Fuente: “Susana Ojos Negros” de Marjaleena Lembcke.
Había una vez un pequeño cocodrilo que quería hacerse vegetariano, pues no quería comerse a otros animales.
“No puedo mirar a los ojos a los animales mientras me los como. Las plantas no tienen ojos. Así que solo comeré verduras”, dijo el cocodrilo a su padre.
“¡Pues que te aproveche!”, le dijo su padre, y dio un bostezo que le crujieron las mandíbulas.
“Ya no quiero seguir comiendo carne”, dijo el pequeño cocodrilo a su madre. “Pero, hijo, ¿y cómo vas a saciar el hambre?”, le preguntó preocupada.
El pequeño cocodrilo salió del río. Devoró tallos de junco, cortó con sus dientes cortezas de baobabs, masticó plátanos caídos al suelo y, de postre, chupó diez flores de orquídea. Pero el hambre no se iba.
El estómago le ronroneaba y le gruñía como si no hubiese probado bocado desde hacía días.
El cocodrilo volvió a meterse en el agua y se tendió de espaldas. La barriga le salía sobre la superficie del agua como una pequeña isla.
Un ave del paraíso se le posó en la barriga y se puso a piar alegre. Al moverse el pequeño cocodrilo, el ave se asustó y, chillando, levantó el vuelo.
El cocodrilo se dio la vuelta. Tenía un hambre terrible. Justo delante de él nadaba un pez apetitoso. Y antes de que pudiera pensar lo que iba a hacer, el cocodrilo abrió la boca y se tragó el pez. Al momento, el estómago dejó de gruñirle y ronronearle. Pero del ojo le cayó una enorme lágrima de cocodrilo.
Y es que le habría gustado tanto ser vegetariano…
- La verdadera personalidad
- Llevar una máscara
- Mis personajes y yo
- Ser persona
- Tu verdadera identidad
Me gusta mucho el cuento del cocodrilo vegetariano que no podía mirar a los ojos a los animales que se comía.
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