La palabra “auténtico/a” procede de la griega authentés, contracción de auto y entés, que define a la persona que actúa por sí misma y es dueña de sus actos.
Ser auténtico consiste en ser coherente. Significa que hay una estrecha relación entre lo que se piensa y/o dice y lo que se hace. La persona auténtica vive como piensa y se manifiesta como realmente es y no como los demás quieren que sea.
En la sociedad actual las personas auténticas caminan por terrenos difíciles, pues, cada vez en mayor medida, los seres humanos se falsifican a sí mismos, llevan una doble o triple vida o moral, son inestables y no tienen criterios sólidos. Hoy en día es toda una proeza no venderse al mejor postor y no es extraño ver masas de gente a la deriva.
Las personas auténticas aman la verdad por encima de todo y se esfuerzan porque en su interior existan el menor número de contradicciones posibles.
Son personas íntegras y autónomas. Viven con rectitud, con responsabilidad y son capaces de ir contracorriente cuando el entorno social se vuelve permisivo y aparece el “todo vale”.
Están revestidas de autoridad: lo que dicen, lo hacen. Tienen una palabra que se mantiene contra viento y marea.
Tienen un solo lenguaje, frente a sí mismas y a los demás, por eso son sencillas, naturales, espontáneas y con estilo propio.
Sus vidas son equilibradas, armónicas y ecuánimes.
Las personas que se esfuerzan por ser auténticas están dispuestas a cambiar y corregir sus faltas.
La autenticidad es un acto de grandeza que está en la cumbre donde habitan las personas de categoría.
- El cocodrilo vegetariano
- El deseo de cambiar
- El escorpión y la rana
- Hacer un “frozen”
- La gaviota y el cormorán
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