A lo largo de mi vida he podido comprobar que muchas veces no es bueno tener demasiada información o saber mucho o pensar demasiado… Sé que, en la vida, tengo que utilizar la inteligencia y la razón con la que he sido dotada hasta donde pueda. También sé que hay momentos en los que no encuentras la salida por muchos razonamientos que hagas. Son momentos en los que, tras decir “ya no puedo”, hay que escuchar al corazón y “abandonarse”. Abandonarse con la confianza de un bebé en los brazos de su madre y buscar la Inocencia con mayúscula. Ni te imaginas “lo rentable” que resulta esta práctica.
Carlos G. Vallés incluye en su libro “Busco tu rostro: Orar los salmos”, La plegaria del intelectual que es una oración basada en el salmo 130.
«Demasiadas palabras, Señor, demasiadas ideas. Hasta la oración he traído el peso de mis razonamientos, la carga irracional de la razón. Tengo el vicio del silogismo, soy esclavo de la razón y víctima del intelectualismo. Enturbio mis oraciones con mis cálculos y emboto el filo de mis peticiones con la verborrea de mis discursos. Reconozco mi defecto y quiero volver a la sencillez y a la inocencia del niño que todavía vive en mí. Eso me da alegría.
“Mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre”.
Acallo mis deseos, Señor. Acallo mi mente, mis conceptos, mis conocimientos, mis teorías, mis elucubraciones. He pensado tanto, tantísimo, en mi vida que del entendimiento que me diste para encontrarte, he hecho un obstáculo que no me deja verte. Me doy por vencido, Señor. Doma mi razón y refrena mi pensamiento. Acalla mi entendimiento y pacifica mi mente. Acaba con el ruido de mi alma que no me deja oír tu voz dentro de mí.
Déjame descansar en tus brazos, Señor, como un niño en brazos de su madre. ¡Cuánto me dice esa imagen! Cierro los ojos, desato los nervios, siento el cálido tacto, el cariño, la protección, y me quedo dormido en plena sencillez y confianza. Esa es la oración que mayor bien me hace, Señor».
- Buscar en lugar equivocado
- Cambiar yo para que cambie el mundo
- Dios no necesita intermediarios
- Dónde encontrarse con Dios
- El toro enfurecido
Esta "Plegaria del intelectual" es muy bonita pero no estoy nada de acuerdo con ella. Es verdad aquella frase : "el corazón tiene razones que la razón no puede comprender", y que no llegamos a todo con nuestra razón. Pero hemos sido dotados de inteligencia (¿por Dios?) y no podemos renunciar a ella cuando nuestra indagación racional llega a puntos negros que no podemos explicar o a conclusiones que no nos gustan y nos hacen infelices. La fe en algo, en ausencia de evidencias racionales, es algo muy bonito, que respeto, que nos apacigua y nos hace felices e incluso nos libera de temores. Lo que le pasa a este intelectual, presuntamente humilde, es que cuando se aproxima con su razón a Dios se asombra ante lo inexplicable, le da miedo y renuncia a su razón a cambio de la felicidad.
ResponderEliminarEn fin, es mi opinión, no la de un intelectual sino la de un simple aficionado al conocimiento que pone por delante de la felicidad el deseo de saber.