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jueves, 24 de agosto de 2017

Solo tienes que vivir

Alto y claro.


 “Amar y vivir” de Consuelo Velázquez. (Piano. Interpretada por Tony Ramírez).

Fuente: “Kintsukuroi” de Tomás Navarro.

La muerte nos acompaña cada día, es ley de vida, es consustancial a nuestra existencia, pero no por ello es fácil de gestionar, máxime cuando se produce la inesperada muerte de un ser querido.

La muerte de una persona amada paraliza el cuerpo y el alma, y nos deja en un estado de estupefacción y de aletargamiento. Aceptar la muerte es un proceso complejo al que denominamos “duelo”, que se caracteriza por un torrente de emociones intensas y variables. Oscilamos entre la tristeza y la ira, somos incapaces de pensar con claridad, y la incomprensión y la búsqueda de una respuesta nos torturan día y noche. Cuando tenemos el alma rota por haber perdido a un ser amado, creemos que la vida es cruel: el sol sigue saliendo para todo el mundo, las ciudades siguen con su ritmo frenético, las estaciones se van sucediendo y todo sigue igual para todo el mundo, excepto para nosotros.

Si no gestionamos este duelo, nos podemos quedar resentidos, deprimidos o amargados para toda la vida. A veces deseamos vivir anclados en el dolor y creemos que volver a sentir ganas de vivir, ilusión o felicidad nos convierte en un ser sin sentimientos que no amaba lo suficiente a la persona que murió. Esto es injusto para nosotros, para las personas que nos rodean y para la persona que falleció.

No des prioridad a la muerte por encima de la vida. No te olvides de ti mismo, ni de quienes te rodean. Sé que no es nada fácil, pero debes intentarlo. No existe ninguna técnica especial, ya que es tan solo una actitud, una declaración de intenciones que tiene que guiar tus pensamientos, emociones y acciones.

Elige vivir y no olvides que esta actitud vitalista no implica el olvido de la persona querida que has perdido.

Cuando empiece a amainar la tormenta, empieza a pensar en ti. Mírate al espejo. Has sufrido. Estás intentando recomponerte. El huracán de emociones empieza a calmarse. Poco a poco la tristeza se va olvidando de ti. Ha llegado el momento de formularte la más dura y sanadora de las preguntas: ¿A ti qué te queda pendiente?

La vida nos ha golpeado duramente, pero también nos ha dicho que nuestra vida es finita y que es mejor que no dejemos para mañana lo que podamos hacer hoy. Así que ponte a trabajar para cumplir tus sueños, pues es el mejor homenaje que le puedes brindar a la persona querida.

No dejes este mundo sin haber exprimido al máximo la vida. No te resignes a sobrevivir, a ser un zombi emocional. Tienes la obligación de vivir, y vivir no es lo mismo que sobrevivir. ¿Qué te queda pendiente? ¿Qué tienes que hacer? ¿Qué lugares tienes que visitar?

Te has roto, pero has podido recomponerte. Mírate al espejo. Mereces vivir. Mereces ser feliz. La felicidad no se encuentra al otro lado de una dimensión en la que su polo opuesto es la tristeza. Podemos ser felices y sentir tristeza. De la misma manera, podemos estar tristes por la muerte de una persona amada y tener momentos de felicidad.

No tienes que expiar nada, no tienes que pagar ninguna deuda, no tienes que hacer nada más que vivir y aprovechar la oportunidad que te ha brindado la vida. Mírate al espejo; que la muerte no te sorprenda con algo por hacer.


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