Dag Hammarskjold
Después de sesenta y tres años, caben muchas personas en mi corazón, pero, como decía Anthony de Mello, Dios conserva un dominio indiscutible sobre él. Necesito liberarme de todo lo que me pone cadenas y me amarra; no aferrarme a lo que tengo ni a lo que me falta; dar y, tal vez, recibir, con autenticidad y libertad; caminar ligera de equipaje... Eso es lo que quiero.
La reflexión “El desapego” circula por las redes sociales. Desconozco su autor/a.
El desapego es el acto más elevado del amor incondicional. Duele porque hay que soltar lo que se ama, hay que dejar ir. Nos enseñaron que podemos poseer todo tipo de cosas y controlar a las personas y el ego sufre porque teme perder una posesión que, en realidad, no existe, pues es una ilusión creer que podemos poseer algo o a alguien.
Los hijos, los padres, los amigos, la pareja… no nos pertenecen. Son seres independientes y libres con su propio camino por recorrer, igual que nosotros.
No podemos hacer depender la felicidad de unos de la de los otros. Si no somos felices solos, no lo seremos con nadie.
El apego es el controlador del tiempo que no te permite vivir en el presente ya que te ancla al pasado o al futuro. Sin embargo, el desapego te mantiene en el aquí y el ahora.
Desapegarse es el acto de soltar y desprenderse de objetos y personas, con agradecimiento por el tiempo en que fueron parte de nuestra vida, enriqueciéndola de alguna manera, y sabiendo que, pase lo que pase, vamos a estar bien.
La independencia afectiva es el mayor regalo que puedes hacerte a ti y a tus seres amados. Solo cuando lo logras, alcanzas la verdadera y plena libertad. Una vez que empiezas a avanzar hacia el desapego, ya no existe camino de retorno.
Solo cuando sueltas, fluyes y dejas espacio para recibir la abundancia en todos los aspectos de la vida que por derecho te pertenece.
- Abandona tu nada
- Dejar ir
- El apego
- El esclavo
- La corneja
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