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lunes, 27 de febrero de 2012

La noche oscura del alma

“El hombre no tiene miedo a su oscuridad, sino a su luz”.
Marianne Williamson



 “La noche oscura del alma” (San Juan de la Cruz). Loreena Mc Kennitt.

Fuente: “Reinventarse. Tu segunda oportunidad” de Mario Alonso Puig.

Muchos místicos, en su camino para encontrarse con Dios, se han referido a un período de confusión, tristeza, miedo y soledad al que han denominado “la noche oscura del alma”.

Muchos de nosotros, aunque no seamos místicos, sí que tenemos la experiencia de que cuando queremos abandonar ese espacio al que hemos llamado “identidad”, entramos en otro que está lleno de dudas y confusión. En este nuevo espacio, el ser humano se siente perdido y le cuesta pensar con claridad. Todo a su alrededor se ve cubierto por la niebla y ya no sabe hacia dónde va. Emociones como la ansiedad, el miedo o la desesperanza hacen su aparición.

La mente enjuiciadora, que lo único que pretende es que, como una oveja, volvamos al redil, empieza a acribillarnos con interpretaciones y valoraciones que a lo único que nos invitan es a dejar de seguir explorando y a volver a nuestro punto de partida, de donde tal vez pensemos que nunca teníamos que haber salido. Es una llamada a la resignación, al conformismo, a creer que la transformación personal solo es una bella utopía.

Hay que estar muy alerta cuando se empieza a experimentar esa noche oscura porque si abandonamos en este momento, perderemos gran parte de lo que habíamos ganado atreviéndonos a salir de nuestra zona de confort.

Si nos sentimos mal cuando estamos en medio de nuestra noche oscura es porque nuestra mente intelectual y racional, que depende de nuestro ego, no sabe qué es lo que está ocurriendo y ve amenazada su existencia.

No debemos resistirnos a estas emociones que estamos experimentando porque es justo lo que necesitamos si queremos crecer y evolucionar como personas.

De la misma manera en la que el gusano en la fase de crisálida tiene que ser digerido por sus propias enzimas proteolíticas para poder ser transformado en mariposa, también nuestra identidad ha de ser digerida para que surja una nueva presencia mucho más en línea con quienes somos en realidad.

Es en estos momentos en los que tenemos que tener la firmeza de seguir adelante.

La búsqueda de uno mismo implica aprender a superarse una y otra vez para, poco a poco, ir expandiendo los límites de la propia identidad.

Cuando nuestra consciencia deja de identificarse con nuestra identidad, con la definición que hemos hecho de nosotros mismos, accedemos a nuevas posibilidades para nosotros y nuestras vidas. Es algo así como contemplar las cosas desde un lugar más elevado, con lo cual vemos lo que no se puede ver a ras del suelo.

Hay dimensiones ocultas de la realidad que sólo se manifestarán una vez que hayamos superado nuestra oscura noche del alma. Nuestros sentidos podrán captar elementos de esa realidad que previamente quedaban tapados por nuestra mente. Einstein decía que “En la vida o nada es un milagro o todo es un milagro”.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Los duendes coloraos

Una comparsa es, en general, un tipo de agrupación carnavalesca que sale a la calle a interpretar su música y baile.

En el carnaval de Cádiz, el creador de esta modalidad, tal como se conoce hoy día, fue Paco Alba. En 1960 entró como modalidad en el concurso oficial de agrupaciones carnavalescas (COAC) que se celebra en el Gran Teatro Falla donde las comparsas comparten escenario con otras tres modalidades de agrupaciones: los coros, las chirigotas y los cuartetos.

La comparsa está compuesta desde 12 hasta 15 componentes que cantan en diferentes voces: octavilla, contralto, tenor y segunda. Se acompañan de dos o tres guitarras, un bombo, una caja y pitos o güiros. Su repertorio, al igual que el de la chirigota, se compone de presentación, pasodobles, cuplés, estribillo y popurrí.

Es la modalidad más comprometida. La comparsa, en el Carnaval de Cádiz, es realmente una chirigota más fina, es decir, una estilización de ésta. Mientras la chirigota busca un aire paródico o esperpéntico, la comparsa busca una crítica poética más exigente y un repertorio musical más elaborado.

“Los duendes coloraos”, personajes diminutos que habitan en el gran Teatro Falla y que salen cuando se queda vacío, es el nombre de la comparsa de los hermanos Francisco Javier y David Márquez Mateo (los Carapapas), ganadora, en su modalidad, del primer premio del Concurso oficial de agrupaciones carnavalescas de Cádiz 2012.

