Una parábola es una narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral. Jesús de Nazaret fue un gran contador de parábolas. Contó decenas de ellas. Algunas divertidas, otras misteriosas..., pero todas profundas. Solía cerrar sus parábolas con la frase “El que tenga oídos… que oiga”.
Había una vez un rey que tenía cuatro esposas. El rey amaba a su cuarta esposa más que a las demás. La cubría de joyas y le daba siempre lo mejor.
También amaba a su tercera esposa y la llevaba con él por sus territorios, pero temía que se fuera con otro.
Amaba, igualmente, a su segunda esposa. Ella era su confidente.
La primera esposa era su compañera leal. Había ayudado a mantener en pie el gran reino. El rey, sin embargo, no amaba a la primera esposa. Apenas se fijaba en ella.
Un día, el monarca enfermó gravemente y pensó:
—Ahora tengo cuatro esposas, pero, cuando muera, estaré solo.
Decidió hacer una pregunta a cada una de las esposas. Habló con la cuarta y le dijo:
—Te he amado más que a las demás, te he proporcionado los mejores vestidos y te he cuidado. Ahora me muero. ¿Estarías dispuesta a morir conmigo?
—Ni pensarlo —respondió la mujer. Y se alejó muy enfadada.
El entristecido rey preguntó también a la tercera esposa:
—Te he amado toda mi vida. Ahora estoy muriendo. ¿Estarías dispuesta a seguirme?
—¡No! —replicó la tercera— ¡La vida es demasiado buena! Cuando mueras, me volveré a casar.
Entonces interrogó a la segunda:
—Siempre has estado ahí para ayudarme. Ahora me muero. ¿Querrás acompañarme al “otro lado”?
—Lo siento —respondió la segunda esposa—, esta vez no puedo ayudarte. Lo único que puedo hacer por ti será enterrarte.
Y el rey, de pronto, oyó una voz. Decía:
—Me iré contigo.
Era su primera esposa. Aparecía delgada y desnutrida. El rey, muy afectado, contestó:
—Debí atenderte cuando tuve oportunidad de hacerlo…
Y el Maestro redondeó:
—Quien tenga oídos… que oiga.
Cuando uno de los discípulos quiso saber algo más sobre la mencionada parábola del rey y las cuatro esposas, el Galileo aclaró:
—En realidad, todos tenemos cuatro esposas: el cuerpo (la cuarta), nuestros bienes y riquezas (la tercera esposa), la familia (la segunda) y el alma (la primera esposa). Esta última será la que te acompañará siempre. ¡Ámala más que a ninguna!
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