Un lluvioso día de julio, un pastor estaba buscando a una vaca que se había perdido en las inmediaciones del bosque. Al ver que atardecía y no había rastro del animal por ningún lado, el pastor se empezó a preocupar. El ternero que lo acompañaba mugía llamando a su madre.
Juntos se internaron en el bosque en busca de la vaca, pero no tardaron en perderse entre los árboles. Enseguida cayó la noche. Las nubes negras que cubrían el cielo confundieron al pastor, quien no pudo hacer otra cosa que llorar en compañía del ternero.
Una libélula que los observaba sintió lástima por las dos criaturas y les dijo: “Seguidme, creo que os puedo ayudar a encontrar lo que buscáis”.
Y guiados por aquella luz solitaria, el pastor y el ternero cruzaron el oscuro bosque.
De repente, el pastor vio algo extraño ante él. Era el sembar, un árbol que brillaba como una joya en la oscuridad, En cada una de sus hojas había una libélula posada. Y debajo del árbol, envuelta en aquel resplandor, estaba la vaca perdida.
Desde entonces, sabemos que los espíritus buenos habitan en el sembar y, desde entonces, el pastor y la libélula son amigos. Por eso, si algún día te perdieses en el bosque, busca el camino que lleva al sembar protector, el que brilla como el oro en la noche.
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