Su triunfo tiene gran mérito porque seis de sus integrantes dejaron el grupo quince días antes de la primera actuación en el concurso y tuvieron que recomponer la agrupación a marchas forzadas.

El siguiente vídeo incluye, en primer lugar, el segundo pasodoble de la semifinal. Se trata de una emocionante y efectista historia en la que un hombre se dirige a su primer amor para confesarle que hay otra mujer en su vida. No voy a desvelaros el sorpresivo final.

También os dejo los pasodobles dedicados a Cayetano Martínez de Irujo, a los cinco millones de parados, al abuelo de Marta del Castillo y a ETA.

Ahí queda eso. Pasodobles que constituyen un medio de expresión y comunicación popular con una veta de rebeldía y romanticismo. Poesía y pensamiento de la calle. Crítica. Protesta punzante, irónica, aguda, mordaz, inteligente y comunicativa. Sátira de acontecimientos sociales y políticos. Sin concesiones.

Se podrá decir de otra manera, pero no con tanto “arte”.


lunes, 20 de febrero de 2012

Cómo elegir un buen aceite de oliva

Paco Nadal

El pasado 14 de noviembre, Paco Nadal, periodista especializado en viajes, escritor y fotógrafo, publicó en su blog de El Viajero (suplemento de viajes digital de EL PAÍS. COM) el artículo titulado “Cata de aceite de oliva en Jaén: ¿por qué nos tienen engañados?”.

  “Andaluces de Jaén” (Miguel Hernández). Jarcha.

«Estoy pasando unos días en Jaén, una provincia de interior que tiene un mar, pero de olivos.

En Jaén todo huele a aceite. La carretera que baja desde la meseta castellana cruza el puerto de Despeñaperros y nada más entrar en Andalucía se sumerge en ese mar verde-plata de oliveras que tapiza las suaves ondulaciones de la campiña jienense, como si a la tierra le hubieran ajustado una maillot de arlequín.

60 millones de olivos son muchos olivos. El hombre ha alterado y modificado el paisaje de tal manera que hay olivos por todos lados, desde lo alto de los cerros hasta el fondo de las cárcavas. Cualquier resquicio de terreno es válido en Jaén para plantar uno de los árboles más rentable, bellos y literarios del Mediterráneo. De Jaén sale el 25% de la producción mundial de aceite de oliva.

No es de extrañar que lo primero que me ofrecieran fuera una cata de aceites. Para mi sorpresa descubrí que, como el 99% del resto de mortales legos en esta materia, vivía engañado. ¿Por qué? Os cuento en tres líneas cómo elegir un buen aceite para que nunca más os den gato por liebre:

La calidad de un aceite depende de muchas cosas, pero sobre todo del momento en que se recoge la aceituna y de lo dañada que llega a la almazara.

Así que de la centrifugadora (ya no se usan prensas) salen tres tipos de aceite:

Aceite de oliva lampante: el de peor calidad, hecho con aceituna muy madura y dañada. Huele fuerte y rancio y tiene más de 2 grados de acidez. No es apto para el consumo humano.

Aceite de oliva virgen: la primera calidad apta para el consumo. Un aceite con buenas cualidades organolépticas y sin mezclas.

Aceite de oliva virgen extra: el de mejor calidad, hecho con aceitunas recogidas los primeros días de cosecha y que no han empezado a fermentar antes de llegar a la almazara. Tiene la mejor cata: huele a puro fruto, a oliva.

Bien, pues el lampante se lleva a las refinerías donde a base de muchos productos químicos y mucho tratamiento físico se le eliminan las impurezas, pero también lo poco que tenía de sabor y color. El resultado es un líquido parduzco, inodoro e insípido que recuerda poco al aceite.

A ese refinado se la añade luego una pequeña porción de aceite virgen (no más del 20%) y se obtiene el aceite de oliva 1º (un grado) que nos venden en las tiendas como oro líquido, aunque en realidad lleva más química que aceite u oro. Si se le añade un poco más tenemos el aceite de oliva 0,4 grados. Es el aceite más vendido en España, pero ningún fabricante aclara que viene de un refino ni en qué proporción lo mezcla con el virgen. Ahora les han cambiado la denominación, para liarlo todo más, y lo que antes eran 0,4º y 1º les llaman suave e intenso. Mismo perro con distinto collar.

Por en medio caben todo tipo de experimentos, añadiéndoles aceites de semillas y cualquier cosa permitida por ley que estabilice y dé color a “eso”. No hay más que ver las garrafas de supuesto aceite de algunos restaurantes, con un color y una densidad más próximos al detergente que al zumo de la aceituna. Para echarse a temblar.

