El origen más remoto de la palabra entusiasmo es griego y significaba “tener un dios dentro de sí”. La persona entusiasmada, por lo tanto, era aquella guiada por la fuerza y la sabiduría de un dios.
El Entusiasmo es esa sensación de expectación ante lo que se va a abrir, ante aquello que se va a mostrar.
Es esa emoción que nos embarga cuando sabemos que hay un mundo nuevo, lleno de abundancia y de oportunidades, y que ese mundo es accesible para nosotros.
Es la respuesta ante aquello que nos enamora y que nos fascina, atrayéndonos con una fuerza irresistible.
Es lo que se pone en marcha cuando uno se da cuenta de lo que se puede llegar a crear y de lo que se puede llegar a lograr.
Es esa fuerza impulsora que nos levanta por la mañana y hace que nos entreguemos a la tarea con una fuerza y una concentración desconocidas.
Es ese hormigueo que uno siente frente a una oportunidad que acaba de descubrir y que no puede dejar escapar.
Es lo que experimentamos cuando descubrimos el diamante detrás de la roca, el oro en medio del agua del río o el petróleo bajo tierra.
El Entusiasmo es la fuerza que nos impulsa a perseguir esos proyectos, esos sueños que nos obligan a actuar muy por encima de nuestras aparentes capacidades.
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