Vivimos en un mundo de cambios trepidantes. Todo va demasiado deprisa. Lo que hoy vale y sirve, en un tiempo breve se diluye y pierde consistencia. Estamos en la cultura del relativismo en donde todo depende del punto de vista de cada uno y al final se aterriza en “el todo vale” o “da lo mismo esto que aquello”.
Necesitamos recuperar aquellos valores que no son inconsistentes y volátiles, que nos ayudan a crecer como persona, como ser humano y nos conducen a una mejoría individual que, de algún modo, nos perfecciona.
La solidaridad es uno de los valores más relevantes y vigentes.
Por un lado, la solidaridad nos lleva a ocuparnos de los que están más cerca e intentar ayudarles en lo que podamos. Lo primero que podemos hacer es comprenderlos, animarlos, hacerles compañía, darles nuestro afecto y, por supuesto, la ayuda material que necesiten. Es lo contrario de decirle a alguien: “ese es tu problema”.
Por otro lado, la solidaridad nos lleva a hacer causa común con gente que está atravesando una situación mala, complicada, dura, desgraciada y que afecta seriamente a su existencia. Lo que les sucede a esas personas no nos es indiferente, ni nos encogemos de hombros y hacemos algo por ayudarles o unirnos a otros que ya lo están haciendo.
La solidaridad nos empuja a no pasar de largo y a defender unos intereses que no son los nuestros. Es una reacción desinteresada, defender al otro, echarle una mano, mirarlo a los ojos e intentar tirar de él.
Solo puede ser solidaria una persona que tiene sentimientos nobles y que es capaz de dejar a un lado el individualismo, el egoísmo, la competitividad profesional y volverse con amor y operatividad hacia el que está sufriendo.
La persona solidaria es generosa y dedica su tiempo, su esfuerzo y su aportación hacia esos que sufren. Se trata de un acto de amor que humaniza la sociedad y nos ayuda a crecer como personas.
Hemos sido más educados para la exigencia que para la generosidad, más para la reivindicación que para la cooperación. Pero ahí está el reto.
La solidaridad es un sentimiento superior. Esto significa querer pertenecer al género humano y arrimar el hombro. Ser solidario es una cumbre psicológica que merece la pena escalar.
- Servir a los demás
- Servir a los demás (II)
- Servir a los demás (III)
- Ver al otro
- Ver al otro (II)
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