En Jaén a nadie se le ocurre usar aceite de oliva a secas (en realidad debería de llamarse aceite REFINADO de oliva). Usan el aceite de oliva virgen o el aceite de oliva virgen extra. Incluso para freír.

Y a mí, a partir de ahora, tampoco se me ocurrirá.

PD: las catas de aceite se hacen en vasos opacos porque el color no es determinante».



jueves, 16 de febrero de 2012

Lo que quiero ahora

Si algo tienen en común las entradas que etiqueto en la categoría “Un mismo sentir”, es que comparto lo que otras personas piensan u opinan. En el caso de esta entrada, me identifico totalmente con el sentir de Ángeles Caso en su artículo titulado “Lo que quiero ahora” publicado en la sección Magazine de La Vanguardia.com del día 19 de enero.

Ángeles Caso, escritora, periodista y traductora española, nació en Gijón en 1959.

Ha trabajado en instituciones culturales como la Fundación Príncipe de Asturias o el Instituto Feijoo de Estudios del siglo XVIII de la Universidad de Oviedo, en Televisión Española, Cadena Ser, Radio Nacional de España y diversos periódicos y revistas.

A los 35 años da un giro en su vida y se aleja, sin dejarlo nunca del todo, del periodismo para iniciar su carrera literaria.

En 2000 ganó el premio Fernando Lara de novela con “Un largo silencio”. En 1994 fue finalista del premio Planeta con “El peso de las sombras”, galardón que finalmente ganó el 15 de octubre de 2009 por su novela “Contra el viento”.

Lo que quiero ahora

«Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material, pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones, pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.

Y ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo».


domingo, 12 de febrero de 2012

El árbol confundido


  “Un nuevo amanecer espera”. Black Dawn.

Había una vez, un hermoso jardín con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales. Todos estaban satisfechos y eran felices.

Sin embargo, no todo era alegría en el jardín, pues había un árbol profundamente triste porque no sabía quién era.

El manzano le decía que le faltaba concentración:

—Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves que fácil es?

—No lo escuches —le decía el rosal—. Es más sencillo tener rosas. ¿Ves que bellas son?

El árbol intentaba todo lo que le sugerían y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol exclamó:

—No te preocupes, tu problema no es tan grave. Lo tienen muchísimos seres sobre la Tierra. Yo te daré la solución: no dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas... Sé tú mismo, conócete y, para lograrlo, escucha tu voz interior.

Dicho esto, el búho desapareció.

—¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...? —Se preguntaba el árbol.

Cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón y, por fin, pudo escuchar su voz interior diciéndole:

—Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble y tu destino es crecer grande y majestuoso, dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión. Cúmplela.

El árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.

Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.

Entonces, el jardín fue completamente feliz.

¿Cuántas personas son robles que no se permiten a sí mismas crecer? ¿Cuántas son rosales que solo dan espinas? ¿Cuántas son naranjos que no saben florecer?

En la vida todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que llenar...

No permitas que nada ni nadie te impida conocer y compartir la maravillosa esencia de tu ser.


miércoles, 8 de febrero de 2012

Por fin soy yo


 “In the palm of your hand” (“En la palma de tu mano”). Alison Krauss.

Yo nací un nueve de febrero. Nací en mi casa. Por aquel entonces las mujeres más jóvenes ya daban a luz en maternidad, pero mi madre, que ya tenía cinco hijos y casi treinta y seis años, prefirió seguir haciéndolo en casa. Como no daba a luz con facilidad, una joven comadrona esperaba junto a ella, desde las primeras horas del día, leyendo tranquilamente una novela.

Conforme se acercaba la hora de salir mis hermanos del colegio —las doce y media— y regresar a casa, mi madre rogó y suplicó a la comadrona que me ayudara a nacer. Yo no tenía mucha prisa, pero no hubo más remedio que empujarme y nací a las doce del mediodía.

Cuando llegaron mis hermanos a casa se encontraron con la sorpresa, no sé si agradable, de que tenían otra hermana. Al salir la comadrona, uno de ellos exclamó: —¡Jo, qué cigüeña más grande…! (En aquellos años, a los niños y niñas nos traía la cigüeña.)

Después de cuatro varones, mi padre me recibió con lágrimas de emoción y gran júbilo que pronto se transformó en desesperación, pues me pasé el primer mes llorando sin parar.

Desde entonces hasta hoy han pasado cincuenta años. ¡Dios mío, me he hecho mayor casi sin darme cuenta!

Hace tiempo, recibí un correo electrónico que adjuntaba una presentación PowerPoint titulada “El sombrero rojo”. Trata de las edades de la mujer frente al espejo y de cómo nos enfrentamos a la vida en cada etapa. La reflexión final es que quizás debamos estar menos pendientes de la apariencia, disfrutar más de cada instante y compartir el tiempo con los que amamos.

