de esas presentaciones que circulan por Internet. La mayoría de los que recibo a diario, apenas me dejan huella, pero éste es distinto. Desde la primera diapositiva me quedé perpleja porque es interesante comprobar cómo aquellas personas que se muestran insensibles para con los demás, a pesar de no contar con una discapacidad física, psíquica o sensorial, pasan a considerarse minusválidas.

“Deficiente” es aquella persona que no consigue modificar su vida, aceptando las imposiciones de otras personas de la sociedad en que vive, sin tener consciencia de que ella es dueña de su destino.

“Loco/a” es quien no procura ser feliz con lo que posee.

“Ciego/a” Es la persona que no ve a su prójimo morir de frío, de hambre, de miseria... porque sólo tiene ojos para sus míseros problemas y pequeños dolores.

“Sordo/a” es quien no tiene tiempo para oír desahogarse a un amigo, o la llamada de un hermano/a pues está siempre apresado/a en el trabajo y no quiere gastar su tiempo y dinero en cosas “vanas”.

“Mudo/a” es la persona que no consigue decir lo que siente y se esconde detrás de la máscara de la hipocresía.

“Paralítico/a” es quien no consigue caminar en la dirección de las personas que necesitan de su ayuda.

“Diabético/a” es quien no consigue ser dulce.

“Enano/a” es quien no sabe dejar crecer el amor.


domingo, 20 de marzo de 2011

La nueva generación de padres y madres

Somos de las primeras generaciones de padres y madres decididos a no repetir con los hijos/as los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores.

Hemos querido abolir los abusos del pasado y somos los más comprensivos, pero, a la vez, los más débiles e inseguros que ha dado la historia.

Estamos lidiando con unos niños beligerantes y poderosos como nunca existieron.

Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos.

Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos.

Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no nos respeten.

En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado de forma radical para bien y para mal.

Antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres, pero a medida que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque los respeten poco.

Son los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.

Los roles se han invertido y ahora son los padres quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos.

Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos padres y madres por ser los mejores amigos de sus hijos y parecerles “muy cool”.

Los extremos se tocan: si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos.

Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van.

El autoritarismo aplasta, pero el permisivismo ahoga. Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.

Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino.


viernes, 18 de marzo de 2011

Me caí del mundo y no sé por dónde se entra

Eduardo Galeano

Eduardo Galeano nace en Montevideo, el 3 de septiembre de 1940.

En él conviven el periodismo, el ensayo y la narrativa, siendo, ante todo, un cronista de su tiempo, certero y valiente, que ha retratado con agudeza la sociedad contemporánea.

La obra de Eduardo Galeano establece un frente común contra la pobreza, la miseria moral y material, la hipocresía de un mundo que sigue abriendo cada vez más distancias entre los que tienen y los que no tienen. Lo demagógico puede ser un riesgo inevitable en este tipo de propuestas, pero Galeano la salva con un estilo conciso, brillante y, sobre todas las cosas, necesario.

En Eduardo Galeano hay un compromiso constante con el ser humano y sobre todo una fidelidad a unas ideas que condenan el neoliberalismo y que siguen apostando por un socialismo real, no de andar por casa, y que de alguna forma recupere el pulso perdido, lejos del presente en el que el hombre es visto como una mercancía y en el que parece que no hay lugar para las utopías.

Eduardo Galeano reside desde 1985, tras finalizar la dictadura uruguaya, en su Montevideo natal donde sigue haciendo su literatura y su periodismo de marcado tinte político.

Me caí del mundo y no sé por dónde se entra

“Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!

¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza. Y resulta que, en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.

¡Nos están fastidiando! ¡Yo los descubrí! ¡Lo hacen adrede! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura! ¡Lo juro! ¡Y tengo menos de… años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De ‘por ahí’ vengo yo. Y no es que haya sido mejor.

Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el ‘guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo’, pasarse al ‘compre y bote que ya se viene el modelo nuevo’. Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo. Pero por Dios. Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡Toooodo! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos... ¡Cómo guardábamos! ¡Tooooodo lo guardábamos!

¡Guardábamos las tapas de los refrescos! ¿Cómo para qué? Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡Los diarios! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía ‘éste es un 4 de bastos’.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden ‘matarlos’ apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡ni a Walt Disney!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: ‘Cómase el helado y después tire la copita’, nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡Ah! ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la ‘bruja’ como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la ‘bruja’ me gane de mano y sea yo el entregado.”


miércoles, 16 de marzo de 2011

Las cuatro estaciones


 “Smaointe”. Enya.

