Estando mis hijos de vacaciones, decidí llevarlos al circo que se presentaba en nuestra ciudad por esos días.
Cuando llegamos a la taquilla, le pregunté al hombre que vendía las entradas:
—¿Cuánto cuesta la entrada?
A lo que él me respondió:
—Tres euros a los menores de doce años y cinco euros para los mayores.
—Entonces, deme tres entradas para mayores de doce años y una para menores —le dije.
El hombre me miró sorprendido, y me dijo:
—Señora, podría haberse ahorrado cuatro euros. Yo no me hubiera dado cuenta de que esos dos niños tenían más de doce años.
Miré a mis hijos, que seguían atentamente nuestra conversación, y le dije:
—Sí. Lo sé. Seguro que usted no lo habría notado, pero mis hijos sí.
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