El derrotismo, la autocondena y el lamento son la carcoma de la voluntad, de la mente y de la salud física y psíquica. Destiérralos para siempre de tu vida y practica el optimismo realista y el autodiálogo positivo, sin olvidar que llegarás a ser y a vivir según piensas y te juzgas a ti mismo.
Deberíamos escribir en un cuaderno, con mayúsculas, y leer cada día el sabio proverbio oriental que dice:
“Si tiene remedio, ¿por qué te quejas? Si no lo tiene, ¿por qué te quejas?”.
El problema del derrotista, del quejica y del eterno preocupado por todo es que se bloquea, no actúa, no pone medios y malgasta sus energías y su tiempo en lamentar su suerte; con el agravante de que llega a convencerse de que él es gafe, que nada le sale bien, o bien de que es tonto o incapaz. En cualquier caso, se instala en la cómoda actitud de la queja y espera que las cosas se solucionen solas o que alguien con más decisión y capacidad se saque del atolladero.
En las situaciones verdaderamente críticas, a nada positivo conduciría recurrir al lamento o dejarnos atrapar por el pánico y la pasividad.
Tenemos que aprender a afrontar las dificultades con alegría y decisión y a entender que el lamento y la queja casi siempre son una estúpida pérdida de tiempo y de energías.
El aprendiz de sabio conoce por experiencia que por mal que estén las cosas, mientras quede una gota de coraje y de ilusión, con esfuerzo, es posible llegar a la victoria desde la derrota y al éxito desde el fracaso.
El hábito de la autodisciplina, de la responsabilidad y de hacerse cargo de sí mismo siempre conduce a una vida más agradable, plena y feliz.
Pongamos remedio a lo que anda mal si es posible, pero no recurramos a la queja, y si no hay remedio, con menor motivo debemos preocuparnos de lo que no tiene solución ni arreglo. Las lamentaciones no sirven para nada.
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Quisiera cambiar y no lamentarme, pero la esperanza y la fe es muy frágil. Gracias por compartir.
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