Dos amigos que anhelaban recibir enseñanzas para evolucionar espiritualmente y hallar la paz interior recorrieron un largo camino para conocer a cierto maestro del que habían oído que era un ser realizado. Tras un viaje largo y extenuante, llegaron hasta donde vivía el maestro y se presentaron ante él. Unos minutos después, antes de llegar la hora del día fijada para que el maestro impartiera las enseñanzas, uno de los amigos le dijo al otro:
–¡Vámonos!
Estupefacto, el amigo protestó indignado:
–¡Pero si todavía no hemos escuchado sus enseñanzas!
Y el amigo le contestó:
–A mí me basta con haber visto cómo se ata las sandalias.
Cuando una persona ha conquistado la serenidad, se refleja en todos sus actos, en sus palabras, silencios, miradas y gestos. Es una energía, benditamente contagiosa, que se irradia por doquier y todo lo impregna.
- El barquero inculto
- El canto del jilguero
- El diamante
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- La actitud ante la verdad
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