Un hombre susurró:
—¡Dios, habla conmigo!
Y un ruiseñor comenzó a cantar…
Pero el hombre no lo escuchó.
Entonces el hombre volvió a decir:
—¡Dios, habla conmigo!
Y se escuchó el eco de un trueno…
Pero el hombre fue incapaz de oír.
El hombre miró a su alrededor y dijo:
—¡Dios, déjame verte!
Y una estrella brilló en el cielo…
Pero el hombre no la vio.
El hombre comenzó a gritar:
—¡Dios, muéstrame un milagro!
Y nació un niño…
Mas el hombre no sintió el latir de la vida.
Entonces, el hombre comenzó a llorar y a desesperarse:
—¡Dios, tócame y déjame saber que estás aquí conmigo…!
Y una mariposa se posó suavemente en su hombro… El hombre espantó a la mariposa con la mano y, desilusionado, prosiguió su camino, triste, solo y asustado.
Dios está siempre ahí. Abre los ojos y el corazón para percibir los milagros de la vida que se nos manifiestan en cada momento.
- Amanecer (III)
- Dios en la creación
- Dónde encontrarse con Dios
- El Dios de la materia
- Las campanas del templo
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