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viernes, 5 de febrero de 2021

La emoción azul (II)

Buenos días, tristeza


Fuente: “Intensa-mente” de Sònia Cervantes.

En la entrada “La emoción azul”, se presentó una visión de la tristeza que, quizás, nunca te habías planteado. La tristeza puede llegar a ser una gran amiga si le damos el sitio adecuado en nuestra vida, porque acabará siendo una gran fuente de aprendizaje y de superación personal. Eso no quiere decir que haya que ir tras ella para crecer. Eso sería masoquismo o victimismo.

Veamos qué podemos hacer para gestionar la tristeza para que sea efectiva y tenga alguna utilidad.

■ Debemos tomar conciencia de lo que nos está sucediendo e identificar la emoción. No es raro que al principio no sepamos lo que nos pasa. Si no hemos recibido una educación emocional adecuada, nos resultará difícil ponerle nombre a lo que sentimos.

■ Hemos de aceptar que estamos tristes. La tristeza se alimenta y crece con el silencio y con la negación y, por mucho que la disimulemos y no la mostremos, va a seguir estando ahí. Pero aceptar no es resignarse. Empecemos a decirnos: “Buenos días tristeza. Bienvenida. Toma asiento, pero no te acomodes porque voy a hacer todo lo posible para que no te quedes mucho rato”.

■ Dejar atrás la tristeza es posible, pero, para vencerla, debemos permitir que se exprese. Con lágrimas o sin lágrimas, llora. Si no puedes hacerlo, no te sientas mal porque no siempre es fácil y puede ser que no forme parte de tu código de expresión. Cuando digo llora, me refiero a que te des permiso para sentir la tristeza.

■ Al principio la tristeza lo inunda todo y no tendrás muchas ganas de hacer nada. No te obligues a hacer nada que no quieras hacer, pero oblígate a hacer algo. Practicar ejercicio es muy beneficioso: caminar, correr, pasear, bailar, saltar, jugar al fútbol, al pádel… lo que vaya contigo. Muévete. Ayuda mucho.

■ No escondas tu tristeza a tus seres queridos. Si no están a la altura o te sueltan: “eso son tonterías”, “no me vengas con tus penas” intenta hacerles entender que están equivocados y no te sientes apoyado por ellos. No tengas miedo de que te juzguen.

■ Que aceptemos la tristeza y dejemos que se exprese libremente, no implica que debamos quedarnos anclados en ella dando vueltas al problema. La tristeza debe servir para orientarnos hacia los cambios que generen una recuperación del bienestar emocional. Es normal estar triste ante ciertas circunstancias vitales, pero es casi una obligación centrarnos en qué vamos a hacer para salir de ahí.

■ Si te invaden ciertos pensamientos persistentes e invasivos, recuerda que no todo lo que piensas es cierto. Esa es la gran trampa.

■ Si ves que no sales adelante, que estás estancado, que no sabes cómo superar la tristeza y caes en las redes de la depresión, no te culpes por eso. Pide ayuda. Es un acto de gran valentía. Los psicólogos están para eso.

■ Si la tristeza llama a la puerta de alguien a quien quieres, sé compasivo con quien está sufriendo. El acompañamiento (consuelo) ayuda a mitigar la tristeza. Nunca te burles y hagas bromas de quien está triste. Los que sufren son personas que tal vez han agotado todos los recursos internos antes de desfallecer.


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