El mulá Nasrudín estaba en su jardín sentado a la sombra de un nogal cercano al huerto. Fijó su mirada en una hermosa calabaza que sobresalía de su planta y observándola, musitó:
—Dios mío, no lo comprendo. Si tan sabio eres, ¿por qué no nacen pequeñas nueces en una planta y frutos grandes como las calabazas en árboles tan espléndidos como el nogal?
Y así estaba el mulá, perdido en sus reflexiones, cuando cayó una nuez golpeándole la cabeza. Entonces Nasrudín rectificó y dirigiéndose a Dios le dijo:
—Bueno, Señor, tal vez seas más sabio de lo que yo había creído. Si hubiera habido calabazas en el árbol y me cae una de ellas, me hubiera herido gravemente...
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