(Catedral de San Pablo en Lieja, Bélgica).
Movido por la curiosidad, me puse en camino. E intenté encontrar a Lucifer.
Al llegar al desierto descubrí a un ermitaño, consumido por el hambre y la sed.
“¿Conoces tú a Lucifer?”.
Y el eremita, espantado, exclamó:
“El Maligno tiene forma de fuente. Sus aguas son deseables, pero guárdate, peregrino: solo son un venenoso espejismo”.
Me adentré después en el templo de las vírgenes sagradas.
“¿Conocéis vosotras a Lucifer?”.
Y las sacerdotisas, espantadas, exclamaron:
“El Maligno tiene forma de macho cabrío y trata de poseernos cada noche”.
Al interrogar a los doctores de la Iglesia, espantados, se santiguaron, exclamando:
“El Maligno es una hidra de siete cabezas que devora cuantos se alejan de nuestra santísima protección”.
Pregunté también entre los negros y éstos, espantados, exclamaron:
“El Maligno, sin duda, es el hombre blanco…”.
Encontré más adelante a un sabio.
“¿Conoces tú a Lucifer?”.
“El Maligno”, exclamó con espanto el anciano, “es un monstruo de doble lengua: lleva consigo la contradicción”.
Y al atardecer, a punto de abandonar tal inútil empresa, me salió al paso un joven de gran belleza.
“¿Conoces tú a Lucifer?”, le interrogué con desaliento.
“Sí. Soy yo”.
Desconcertado, no supe qué responder. Y Lucifer, comprendiendo mi confusión repuso:
“¿De qué te asombras?... Solo consultaste a mis enemigos”.
- Buscando la felicidad escondida
- Consuelo para el demonio
- El señor de las tinieblas
- Exorcismo para un diablo diferente
- Una partícula de verdad
No hay comentarios
Publicar un comentario en la entrada