«Un grupo de leñadores estaba cortando árboles en un bosque, diariamente, sin parar. Cada jornada ellos se levantaban antes y se acostaban más tarde y, sin embargo, cada vez cortaban menos árboles.
Asumieron que su falta de eficacia se debía a que sin duda a medida que avanzaban en el interior del bosque los árboles por alguna razón desconocida adquirían una mayor dureza.
Solo uno entre ellos cortaba más árboles que nadie, a pesar de que ni era el que se acostaba más tarde ni el que se levantaba más temprano. Además, para mayor sorpresa de todos, todos los días desaparecía durante media hora.
Entre sus compañeros circulaba todo tipo de teorías, desde que tenía suerte porque le tocaban los árboles más blandos, hasta que era más fuerte de lo que parecía.
Al final uno de ellos, en lugar de seguir haciendo juicios, decidió hacerle una pregunta para averiguar en qué invertía el tiempo en el que se ausentaba. La respuesta de tan evidente que era, había sido obviada:
—Durante ese tiempo me dedico a afilar mi hacha».
Pararnos para recuperar fuerzas no es un gasto de tiempo, sino una extraordinaria inversión.
Cuando nuestro cerebro entra en un período de recuperación, las ondas rápidas que se registran por medio del electroencefalograma se vuelven más lentas y ese ritmo lento llamado alfa está asociado a la recuperación tanto mental como física.
- Recuperar la capacidad de jugar
- Tiempo para disfrutar
- Vivir al límite
- Volver a jugar
- Saborear la vida
Estimado, hace tiempo que "estoy" en tu blog, no sé si lo estás en el mío, no tiene importancia. Nada es Casual y tu título del post de hoy me "atrapó". Lo acabo de leer y amerita mi comentario porque también, creo, es un estimulo a quién dedica su tiempo para escribir y tratar de ayudar a otros. Muy cierto tu comentario y mensaje. Muchas veces no somos concientes de que "parar" en el camino es una forma de "evaluar" y ver qué debemos o no cambiar. Personalmente tu post me llegó, como es siempre, por Causalidad. Muchas gracias.
ResponderEliminarDiana