Había un hombre que tenía cuatro hijos. Trataba de que aprendieran a no juzgar las cosas precipitadamente y a tal fin los fue enviando, uno a uno, a ver un peral que estaba a una gran distancia.

El primer hijo fue en el invierno, el segundo en primavera, el tercero en verano y el hijo más joven en el otoño.

Cuando todos ellos habían ido y regresado, el padre los reunió y les pidió que describieran lo que habían visto.

El primer hijo afirmó que el árbol era horrible, doblado y retorcido

El segundo hijo dijo que no era así en absoluto, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.

El tercer hijo aseguró que el árbol estaba cargado de flores, era muy hermoso y despedía un aroma muy dulce.

El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos porque, según dijo, estaba maduro y marchitándose de tanto fruto.

Entonces el hombre les explicó a sus hijos cómo todos tenían razón pero que sólo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.

No se debe juzgar a una persona si solo la ves en una circunstancia.

No juzgues la vida entera por solo una estación difícil.

No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.


martes, 15 de marzo de 2011

Sobre las posesiones

Kent Nerburn

Kent Nerburn es un escritor, escultor y educador estadounidense, nacido en Minnesota.

Profundamente involucrado en asuntos de los nativos americanos, su libro “Neither Wolf nor Dog. On Forgotten Roads with an Indian Elder” (Ni lobo ni perro. Por senderos olvidados con un anciano indio), ganó el 1996 el premio “Minnesota Book Award”.

La historia comienza cuando en las manos de un anciano lakota llamado Dan, cae una de las colecciones de historias orales de los indios ojibwye elaboradas por Nerburn. Dan, tiene “algunas cosas que decir” antes de morir y pide a Nerburn que escriba un libro a partir de una colección abigarrada de notas que escribió a lo largo de siete décadas y que guarda en una vieja caja de zapatos.

Os dejo aquí un fragmento en el que Dan habla con gran elocuencia sobre las posesiones.

«Poseer cosas es muy importante en la vida de la gente blanca. Desde el principio te dicen: “Esto es mío, esto es tuyo”, “No toques eso porque no es tuyo”. Te dicen que te alejes de las cosas por la posesión, no por respeto.

En los días de antes, nosotros nunca teníamos cerraduras en nuestras puertas. No existía el robo, pero si alguien tenía hambre, podía entrar a tu casa y tomar comida. ¿Por qué la gente no tomaba las cosas? Por respeto.

Tú rodeas tu patio con rejas y pagas buen dinero a quien mida el terreno para ver si la reja del vecino está una pulgada demasiado cerca de tu casa. No regalas nada a menos que recibas algo a cambio. Todo es económico. ¡Con razón la gente blanca necesita casas tan grandes! No son para habitarlas, sino para almacenar cosas.

Nosotros creíamos que todo era un regalo y que un buen hombre o una mujer buena, compartían esos regalos. La gente buena pensaba que debían dar y no que debían recibir. No medíamos a la gente como rica o pobre. ¡No sabíamos cómo! Cuando los tiempos eran buenos, todos éramos ricos. Cuando los tiempos eran malos, todos éramos pobres. Medíamos a la gente por cómo compartían.

Las cosas son importantes cuando las necesitamos. Si no las necesitamos, no son importantes. Nuestros ancestros creían que tú eras dueño de algo sólo mientras lo necesitaras. Luego se lo pasabas a alguien más. En nuestra forma de vida, todo tenía su uso y luego regresaba a la tierra. Teníamos tazas y platos de madera, o cosas hechas de barro. Cabalgábamos o caminábamos. Hacíamos cosas de las cosas de la tierra. Después, cuando ya no las necesitábamos, las quemábamos o las dejábamos, y regresaban a la tierra. Ahora ya no podemos hacer eso. Ahora las cosas ya no regresan a la tierra».


domingo, 13 de marzo de 2011

World Builder (Constructor del mundo)

Si tuvieras en tus manos el poder de crear el mundo: ¿cómo lo harías? ¿A quién se lo dedicarías?

World Builder es el título del corto creado en 2007 por el cineasta americano Bruce Branit en el que un hombre construye un mundo holográfico utilizando herramientas tecnológicas.

Tiene un guion sencillo: el protagonista crea, literalmente de la nada, un mundo virtual para la mujer que ama. El resultado es sorprendente a la vez que hermoso, dejando la carga emotiva para el final de la historia.

Lo filmó en un solo día mediante escenas reales, pero la labor de post-producción le llevó más de dos años.

Impresiona su meticulosa atención al detalle y las técnicas digitales utilizadas para representar las imágenes, mezcla de gráficos y efectos digitales, con un resultado realmente mágico.

