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lunes, 28 de enero de 2013

El valor de la resiliencia


Fuente: “La buena crisis” de Álex Rovira

El gusano de seda construye un capullo para luego, tras la metamorfosis, liberarse de él y renacer como mariposa. El proceso de liberación es muy complicado porque, para romper el capullo que la ha protegido durante su transformación, la crisálida tiene que aplicar una enorme fuerza con sus recién formadas alas.

Los científicos, intrigados sobre qué pasaría si ayudaran a la mariposa en este proceso, cuando llegó el momento de la liberación, abrieron desde el exterior una serie de capullos. Las mariposas empezaron a hormiguear, pero fueron incapaces de emprender el vuelo y, como no podían acceder al néctar de ninguna flor, murieron de inanición.

El sobreesfuerzo, la gran energía desplegada por las mariposas para romper el capullo, es necesario para que éstas confíen en la fuerza de sus alas. Si no pasan por la experiencia de hacerlo de forma autónoma, si no lo experimentan en carne propia, no se atreven a abandonar la seguridad que les ofrece el suelo y mueren.

En psicología, el término resiliencia está asociado a la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas, y ser transformado positivamente por ellas.

Las personas que tienen una resiliencia adecuada, aunque sienten malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades, aprenden de las derrotas, transforman los aspectos negativos en nuevas oportunidades y están más abiertas a los cambios en la vida.

La resiliencia no es algo que unos tengan y otros no, sino que se trata de una serie de habilidades que se pueden desarrollar. El camino que lleva a la resiliencia no es un camino fácil. El ejemplo de la mariposa podemos trasladarlo fácilmente al mundo humano.

Algunos padres no dejan a sus hijos experimentar, equivocarse y asumir las consecuencias del error: más que ayudarlos, les están atrofiando las alas y negando las herramientas para construir una resiliencia útil.

Cuando alguien cercano a nosotros atraviesa una mala etapa, hemos de tener claro que si rompemos nosotros el capullo que lo contiene, estamos matando su potencial y no podrá “volar” después. Haríamos un flaco favor sobreprotegiendo, “salvando” o “rescatando”. Es mejor acompañar, animar y orientar.


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