Epicteto
Fuente: “Somos fuerza” de Patricia Ramírez.
En muchas ocasiones nos negamos a asumir que algo es como no deseamos que sea, pero en esta vida hay situaciones que no dependen de nosotros y no hay nada que, de momento, podamos cambiar. No hay más. Es así y ya está.
La aceptación, que no es sinónimo de dejadez ni de resignación, consiste en dejar de luchar y dejar de desesperarse por aquello que ahora no puede cambiarse. Significa dejar de quejarse, de criticar, de menospreciar, de intoxicar el momento presente para poder conseguir que nuestras vidas vuelvan a funcionar. Si no lo hacemos, seguiremos en el limbo, sin capacidad de actuación ni decisión.
Entre las cosas que debemos aceptar, para esta entrada he seleccionado las tres siguientes: la parte injusta de la vida, el hecho de que no podemos controlarlo todo y que no somos perfectos.
֍ La vida tiene una parte injusta que, tarde o temprano, nos va a tocar. Nadie se libra de ello. La adversidad forma parte de la vida y hay que aprender a vivir con ella si queremos seguir avanzando y no quedarnos “pillados” en el “¿y por qué a mí?”. Ser una buena persona no es sinónimo de tener una vida justa. No hay una relación directa entre lo que damos en la vida y lo que la vida nos devuelve. El destino, la suerte —buena y mala—, la intervención de terceras personas, etc., también desempeñan papeles protagonistas en nuestra vida.
Pensamos que las explicaciones nos dejan tranquilos, pero no todo tiene una explicación. Hurgar en la llaga crea más dolor y no nos deja pasar página. Dialogar con nuestros pensamientos limitantes, críticos y negativos hace que los mantengamos vivos. Empezamos recordando y terminamos sintiéndonos mal. Dejemos de pensar cómo deberían haber sido las cosas. Son como son. Dejemos de buscar el motivo de por qué ocurrió y por qué a nosotros.
Desplacemos el foco a lo que va bien, a lo que funciona. Seamos agradecidos con la vida y con lo que nos rodea. Ilusionémonos con proyectos y personas con las que compartamos valores y nos llenen de energía. Hay muchas cosas que nos perdemos en la vida por no prestarles atención.
֍ Controlar significa tener bajo nuestra supervisión aquello que puede suponer un peligro. También implica anticiparnos a dificultades o problemas. El control forma parte de nuestra seguridad y supervivencia, pero muchas veces no tenemos en cuenta que lo que queremos controlar no depende de nosotros.
La sensación de perder el control genera ansiedad y frustración. Aunque queramos controlar la situación, la vida no siempre nos permite jugar la partida a nuestra manera. No se puede controlar qué va a ocurrir en el futuro, pero sí podemos aprender a vivir con ello.
֍ Otra forma de querer controlar es querer que todo esté perfecto. Valores como la exigencia y la superación nos hacen mejorar como personas y como profesionales, pero a estos valores les pasa como a las manzanas. Una manzana al día es saludable, pero dos kilos, no.
La batalla del perfeccionismo no se gana nunca porque, aunque te hayas superado, siempre hay algo que se puede mejorar. Hay batallas que solo se ganan cuando se abandonan.
Hemos de aceptar que no somos perfectos y nunca lo seremos. Intentar superarse constantemente nos asfixia, nos condena, nos estresa... ¿Es necesario? ¿Nos hace más felices? ¿Nos hace mejores personas?
Cuando bajamos el nivel de exigencia vivimos mejor, incluso con más salud. Ganamos serenidad, tiempo y calidad de vida. No tener que estar a la altura de nada y no compararse con nadie da mucha tranquilidad. Prueba a dejar de exigirte tanto y a disfrutar más de lo que ahora eres y tienes.
- Aceptar las cosas tal como son
- Aceptar lo inevitable
- Duelo por lo que nunca fue
- La aceptación, clave para la oportunidad
- La vida no es justa
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