«A los 2 años se mira en el espejo y se ve una reina.

A los 7 años se mira y se ve como Cenicienta o como la Bella Durmiente.

A los 14 años mira cómo se está haciendo mujer y se ve gorda, con puntitos negros y horrible... “No puedo salir con esta facha”.

A los 20 años se mira y se ve muy gorda, muy flaca, muy baja, muy alta, muy crespa, muy lacia... Pero decide salir de todas maneras.

A los 30 años se mira y se ve muy gorda, muy flaca, muy baja, muy alta, muy crespa, muy lacia... Pero decide que no tiene tiempo para solucionarlo y sale de todas formas.

A los 40 años se mira y se ve muy gorda, muy flaca, muy baja, muy alta, muy crespa, muy lacia... Pero dice “estoy viva” y sale de todos modos.

A los 50 años se mira y dice: “¡Por fin soy yo!”. Sale y va donde quiere.

A los 60 años se mira y se acuerda de todas las personas que ni siquiera se pueden ver más en el espejo... Sale y conquista el mundo.

A los 70 años se mira y ve sabiduría, alegría y habilidad... Sale y aprovecha la vida lo mejor que puede.

A los 80 ni se preocupa por mirarse al espejo. Simplemente se pone un sombrero rojo y sale al mundo a divertirse».

¿No os parece que deberíamos de ponernos el sombrero rojo mucho antes?

Para finalizar esta entrada, he adaptado una reflexión de Jesús Quintero en su programa “El loco soy yo”, en la que nos invita a vivir cada día como si fuera el último.

“Quiero vivir como si no tuviera nada que perder, como si cada día fuera el último, como si siempre estuviera a partir la nave que nunca ha de tornar. Quiero besar como si cada beso fuera el último, quiero gozar como si cada gozo fuera el último. La última copa de vino. La última noche de amor. El último paseo por las calles de Jaén. La última canción. Las últimas palabras…

Cuando a una le da igual perderlo todo, desaparecen las cadenas, las ataduras, los compromisos, la timidez, el miedo. Cuando una está dispuesta a perderlo todo, empieza a estar en condiciones de ganarlo todo. ¿Qué es todo? El valor, la sinceridad, la autenticidad, la claridad, la libertad... el camino, la verdad y la vida que decía Jesús.

Quiero vivir de acuerdo conmigo misma. De eso es de lo que se trata”.


martes, 7 de febrero de 2012

Las aventuras de una caja de cartón

¿Quién no jugó con una caja de cartón en la niñez? Muchas veces era más divertido jugar con la caja que con el regalo que iba dentro.

El corto, de ocho minutos de duración, titulado “Las aventuras de una caja de cartón” cuenta la historia de un niño que se hace amigo de una gran caja de cartón.

Este corto de Temujin Doran, producido por Studiocanoe, es un homenaje a la imaginación infantil. Una simple caja puede convertirse en un objeto tremendamente valioso en la imaginación de un niño o una niña. Es increíble todo lo que la imaginación es capaz de crear.

El corto fue uno de los finalistas del concurso Nokia Shorts 2011, destinado a cortometrajes rodados con un teléfono Nokia N8.

“No hay mejor juguete que aquel que deja liberar la imaginación de los niños y niñas”.



viernes, 3 de febrero de 2012

La feria mundial de las religiones

Este cuento está incluido en el libro “El canto del pájaro” de Anthony de Mello.


  “Athair ar neamh”. Enya.

Mi amigo y yo fuimos a la feria. No era una feria comercial. Era una feria de la religión. Pero la competencia era tan feroz y la propaganda igual de estruendosa.

En el «stand» judío nos dieron unos folletos en los que se decía que Dios se compadecía de todos y que los judíos eran su pueblo escogido. Los judíos. Ningún otro pueblo era tan escogido como el pueblo judío.

En el «stand» musulmán supimos que Dios era misericordioso con todos y que Mahoma era su único profeta. Que la salvación se obtiene escuchando al único profeta de Dios.

En el «stand» cristiano descubrimos que Dios es Amor y que no hay salvación fuera de la Iglesia. O se entra en la Iglesia, o se corre el peligro de la condenación eterna.

Al salir pregunté a mi amigo: «¿Qué piensas de Dios?».

«Que es intolerante, fanático y cruel», me respondió.

Cuando llegué a casa, le dije a Dios: «¿Cómo soportas estas cosas, Señor? ¿No ves que han estado usando mal tu nombre durante siglos?».

Y me dijo Dios: «Yo no he organizado la feria. Incluso me habría dado vergüenza visitarla».