Marianne Williamson
Fuente: “Reinventarse. Tu segunda oportunidad” de Mario Alonso Puig.
Muchos místicos, en su camino para encontrarse con Dios, se han referido a un período de confusión, tristeza, miedo y soledad al que han denominado “la noche oscura del alma”.
Muchos de nosotros, aunque no seamos místicos, sí que tenemos la experiencia de que cuando queremos abandonar ese espacio al que hemos llamado “identidad”, entramos en otro que está lleno de dudas y confusión. En este nuevo espacio, el ser humano se siente perdido y le cuesta pensar con claridad. Todo a su alrededor se ve cubierto por la niebla y ya no sabe hacia dónde va. Emociones como la ansiedad, el miedo o la desesperanza hacen su aparición.
La mente enjuiciadora, que lo único que pretende es que, como una oveja, volvamos al redil, empieza a acribillarnos con interpretaciones y valoraciones que a lo único que nos invitan es a dejar de seguir explorando y a volver a nuestro punto de partida, de donde tal vez pensemos que nunca teníamos que haber salido. Es una llamada a la resignación, al conformismo, a creer que la transformación personal solo es una bella utopía.
Hay que estar muy alerta cuando se empieza a experimentar esa noche oscura porque si abandonamos en este momento, perderemos gran parte de lo que habíamos ganado atreviéndonos a salir de nuestra zona de confort.
Si nos sentimos mal cuando estamos en medio de nuestra noche oscura es porque nuestra mente intelectual y racional, que depende de nuestro ego, no sabe qué es lo que está ocurriendo y ve amenazada su existencia.
No debemos resistirnos a estas emociones que estamos experimentando porque es justo lo que necesitamos si queremos crecer y evolucionar como personas.
De la misma manera en la que el gusano en la fase de crisálida tiene que ser digerido por sus propias enzimas proteolíticas para poder ser transformado en mariposa, también nuestra identidad ha de ser digerida para que surja una nueva presencia mucho más en línea con quienes somos en realidad.
Es en estos momentos en los que tenemos que tener la firmeza de seguir adelante.
La búsqueda de uno mismo implica aprender a superarse una y otra vez para, poco a poco, ir expandiendo los límites de la propia identidad.
Cuando nuestra consciencia deja de identificarse con nuestra identidad, con la definición que hemos hecho de nosotros mismos, accedemos a nuevas posibilidades para nosotros y nuestras vidas. Es algo así como contemplar las cosas desde un lugar más elevado, con lo cual vemos lo que no se puede ver a ras del suelo.
Hay dimensiones ocultas de la realidad que sólo se manifestarán una vez que hayamos superado nuestra oscura noche del alma. Nuestros sentidos podrán captar elementos de esa realidad que previamente quedaban tapados por nuestra mente. Einstein decía que “En la vida o nada es un milagro o todo es un milagro”.
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