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sábado, 6 de enero de 2024

La “estrella” de Belén


Fuentes: “Nuevo Testamento. (Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española)” y “Las guerras de Yavé” de Juan José Benítez.

Para Juan José Benítez, uno de los más enigmáticos pasajes de las escrituras sagradas es el que narra la historia de la estrella de Belén, el “astro” que durante siglos se ha creído que guio a los Reyes Magos al lugar donde nació Jesús.

En su libro “El ovni de Belén” (1983) desarrolló ampliamente qué pudo ser la célebre estrella que guio a los Magos. Benítez siempre se ha negado a reducir este episodio a una bonita leyenda o a un mero simbolismo. Para él, este pasaje es el relato de la aparición de una nave no humana, conclusión a la que llega después de interpretar textos bíblicos, apócrifos, y hallar sorprendentes coincidencias con los testimonios recopilados sobre avistamientos de ovnis.

Contrariamente a lo que se podría creer, se trata de un libro que afianza la fe en Dios, pero que cuestiona mucho de lo que se nos ha dicho sobre Él.

El evangelio de Mateo nos narra lo siguiente:

«Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel’”. Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: “Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su Tierra por otro camino».
Mateo 2, 1-12.

En esta entrada recojo el resumen que sobre “la estrella” de Belén, hace Juan José Benítez en su último libro, “Las guerras de Yavé” (2023), en el que expone los resultados de su investigación sobre las relaciones que hay entre algunas historias narradas en la Biblia, especialmente en el Pentateuco, y el fenómeno ovni. Según Benítez, un equipo de “astronautas” (una o varias civilizaciones no humanas avanzadísimas), que adoptó el nombre de Yavé, diseñó un plan para permitir la llegada del Hijo del Hombre...

«1. La estrella no fue una conjunción planetaria. La hipótesis la puso de moda Juan Kepler, astrónomo y astrólogo, cuando en la noche de 17 de diciembre de 1603 observó la reunión de Saturno y Júpiter (eso es una conjunción: dos planetas ubicados en el mismo grado de latitud) en la constelación de los Peces. Kepler se encontraba en Praga, junto al río Moldava. Kepler sabía del relato del rabino Abarbanel en el que se explica “que el Mesías nacería durante una conjunción de Saturno y Júpiter y en la constelación de los Peces”. Y Kepler verificó que la conjunción de los referidos planetas se repitió tres veces a lo largo del año 7 antes de Cristo (en febrero, el 3 de octubre y el 4 de diciembre). Ello le llevó a pensar que la estrella que describe Mateo fue, en realidad, una conjunción: la de Júpiter y Saturno. Grave error. Ninguna conjunción planetaria se prolonga más allá de tres o cuatro días. Teniendo en cuenta que el viaje de los Magos (desde Ur de Caldea hasta Jerusalén) osciló entre tres y cinco meses, ¿cómo explicar que siguieran a la mencionada conjunción? Más aún: si los viajes, en aquel tiempo, se llevaban a cabo de sol a sol, ¿cómo entender que la conjunción fuera visible durante el día? La idea de Kepler no se sostiene.

2. La estrella no fue un cometa. No hay registros de un cometa que permaneciera en los cielos durante los tres o cinco meses que duró el viaje de los Magos.

3. No fue una estrella. Como digo, lo habitual era viajar durante las horas de luz. Caminar en la noche era peligroso. Si esto era así, ¿cómo entender la presencia de una estrella a plena luz del día?

4. Lo que guio a los Magos –necesariamente– fue una nave, inteligentemente tripulada. Otra cuestión es que no supieran identificarla con lo que verdaderamente era. El equipo, en definitiva, seguía con el plan previsto».


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