“La vida está interesada en que aprendamos de sus lecciones para que así, poco a poco, despleguemos nuestro verdadero potencial y reconozcamos la esencia que se oculta tras la apariencia”.
Cuando nos ocurre algo que no nos gusta, inmediatamente dotamos a ese evento de un significado. Este significado es el que tiene el poder para poner en marcha emociones negativas como la ira, la frustración o la angustia.
Capturados por la emoción, es muy difícil salir de ella si no entendemos la raíz de lo que ha ocurrido y, por eso, la palabra clave es la aceptación, que no es sino la reconciliación con la realidad.
La aceptación nada tiene que ver con la resignación, entre otras cosas porque la resignación lleva a la inacción dolorosa al considerar que no hay nada que uno pueda hacer para darle la vuelta a las cosas.
La aceptación logra lo que nunca puede lograr la resignación, ya que, a diferencia de ésta, la aceptación impulsa a la acción, a la toma de responsabilidad, a ser uno plenamente consciente de que sí que es capaz de dar una respuesta a lo sucedido.
En la aceptación, la acción que se pone en marcha no es para rebelarse con lo ocurrido, sino para rebelarse ante la idea de que uno no tiene opción de respuesta.
En el momento en que yo me abro a la posibilidad de aceptar algo, también me estoy abriendo a la posibilidad de considerar que puede haber una oportunidad oculta en esa situación y que puedo buscar el otro lado de la moneda.
Las mejores opciones para que se abra la puerta de la oportunidad no están en dejarnos atrapar por reacciones o automatismos, por lógicos y razonables que me parezcan. La mejor oportunidad está en preguntarme: “¿Qué puede haber de valor en lo que me está ocurriendo”?
Hay otro elemento que puede ayudarnos mucho a reducir la tensión en la que vivimos. Me refiero al agradecimiento por todo lo valioso que hay en nuestras vidas y no dejarnos invadir por unos sentimientos que solo pueden tener su origen en una visión parcial de las cosas.
No tiene sentido que nos desgastemos tanto queriendo cambiar las cosas que, de entrada, están fuera de nuestro alcance, y que nos sintamos tan impotentes a la hora de gestionar nuestros propios estados de ánimo.
Decirle sí a la vida tiene que ver mucho con dejar de adoptar el papel de víctimas, dedicando nuestro valioso tiempo y energía a buscar culpables, y tomar responsabilidad a la hora de dar una respuesta a lo que nos sucede.
Frente a la resistencia o la resignación, están la aceptación y el agradecimiento. Tal vez porque ni la aceptación ni el agradecimiento parecen razonables, es por lo que nos permiten acceder a lo que tampoco parece posible.
- Aceptar lo inevitable
- Dios nunca se equivoca
- La vida no es justa
- Mala o buena suerte... ¿Quién sabe?
- Mi mayor bien
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