Todos tenemos una naturaleza que compartimos con nuestra especie, pero también tenemos unas características que nos son propias, una esencia que nos define. Esos atributos y ese carácter son nuestra identidad.
Es verdad que no es inmutable y que podemos moldearnos a nosotros mismos, pero existe un núcleo duro formado por dos capacidades, que nos acompañarán siempre: nuestra capacidad de amar y nuestra capacidad de pensar en lo que pensamos. Ambas son un regalo y hemos de hacerlas nuestras: desarrollándolas, explotándolas, estrujándolas hasta sacarle el mayor aprendizaje posible y, sobre todo, disfrutando la dicha de tenerlas.
La identidad no se negocia, sino que se defiende, se cuida y se potencia. Cuando se descubre, se entra en un estado de tranquilidad y equilibrio interior.
La naturaleza del alacrán
Había una vez un maestro oriental que, viendo cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacar al animalito del agua. Pero cuando lo hizo, el alacrán le picó.
Ante el dolor lo soltó, por lo que el animal de nuevo se estaba ahogando. Entonces intentó sacarlo y otra vez le volvió a picar.
Alguien que le observaba le dijo:
—¿Cómo es tan terco? ¿No comprende que cada vez que lo saque del agua le va a picar?
Entonces el maestro oriental le respondió:
—La naturaleza del alacrán, que es picar, no va a cambiar mi naturaleza, que es ayudar.
Entonces sacó al animalito del agua con la ayuda de una hoja.
- Amar lo que somos
- El cocodrilo vegetariano
- El deseo de cambiar
- El escorpión y la rana
- El sello de autenticidad
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