Branit es un productor con una experiencia en secuencias de animación por ordenador y efectos visuales muy dilatada. Ha trabajado en Star Trek, por el que obtuvo varias nominaciones a los Premios Emmy, en algunos episodios de Lost, en King Kong con Peter Jackson y en Titanic.

La película ganó varios premios de cortometrajes, como el Jubileo cineastas KC, el Indianapolis International Film Festival y el Festival de Cortos de Indy.



viernes, 11 de marzo de 2011

Home

“Home” es un documental dirigido por Yann Arthus-Bertrand. La película está enteramente compuesta por vistas aéreas de diversos lugares del mundo. Muestra la diversidad de la vida en La Tierra y cómo las actividades humanas se han convertido en una amenaza para el equilibrio ecológico del planeta.

La película fue estrenada el 5 de junio de 2009 simultáneamente en los cines de todo el mundo, en DVD y en YouTube (con una edición más corta). El hecho de publicarse simultáneamente en 50 países hizo que batiera un nuevo récord, ya que ninguna película había conseguido semejante proeza. La película es gratuita.

La empresa francesa PPR, un conglomerado de marcas de lujo como Gucci, Fnac o Puma, subvencionó la película con 10 millones de euros, pero, debido a que se ve el logo de la empresa al principio y al final de la película, algunos críticos lo consideran como Greenwashing (limpieza en verde).

En sus 200.000 años de existencia, el hombre ha roto el equilibrio de casi 4.000 millones de años de evolución de la Tierra. El precio a pagar es considerable, pero es demasiado tarde para ser pesimistas. A la humanidad le quedan diez años escasos para invertir la tendencia, concienciarse de la explotación desmesurada de las riquezas de la Tierra y cambiar el modo de consumo. Yann Arthus-Bertrand, con sus imágenes inéditas de más de 50 países vistos desde el cielo, compartiendo con nosotros su capacidad de asombro y también sus preocupaciones, coloca, con esta película, una piedra en el edificio que tenemos que reconstruir, todos juntos.

El documental no sólo muestra las terribles verdades con respecto a nuestro impacto sobre la Tierra, sino también lo que estamos haciendo ahora para luchar contra ello: las energías renovables, la creación de más y más parques nacionales, la cooperación internacional entre las distintas naciones sobre temas ambientales, la educación y la reforma que ha habido en todo el mundo en respuesta a los problemas actuales que enfrenta la Tierra.

Casi al final de la película, durante unos tres minutos, se muestran las siguientes cifras alarmantes en letras blancas sobre un fondo negro, seguidas de un vídeo que representa los hechos:

- El 20% de los hombres consume más del 80% de los recursos del planeta.

- Los gastos militares mundiales son 12 veces más altos que la ayuda para el desarrollo.

- 5.000 personas mueren diariamente a causa del agua insalubre.

- 1.000 millones de personas no tienen acceso al agua potable.

- Más del 50% de los cereales comercializados en el mundo se utilizan como alimento para animales y agrocombustibles.

- El 40% de las tierras cultivables están degradadas.

- 13 millones de hectáreas de bosques desaparecen anualmente.

- Uno de cada 4 mamíferos, un ave de cada 8, un anfibio de cada 3, están en peligro de extinción. Las especies se extinguen a un ritmo 1.000 veces superior que el ritmo natural.

- Tres cuartos de los recursos pesqueros están agotados, en decadencia o al borde de estarlo.

- La temperatura medio de los últimos 15 años ha sido la más alta que jamás se haya registrado.

- La banquisa ha perdido el 40% de su espesor en 40 años.

- Podría haber 200 millones de refugiados climáticos antes de 2050.

Todos/as tenemos el poder de cambiar. Entonces ¿qué esperamos?

He insertado la película en español. Dura algo más de hora y media. Recomiendo que la veáis. Merece la pena.



miércoles, 9 de marzo de 2011

Sobre los maestros/as

En esta entrada, os dejo un fragmento del libro “Ni lobo ni perro. Por senderos olvidados con un anciano indio” de Kent Nerburn, un escritor y educador estadounidense muy involucrado en asuntos de los nativos americanos.

La historia comienza cuando en las manos de un anciano lakota llamado Dan, cae una de las colecciones de historias orales de los indios ojibwye elaboradas por Nerburn. Dan, tiene “algunas cosas que decir” antes de morir y pide a Nerburn que escriba un libro a partir de una colección abigarrada de notas que escribió a lo largo de siete décadas y que guarda en una vieja caja de zapatos.

En el fragmento seleccionado, Dan habla sobre los “maestros/as”. Merece la pena leerlo y reflexionar sobre lo que dice. No quiero hacer ningún comentario: el/la que tenga oídos que oiga.

