Fuente: “Cuentos de intriga de la hormiga Miga” de Emili Teixidor.
Cuando la hiena se puso a reír, la jungla entera se asustó.
—¿De qué se ríe? —se preguntaban los animales y los humanos.
Era raro que una bestia tan cruel como la hiena, que tenía fama de no sentir nunca piedad de nadie, se atreviera a reír con aquellas risotadas secas que parecían toses.
El perro era el que se mostraba más enojado, porque todo el mundo decía que la hiena se le parecía.
—Quizá se me parezca en el aspecto externo, pero por dentro yo soy muy distinto —protestaba el perro. Yo puedo ser fiel, buen compañero y compasivo.
Hasta que descubrieron que la hiena no se reía, solo imitaba la risa de los demás.
—Ya lo entiendo —dijo el perro—, la hiena no sabe qué es la alegría y no entiende que muchas veces la alegría es silenciosa.
—Por eso cuando se ríe da miedo —añadió el ruiseñor— porque es una risa triste. No sabe que antes de reírse hay que descubrir la alegría.
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