Perdonar no siempre es olvidar y, desde luego, nunca requiere justificar o buscar una excusa para el daño que te hicieron. Tampoco implica reconciliarte con la persona que te hirió o que no deba haber consecuencias.
Perdonar es ser capaz de dejar atrás lo que te dañó; cerrar una puerta al pasado y continuar con una vida libre de cargas emocionales.
A veces se decide no olvidar porque el daño causado es demasiado intenso y, aunque se perdone, se decide romper lazos. No querer empatizar cuando te han hecho mucho daño es normal y en ocasiones extremas el ser humano es incapaz de ello, porque hacerlo nos pondría en conflicto con nuestros valores. Cada uno es dueño de su vida y sabe lo que le conviene y lo que no.
Soltar el daño no es, en ocasiones, nada fácil. Cuando se trata de relaciones tóxicas familiares, de pareja o de amistad, el manejo de estos lazos tan íntimos es muy complejo y si las personas afectadas deciden que lo mejor es poner un punto y final, no hay nada malo en ello. Es respetable y, en ocasiones, lo mejor.
Perdonar a quien sea, tengamos con esa persona el tipo de vínculo que tengamos, requiere tiempo y mucho trabajo personal. No obstante, si buscas la calma necesitas perdonar. No olvides si no quieres, pon límites definitivos si lo crees necesario, rompe vínculos si no hay otra opción…, pero perdona. Perdona porque el rencor va ganando terreno poco a poco hasta que te atrapa por completo y cuando estás atrapado, la única persona que sale perdiendo eres tú.
Creo que hasta el dolor más intenso puede transformarse en recuerdo cuando nos permitimos avanzar y renunciar a la venganza. Al final, hablamos de pasar página, de apartar las emociones que nos anclan al pasado y de liberar carga en nuestra mochila emocional.
- Ajustar cuentas
- El perdón y el olvido
- El resentimiento
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