Fuente: “¿Qué se le puede pedir a la vida?” de Javier Urra.
«En el Centro Piloto de Menores tuvimos privado de libertad a un muchacho magnífico y de buen corazón durante tres años por los múltiples robos que había cometido (el primero, leche materna para su hermano pequeño). No recibió nunca una visita, ni una carta, ni una llamada telefónica.
Al acabar su sanción lo acompañé en mi coche a su pueblo, muy lejano, llamamos a la puerta, se abrió, salió una señora y dijo: “Ya está aquí este hijo de puta”.
Era su madre».
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