Teresa de Jesús
El Amor siempre es y está ahí, aunque, a veces, en momentos en los que me obsesiono con algo que me preocupa, se me nubla la visión y no lo veo.
Cuando esto ocurre, he aprendido que lo mejor que puedo hacer es no hacer nada.
Una vez que he hecho todo lo que está en mi mano y he expresado mi voluntad, reconozco que no tengo ni idea de cómo resolver la situación.
Es entonces cuando delego y suelto el control. Permito que Dios haga su parte y suceda lo que tenga que suceder. No pretendo saber más que él. Le entrego mis preocupaciones (“Ya no sé qué puedo hacer —le digo—. Así que esto ya es cosa tuya”) y permito que las transforme en milagros.
Confío. Abro mi mente a mi plan divino, a mi mayor bien.
Es mi regalo, es mi bendición. Todo ha sido dispuesto para mí.
- Aceptar las cosas tal como son
- ¿Destino o libre albedrío?
- Dios nunca se equivoca
- Mala o buena suerte... ¿Quién sabe?
- La vida no es justa
No hay comentarios
Publicar un comentario en la entrada