“Una persona no era maestro por haber sido elegida o por obtener un certificado. Una persona era maestro porque sabía algo y era respetada. Si no sabía lo suficiente, no era maestro. O si nosotros no necesitábamos saber lo que ellos sabían, no acudíamos a ellos.

Ahora nos envían maestros y nos dicen que enviemos a nuestros niños, cuando ni siquiera estamos seguros de lo que saben los maestros. Ni siquiera sabemos si son buenas personas que harán crecer los corazones de nuestros niños. Lo único que sabemos es que son maestros porque alguien les dio un pedazo de papel que dice que tomaron cursos sobre cómo enseñar.

Lo que queremos saber es qué clase de personas son y qué tienen en sus corazones para compartir. Decirnos que tienen un papel que les permite enseñar es como ponerle una envoltura elegante a una caja. Queremos saber qué hay dentro de la caja. Una caja vacía con una envoltura elegante sigue siendo una caja vacía”.


lunes, 7 de marzo de 2011

Después de los cuarenta

Adaptación de una presentación que circula por internet con cuyo contenido me identifico. Desconozco su autor o autora.

Dicen algunas personas que después de los cuarenta, nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes.

Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca como ahora fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida y nunca disfruté tanto de cada momento como ahora.

Ahora sé que no necesito que venga a salvarme un príncipe azul en su caballo blanco porque ni soy una princesa, ni vivo en una torre, ni tengo a un dragón que me esté custodiando.

Hoy me reconozco mujer, capaz de amar. Sé que puedo dar sin pedir, pero también sé que no tengo que hacer nada que no me haga sentir bien. Por fin encontré al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.

Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de tener defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de no responder a las expectativas de los demás, de hacer algunas cosas indebidas y a pesar de ello, sentirme bien.

Por si fuera poco, me siento querida por personas que me respetan y me quieren por lo que soy.

Cuando me miro al espejo ya no busco a la que fui en el pasado. Sonrío a la que soy ahora. Me alegro del camino andado y asumo mis errores.

Hoy sé que yo soy la responsable de mi felicidad.

Hoy vivo la vida, así como es, con sus amores y desamores, con sus buenos y malos ratos, con sus puestas de sol, con su ruido incesante… No quiero pedirle nada. Sólo quiero dejar que fluya.


sábado, 5 de marzo de 2011

La actitud positiva: el principio 90/10

Autor: Stephen Covey.

El Principio 90/10 dice que:

- El 10% de la vida está relacionado con lo que te pasa.

- El restante 90% está determinado por la forma en que reaccionas a eso que te pasa.

Esto quiere decir que nosotros no tenemos control “real” sobre el 10% de lo que nos sucede: no podemos evitar que el coche se averíe, que nos sorprenda la lluvia, que el avión llegue tarde o que una manifestación bloquee el tráfico.

No tenemos control de este 10% pero el otro 90% lo controlamos mediante nuestra reacción.

Pongamos un ejemplo:

Estás desayunando con tu familia y tu hija derrama una taza de café que mancha tu camisa.

Tú no tienes control sobre lo que acaba de pasar, pero lo que suceda a continuación, será determinado por tu reacción.

Supongamos que reaccionas de la siguiente forma:

Maldices. Regañas a tu hija porque te tiró la taza encima. Ella rompe a llorar. Después de regañarle, te vuelves a tu esposa y la culpas por colocar la taza demasiado cerca del filo de la mesa. Sigue una batalla verbal. Tú, vociferando, subes a cambiarte la camisa.

Cuando bajas, encuentras a tu hija llorando, terminando el desayuno y sin estar preparada para ir la escuela. Pierde el autobús. Tu esposa debe irse inmediatamente al trabajo. Tú corres al coche y llevas a tu hija a la escuela. Como vas a llegar tarde, conduces a toda velocidad. Con 15 minutos de retraso y una multa de tráfico, llegas a la escuela. Tu hija corre sin decirte adiós.

Después de llegar a la oficina 20 minutos tarde, te das cuenta de que se te olvidó el maletín. Tu día empezó mal y parece que se pondrá cada vez peor. Deseas llegar a tu casa.

Cuando llegas a tu casa, encuentras un distanciamiento en la relación con tu esposa y tu hija.

Fue un pésimo día. ¿Por qué?

a) ¿El café lo causó?

b) ¿Tu hija lo causó?

c) ¿El policía lo causó?

d) ¿Tú lo causaste?

La respuesta es “d”, o sea, tú lo causaste.

