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lunes, 10 de septiembre de 2018

Vivir con humildad

Fuente: “Vivir la vida con sentido” de Víctor Küppers.

¿Qué te ocurre por dentro cuando alguien te dice “no estoy de acuerdo contigo” o “creo que te equivocas”? Si de repente notas cómo te sube un bicho por la barriga y te entran ganas de comerte vivo a quien pronuncia esas palabras, eso es que tienes un problema con tu ego y con la humildad. ¿Qué ocurre? ¿Siempre tienes que tener la razón? ¿Nunca te equivocas?

Todos nos equivocamos, nadie es perfecto. La diferencia es que hay personas que se lo toman bien y hay personas que no. Hay personas que dicen “lo siento”, “perdona”, “tienes razón”, “me he equivocado” y hay otras que no saben ni como se deletrean estas sencillas palabras tan difíciles de pronunciar.

Humanamente hablando, la persona más grande es la que es capaz de dejar a su ego a un lado para no enfadarse, solucionar un malentendido o pedir perdón si es necesario. Evidentemente, tenemos derecho a enfadarnos, pero no por tonterías sino por cosas importantes.

Ser humilde no quiere decir ser tonto, blandengue o pusilánime. La humildad, aunque pueda parecer lo contrario, está muy relacionada con la autoestima. Se puede ser humilde y al mismo tiempo firme y seguro.

Cuando se es humilde, los principios son los que mandan, no el ego. Seguir los principios lleva a ser íntegro, mientras que, por el contrario, seguir el ego lleva a la arrogancia.

Estas son algunas reglas que me enseñaron para vivir con humildad:

- No pensar que lo que haces o dices está mejor que lo que hacen o dicen los demás.

- No querer salirte siempre con la tuya.

- Reconocer las virtudes de los demás y aprender de ellas.

- No dar tu opinión si no te la piden.

- No despreciar el punto de vista de los demás.

- No mostrarte como ejemplo de buenas conductas.

- Ser flexible para rectificar y saber pedir perdón.

- No poner excusas cuando te reprenden o cuando pides disculpas.

- Evitar encubrir errores para no estropear el concepto que tienen de ti.

- Reconocer que tus dones no son mérito tuyo.

- No complacerte con las alabanzas.

- Disculpar los defectos de los demás.

- No envidiar que otros sean más apreciados que tú.

- No dar demasiada importancia a la apariencia y la imagen.

- No negarte a realizar actividades o tareas “inferiores”.

- Estar siempre atento para ayudar a los demás.

- No querer singularizarte.

- Aceptar las críticas, no mostrarte demasiado sensible a ellas.

- No reclamar atenciones que consideras merecidas.

- No poner pegas cuando hay que obedecer y seguir normas.


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