Tú no tenías control sobre lo que pasó con el café, pero la forma en que reaccionaste fue lo que causó tu mal día.

Veamos qué podía haber sucedido:

El café te mancha la camisa. Tu hija está a punto de llorar. Tú le dices:

—Está bien cariño, ten más cuidado la próxima vez.

Después de cambiarte la camisa y coger tu maletín, regresas abajo, miras a través de la ventana y ves a tu hija cogiendo el autobús. Ella se vuelve y te dice adiós con la mano.

¡Qué diferencia! Dos escenarios. Ambos empezaron igual, pero terminaron de distinta manera.

Resumiendo:

Tú no tienes control real sobre el 10% de lo que te sucede, pero el otro 90% se determina por tu reacción ante las cosas que te suceden.

Algunas formas de aplicar el principio 90/10.

- Si alguien te dice algo negativo, no te lo tomes muy a pecho. No dejes que los comentarios negativos te afecten. Reacciona apropiadamente y no arruinarás tu día.

- Si te encuentras en un atasco de tráfico... Lo mismo. Déjalo. No va a suceder nada si llegas 20 segundos tarde a tu cita. No te preocupes por eso.

- Si perdiste el trabajo... Lo mismo. Usa la energía de tu preocupación y el tiempo, para encontrar otro trabajo.

- Si el avión sale con retraso y va a arruinar la planificación de tu día. ¿Por qué manifestar tu frustración con el empleado del mostrador de la línea aérea? Usa tu tiempo para estudiar o conocer a otros pasajeros. Estresarse solo hará que las cosas se pongan peor.

Bueno, pues ya conoces el principio 90/10.

Aplícalo y quedarás maravillado/a con los resultados.

Millones de personas están sufriendo estrés, sufrimientos, problemas y dolores de cabeza que no valen la pena.

El Principio 90/10 puede CAMBIAR TU VIDA.

Todo, absolutamente todo lo que damos, hacemos, decimos, incluso todo lo que pensamos, es un Boomerang. Regresa a nosotros.


jueves, 3 de marzo de 2011

Asedio

“Asedio” es una fantasía animada completa, elaborada por Nexus Londres para Coca Cola, que nos muestra la historia del choque de dos culturas.

Un ejército de ogros, temibles guerreros, y su feroz dragón, que escupe fuego dejando un camino de destrucción a su paso, están a punto de atacar a una comunidad pacífica de criaturas del hielo que habitan dentro de la muralla de un castillo.

Los habitantes del castillo idean un plan inteligente para proteger su tierra con un dragón de hielo. El dragón de fuego lanza una llama que derrite al dragón de hielo del que sale una Coca-Cola…

En “Asedio” se nos muestra cómo, a veces, un poco de felicidad es el arma más eficaz y, por supuesto, el poder de Coca Cola para llevar la felicidad y el optimismo, incluso en las más oscuras situaciones.

Es una historia donde el bien triunfa sobre el mal. Con la ayuda de Coca Cola, por supuesto.

El comercial fue mostrado por primera vez, en enero de 2011 durante el Super Bowl.

Una fiesta para los ojos.



martes, 1 de marzo de 2011

El rico aroma del café


  “Ángel”. Sarah McLachlan.

Una hija se quejaba a su padre de las dificultades que encontraba en su vida. No sabía cómo seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. Cuando el agua de las tres ollas estaba hirviendo, en una colocó zanahorias, en otra, huevos y en la última, granos de café.

Las dejó hervir sin pronunciar palabra. Su hija esperó con impaciencia, preguntándose qué pretendía su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las dispuso en un bol. Sacó los huevos y los colocó en un plato. Finalmente, coló el café y lo puso en una taza. Mirando a su hija le dijo:

—¿Qué ves?

—Zanahorias, huevos y café —fue su respuesta.

Le pidió que se acercara y tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Era un huevo duro. Le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente, la hija preguntó:

—¿Qué significa esto, padre?

Él entonces le explicó que los tres elementos habían sufrido la misma adversidad: el agua hirviendo, pero habían reaccionado de forma distinta. La zanahoria estaba dura antes de llegar a la olla, pero después de pasar por el hervor, se había vuelto débil y fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido, pero tras someterse a las altas temperaturas, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de cocerse, habían dado al agua lo mejor de sí mismos.

—Cuando la adversidad llama a tu puerta —preguntó a su hija— ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando el dolor la toca se vuelve débil y pierde su fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, con un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación o un despido te vuelves dura y rígida? Por fuera te ves igual, pero... ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecidos? O ¿eres como un grano de café? El café cambia al agua que hierve, al elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen mal, harás que las cosas a tu alrededor mejoren.